Huellas del Camino de los Jesuitas

Un recorrido cultural, espiritual y gastronómico. Una aventura entre lo desconocido y lo indómito, legado inigualable, aún vigente
domingo 23 de octubre de 2022 | 6:00hs.
Huellas del Camino de los Jesuitas
Huellas del Camino de los Jesuitas

M isiones se destaca por su tierra colorada, su rica variedad de cultura y sus magníficos paisajes naturales, sino que también se trata de un territorio que alberga gran parte de la historia jesuítico-guaraní. Aunque las reducciones puestas en valor actualmente son cinco, quienes integran el proyecto del Camino de los Jesuitas en la provincia apuntan a dar con vestigios que permitan trazar el recorrido completo de un patrimonio cultural a proteger.

Las Misiones Jesuíticas de los guaraníes puestas en valor son San Ignacio Miní, Santa Ana, Nuestra Señora de Loreto, Santa María la Mayor (declaradas patrimonio mundial por la Unesco) entre 1983 y 1984 -y Corpus -patrimonio cultural provincial-, pero aún se intenta dar con ‘zonas de campo, estancias y puentes’, que conectaban las conjunciones entre sí.

El Camino de los Jesuitas es un proyecto que involucra a todos los países que cuentan con el patrimonio jesuítico-guaraní. Estos son Argentina, Paraguay, Brasil, Uruguay y Bolivia.

“La idea es generar un recorrido que permita al visitante unir todos los puntos que involucran a ese patrimonio jesuítico en América del Sur, decir que un turista que llegó a Brasil sepa que puede hacer un camino que lo lleve a Córdoba o a los once conjuntos jesuíticos de la provincia de Misiones. O desde Paraguay ir a los conjuntos chiquitos en Bolivia”, indicó el historiador Esteban Snihur .

Este proyecto es una marca planteada desde el ámbito turístico en búsqueda de instalar un producto que se da en un contexto y con respaldo de una fundamentación histórica. “Hacemos referencia también a un camino real y concreto en un territorio para ser recorrido y explorado. Ese trayecto tiene marcas que han dejado en el terreno los antiguos accesos de las misiones jesuíticas y la pregunta es hasta dónde es posible que en el siglo XXI se puedan poner en valor esas huellas para ser recorridas en un trayecto”, analizó.

Luisina Peró, licenciada en Turismo que impulsa el proyecto, explicó que “es un producto bastante complejo porque se nutre de temáticas delicadas y muy debatidas, como lo es la cosmovisión guaraní y luego, lo jesuítico-guaraní y mbya, son muchos actores de diferentes ámbitos e intereses diversos, pero partiendo de esas premisas, iniciamos el trabajo de consolidación de lo que busca ser un producto turístico integral dentro de Misiones, que en su máxima escala territorial abarca a cinco países y dentro de Argentina, incluye a otras provincias como Corrientes, Córdoba, Tucumán, entre otras.

En la reducción Nuestra Señora de Loreto se puede ver la vía procesional de 1.500 metros de extensión. Foto: Natalia Guerrero

Y agregó: “El Camino de los Jesuitas intenta llegar a cinco países bajo la marca, por lo que planificamos el tramo dentro de Misiones que, en términos generales, desarrollar el producto turístico de manera integral del trazado que conecta a los pueblos con su pasado jesuítico-guaraní, más allá de los sitios que hoy están puestos en valor -San Ignacio, Loreto, Santa Ana y Santa María la Mayor, y Corpus-. Hay otros seis pueblos que tienen vestigios para completar los once del camino, pero todavía no están en condiciones, porque algunos son puentes, pequeñas capillas rurales o zonas de estancias privadas. Hay un montón en el sur de la provincia, y queremos hacer un circuito circular”, profundizó.

Un todo patrimonial
“Hay que empezar a vincular todos esos sitios con otros entornos que tengan que ver con los vestigios de los caminos para generar una imagen del territorio más viva, de alguna manera”, recalcó Snihur.

Es en este marco que se pretende que los conjuntos de reducciones jesuíticas “dejen de ser islas”.

“Se ha avanzado con interesantes resultados. El relevamiento permitió reconocer que la ruta 204 (que nace en Candelaria y termina en San José), que pasa por Profundidad, Fachinal y cruza la ruta 14 e ingresa al sector reducción de San José es, en realidad, la original ruta jesuítica”, comentó el historiador.

