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La chica del circo

domingo 16 de octubre de 2022 | 6:00hs.
La chica del circo

Se llamaba Sarita, era para nosotros alumnos de quinto grado de la Escuela 236, “la chica del circo”. Delgadita y muy coqueta. Con una edad neurológica propia ya de una señorita, resultante de la agitada vida que le tocaba desarrollar.

Era lo que se denomina una “alumna golondrina” es decir que su presencia en los establecimientos educativos iba cambiando de acuerdo a la trashumante gira del circo al que pertenecían sus padres; las célebres “águilas humanas”, pareja de trapecistas del afamado Circo Lowandi que había instalado su gigantesca carpa sobre un baldío de la Avenida 9 de Julio, donde hoy se levanta el edificio de nuestra Escuela Normal de Apóstoles.

Sarita, como era de imaginar, nos tenía embelesados a todos los varones del grado y su presencia lógicamente causaba recelo en nuestras amiguitas de la sección que con el riguroso guardapolvo blanco miraban con malos ojos a esa espigada niña que con un shorcito de algodón blanco hacía acrobacias y saltos apoyándose con las manos en el piso de cemento y con los pies al aire para júbilo de nuestras inocentes miradas infantiles.

Los varones de sexto dejaban de jugar a la pelota en la canchita y se acercaban a observarla para bronca nuestra ya que considerábamos a la niña del circo como propiedad exclusiva y no compartida.

Indudablemente ella los prefería por ser mayores y más osados en sus comentarios y galanteos.

Diez días duró su presencia en nuestras vidas.

Como una golondrina Sarita siguió su vida ambulante junto a sus padres los afamados artistas que realizaban sus acrobáticos saltos en el trapecio y en lo más alto de la pista del circo y sin el resguardo de una protectora red.

Diez días de ilusiones infantiles y con el loco deseo diario para que Sarita realizara sus piruetas en el patio de baldosas de cemento con su corto pantaloncito blanco y su fina blusita transparente que ya denotaba la presencia insinuante de su sexualidad.

Nunca le dijimos nada, estoy seguro que todos los varones del grado la queríamos en secreto y nos sentíamos felices de nuestro tesoro, envidiado por nuestros rivales de sexto que nos ganaban eternamente en los desafíos de futbol en la canchita de la escuela.

Nunca le dijimos nada, porque a las golondrinas no se les habla, tan sólo los románticos pueden dedicarle algún poema o recordarla en algún relato que rememora nuestra inocente y añorada infancia.

José Mario Zajaczkowski

Inédito. El relato es parte del libro Tizas de colores, próximo a editarse. Zajaczkowski es docente, reside en Apóstoles. Fue reconocido por su labor literaria por la Subsecretaría de Cultura de la Provincia y la Municipalidad de Apóstoles.

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