El despertar de Michael

domingo 23 de octubre de 2022 | 6:00hs.
El despertar de Michael
El despertar de Michael

Nuestra tenebrosa historia transcurre en una fría noche de verano. Fría porque había llovido y hubo tormenta. Y porque es en Alaska, donde siempre hace frío. Michael salió de su cabaña con sus botas para nieve, pero volvió porque se dio cuenta de que no había nieve. Se despidió (por segunda vez) de la dulce Sally con un beso en la frente, acarició al castor que siempre lo acompañaba a la puerta y rumbeó al bar de los Hermanos Silver, donde pensaba mirar en compañía de sus amigos la competencia entre Bruce “la Pantera” Thompson y Jennifer “la Yoli” Alvarenga, en la prueba final de Miss Universo.

Sin embargo, nunca podía presentir lo que se encontraría en el camino. Ni que fuera vidente o leyera el futuro. Una sangrienta riña se desató sobre la acera a dos cuadras de la taberna. Quincy Peralta ya había advertido a Cachito Johnson que no toque la batería a altas horas de la noche porque lo distraía mientras hacía su curso de origami online. Aquella noche, Quincy llamó a sus amigos de la Logia del Origami de Alaska y se dirigieron a la casa de Cachito a darle una paliza, sin imaginar que Cachito estaría ensayando con la banda de Jeff, el capo de la mafia local, para el octavo casamiento del jefe.

El combate pasó del zaguán a la calle, donde tres cadáveres yacían muertos boca abajo. Y así se quedarían. Muertos. Boca abajo no, después los dieron vuelta y se los llevaron a la morgue. Pero muertos igual quedaron. Una de las víctimas fatales era el joven Matthew, quien de pequeño solía limpiar el jardín de la familia de Michael a cambio de un kilo de alpiste para su canario. Michael lo reconoció por su tatuaje de Britney Spears en el omóplato. Y por su desgarrada chaqueta de la empresa de limpieza de jardines que montó.

Corrió a abrazarlo y al momento llegó la Policía, que lo subió al patrullero y lo llevó a la comisaría para investigar su participación en el hecho. Michael hubiese deseado que le dejaran los cordones de los zapatos. No para suicidarse, sino porque también le sacaron el cinturón y se le estaban cayendo los pantalones. En la fría celda conoció al ebrio Arthur, quien le narró terribles historias sobre los tres prisioneros que amanecieron un mismo día... en camas distintas. También sobre la muerte de Scooby, el gato de la penitenciaría, a manos del Torpe Jake, un hambriento presidiario.

Pero lo peor estaba por venir. Michael no pudo hacer uso de su derecho constitucional a llamar a un abogado, ya que todos los letrados en la ciudad estaban en el Congreso Internacional de Demandantes en Las Vegas. Además, tampoco conocía a ninguno. Y en la comisaría no había teléfono para llamar a Sally y pedirle que le trajera una almohada. Por ello, trató de no dormirse, pero el sueño lo venció justo antes de que asomara el sol por la claraboya de la celda.

Al despertar, Michael se enteró de lo peor: Yoli Alvarenga ganó el concurso de Miss Universo.

Mariano Bachiller

Inédito. Bachiller reside en Posadas, es periodista

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