A su vez, señaló que otro trayecto que se ha rescatado es un tramo de rutas jesuíticas que todavía persiste y que va desde San Javier como un desprendimiento de la ruta 2 asfaltada atravesando cañaverales y bordeando el río Uruguay, llegando hasta el sitio mismo de la Vuelta de Mbororé donde se produjo la famosa batalla en 1641.

Distintos escenarios geográficos con entornos naturales todavía conservan el pasado jesuítico. En paralelo se realiza el proceso de trazar y distinguir un mapeo con trayectos que serán de circulación rápida para grupos viajeros que se mueven en vehículos grandes y otros alternativos que coincidan con caminos terrados para conectar a los pueblos internamente o que, en algunos tramos, coinciden con caminos jesuíticos.

Por el momento, la zona más fuerte es ruta 12, pero, entre los objetivos inmediatos del 2023 se tiene en vista terminar los trazados del primer mapeo de los circuitos para distinguir los originales de los alternativos.

“Estamos armando también un manual de señalética turística y dar soporte a algunos emprendedores para solicitar financiamiento o subsidios”, agregó Peró.

Sin embargo, uno de los mayores desafíos es desarrollar la oferta turística. Se necesitan en ciertos tramos estadía, guías o dónde parar a comer.

Generar la oferta
Los sitios más tradicionales cuentan en sus localidades con servicios para asistirlos, pero “hay localidades más pequeñas con emprendimientos a pequeña escala a las que hay que ayudar para que avancen hasta garantizar cierto flujo turístico; es un trabajo importante con el privado”, puntualizó la especialista.

Sobre esa línea, repasó que “Corpus tiene oferta de cabañas y el camping Curupaytí, y en Fazendo Don Francisco sirven comidas muy buenas. San Ignacio con todo lo necesario, aparte del atractivo jesuítico-guaraní tiene ecoturismo con Teyú Cuaré, Club del Río y las comunidades mbya que están ahí”.

Dentro de la oferta de Santa Ana se encuentran las parrillas sobre la ruta y el restó del Parque Temático de la Cruz que ofrece comida regional. En Candelaria se destacan los dos complejos turísticos, y en Apóstoles se ofrecen actividades complementarias, restaurantes y hotelería.

Ya en Concepción de la Sierra hay uno o dos lugares para alojamiento y gastronomía en desarrollo, y “tienen una puesta en valor muy interesante de su reducción porque coincide con el trazado urbano actual”.

En tanto, Esteban Snihur hizo hincapié en la distinción de que “San Ignacio tiene arte barroco y diseño urbanístico, pero entre San Ignacio y Loreto se pueden ver las huellas transitadas por los antiguos caminos jesuíticos, mientras que en Loreto se encuentra la vía procesional de 1.500 metros de extensión que unía la Capilla del Monte del Calvario, algo que no hay en San Ignacio”.

En Loreto también esta la Capilla del Monte Calvario. Foto: Natalia Guerrero

Asimismo, identificó que “en Santa Ana se visualiza el sistema de manejo del agua que no lo tenían ni Buenos Aires, ni Asunción, ni Corrientes en ésa época. O en Santa María la Mayor está la posibilidad de conocer la dinámica de transformación del pueblo porque está el sitio del templo que se incendió, el provisorio y los vestigios del nuevo templo que nunca se terminó de construir”.

Por ese motivo es que se intenta generar una visión del territorio de las misiones jesuíticas que se aleje del concepto de la visita puntual a los conjuntos jesuíticos para visualizarlo como un todo patrimonial.

Hay agencias que ya comercializan el camino a modo de peregrinaciones. La próxima es el 4 de noviembre, con 730 kilómetros desde San Ignacio Guazú, en Paraguay, atravesando la provincia de Misiones y terminando en Santo Angelo, Brasil.

A raíz del interés conjunto, desde la subsecretaría a cargo de Peró se llevan adelante talleres de sensibilización abiertos a la comunidad con el foco puesto en trabajar con quienes integran el Camino de los Jesuitas.

Estos espacios están destinados principalmente a emprendedores, guías de turismo, cocineros, referentes de cultura.

