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Retenes con vocación de servicio

domingo 06 de noviembre de 2022 | 4:00hs.
Retenes con vocación de servicio
Imagen ilustrativa.
Imagen ilustrativa.

Si tiene que viajar alguna vez con chicos en el auto, le recomiendo distraerlos contando soldaditos; hasta puede pedirles que distingan los uniformes de cada fuerza de seguridad y cuántos hay en cada retén. Es un juego, como otro cualquiera, pero muy entretenido y didáctico.

En un viaje reciente de Posadas a Buenos Aires, un amigo contó con sus hijos catorce retenes entre policías provinciales, Gendarmería y Policía Federal (esta vez no apareció ninguno de Prefectura). De esos catorce, cuatro los hicieron parar en la banquina para pedirles algún documento, preguntar a dónde iban o de dónde venían. Si hace el promedio entre los kilómetros recorridos y los retenes, da uno cada 71 kilómetros, y si cuenta unos cinco efectivos por cada retén, da la friolera de 70 uniformados por turno, por lo menos 210 por día, y sumando los francos rotativos nos ponemos fácil en los 400 agentes, cada uno con su sueldo, viáticos, móviles y cantidad de gastos de logística...

Probablemente esos retenes hayan servido en tiempos de pandemia para evitar el tránsito inútil, sospechoso de dispersar virus que podían enfermar y matar a otros ciudadanos. Ahora da la impresión de que esos nichos de poder, que se crearon con el covid, se mantienen solo porque son una ocasión para ejercerlo: es el mismo sello de la política rastrera, de la corrupción que busca el poder en todos los niveles solo para aprovecharlo en beneficio propio.

Cualquiera que haya viajado últimamente por Europa o Estados Unidos, después de miles de kilómetros comprueba que no hay un solo retén para vigilar nada: es el principio universal de inocencia aplicado en su más pura expresión, el mismo que debiera regir en nuestro país en lugar del de sospecha que solo sirve a los corruptos para sacar provecho de una situación de poder. En cualquier lugar en que se sigue una lógica sana, se sabe que a los delincuentes se los persigue con arpón, con trabajo de inteligencia y no esperando que caigan por casualidad, como quien pesca con anzuelo en la costa del río.

Para eso me viene al pelo lo que le pasó a Eduardo, un lector de El Territorio que vive en Córdoba. Cuenta que en la época de los gobiernos militares, cansados de tantos controles y ante la insistencia de los soldaditos que preguntaban de dónde venían y a dónde iban, su padre contestaba con el pueblo anterior o el siguiente. Ya grande, viajando de Córdoba a Posadas lo para un retén de Gendarmería en una de las rotondas cercanas a Resistencia y le preguntan a dónde va:

–A Corrientes.

¿A qué lugar de Corrientes?

–A la calle Tal, inventa impaciente.

–Por acá está yendo a Formosa... le contesta el gendarme contundente.

El ejemplo es de lo más cabal que se me ocurre. Lo salvó a Eduardo, cansado del camino, de hacer unos cuantos kilómetros de más. Para eso sirven los retenes: para avisar a los viajeros que la ruta se pone peligrosa por el humo, o que hay que tener precaución por la niebla, o por un accidente más adelante, o porque hay ganado suelto. Para eso hay que dar buena formación y los agentes deben saber su oficio, pero sobre todo deben tener ganas de ayudar a los demás, que para eso están y no para ejercer el poder a su favor, buscando el modo de sacar provecho de esa situación. En mi pueblo y hace años eso se llamaba vocación de servicio.

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