“Hicimos tres talleres y en noviembre realizaremos uno de Herramientas para el Marketing Turístico; los anteriores fueron puramente histórico, arqueológico y gastronómico. Son presenciales de media jornada”, detalló la funcionaria.

En ese marco, observó que “a la gente que está en la zona de Concepción, Santa María, San Javier y Apóstoles les queda más lejos venir hasta el lado del Paraná entonces la idea para el año que viene es replicar estos talleres en el lado del Uruguay”.

Por otra parte, se trabaja de forma participativa junto a los municipios en la conformación del Consejo Participativo del Camino de los Jesuitas como organismo consultivo.

Conocer con el paladar
En el taller de gastronomía Búsqueda Identitaria, el chef Facundo Tenaschuk tuvo a cargo la de compartir su experiencia de aprendizaje e intercambio, luego de haber visitado dos aldeas, una en Ruiz de Montoya y otra en El Alcázar.

“En el 2019 me invitaron a colaborar en la conformación del Camino de los Jesuitas con el movimiento slow food, iniciado hace 34 años en Italia bajo las consignas de una alimentación buena, limpia y justa. Buena de sabrosa, limpia de agrotóxicos y de comercio justo”, contó el cocinero.

La primera aldea la visitó de la mano de la médica Mariana Mampey. Allí se interiorizó de las vivencias, usos, costumbres, tradiciones, comportamientos, desempeño, alimentos, y cómo viven, procesan y cultivan su comida.

Tenaschuk, recordó que en la aldea, Isabelina la cocinera y madre de once hijos, tomaba la mandioca, la secaba al fuego y la rallaba. Sacaba el almidón por un lado y de lo que quedaba rallado hacía otras cosas. Por ejemplo, lo mezclaba con la ralladura para que quede granulado y hacer un mbeyú, utilizando solamente mandioca, sal y a la plancha en una sartén de hierro vieja.

“Yo, sorprendido, pensaba que nosotros agregamos tantos ingredientes y pasos a la preparación”, destacó.

Esta fue una de las vivencias que lo inspiró en el taller gastronómico a hacer algo similar, “sin tocar mucho los ingredientes”.

Solicitó que estén el cacique Fernando Villalba y su esposa Lidia para reversionar un poco lo que ellos hacen, con su permiso. “De lo que ellos hagan, que estén acostumbrados todos los días, yo voy haciendo algo que me surja porque sería una ofensa que yo, siendo polaco, dé una charla sobre comida guaraní”, manifestó.

Productos locales para los platos.

Y en este intercambio gastronómico, no faltó deleitarse con ingredientes autóctonos de la zona. “Ellos asaron la mandioca en tres formas: a la brasa viva, a la ceniza caliente sin cáscara y a la parrilla. Eran tres platos distintos, uno era como ahumado y el otro tenía el sabor suave a cenizas. A una mandioca pisada agregué pasta de porotos y queso criollo para hacer un volcán”, indicó el cocinero.

También preparó pasta, un caburé relleno de pescado y harina de hoja de mandioca que tiene muchos nutrientes, sobre las que presentó el plato.

Otros de los platos fue realizado con una batata asada con la que el chef aprovechó y preparó una leche de maní espesa con almidón para que quede como una salsa blanca, luego agregó el maní tostado para hacer un crocante.

Siguiendo con las reversiones, Tenaschuk explicó que el abatí curí en la cultura mbya es molido, tostado y consumido como golosina. “Yo le agregué un merengue italiano firme para hacer turrón, y en otra versión hice una compresión con una cintura cortante y lo presenté con mbocayá”.

Entre otros detalles, distinguió que “la fruta verde que está sobre la salsa de coco es de un cactus trepador” y que todo se presentó en un plato hecho de tierra colorada con técnica aplicada en cerámica por Marta Esmendi, del Proyecto Tierra.

El Camino de los Jesuitas es el descubrimiento del gran legado cultural, espiritual y organizativo de los jesuitas y las comunidades; es una aventura entre lo desconocido y lo indómito; convivir con nativos que mantienen vivas sus costumbres desde hace siglos; es la contemplación de la avanzada arquitectura de sus estancias y misiones y de las maravillas naturales a su alcance, que forman un legado inigualable, aún vigente.

El museo de Corpus cuenta la historia local desde el período prejesuítico hasta la llegada de los colonos europeos.  Foto: Federico Gross

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