Futuros negocios

domingo 09 de octubre de 2022 | 6:00hs.
Futuros negocios
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Amaneceres & Crepúsculos Corporation, luego de encarnizadas negociaciones se había quedado al fin con la explotación de las tormentas. Este grupo -que ya había logrado el usufructo de las aguas potables del planeta y aspiraba controlar el suculento negocio del aire respirable- no había vacilado en corromper todo lo corruptible hasta lograr la privatización de grandes sectores de la atmósfera.

Los directivos saltaron de gozo al saber que podían en adelante incursionar libremente en el cielo. Desde hacía mucho tiempo se regulaba al espacio artificialmente, de modo que las aeronaves circulaban por sus rutas sin turbulencias ni peligros, lo que había hecho ascender en forma astronómica el número de pasajeros aerotransportados, y solo quedaban, sobre zonas remotas del planeta, unas pocas tormentas salvajes que desde ahora estaban a disposición de la empresa.

Las lluvias ya hacía mucho que se producían a pedido de quienes pudieran pagarlas, y aunque quienes las proveían, la multinacional Fertilizaciones S.A. se presentara en cada país como una marca nacional vinculada al agro, no era ningún secreto que también pertenecía a la mega Amaneceres & Crepúsculos C.

La alegría de los directivos era justificada. Por primera vez abandonaban los negocios relacionados con la producción de alimentos y el transporte de gente para desembarcar en el rubro entretenimientos. Un campo nuevo para ellos, pero en el cual pensaban introducir modificaciones que dejarían a todo lo conocido como ingenuas antiguallas.

Las nuevas tendencias de consumo, en un mundo tan reseco que varias generaciones habían crecido bebiendo agua envasada sin conocer la lluvia, les indicaban que el negocio se orientaba hacia el estremecimiento provocado por los elementos naturales. Alguna vez lo habían sido los dinosaurios virtuales. Ahora era el turno de exponer a la gente a fantásticas tormentas reales.

El mega proyecto, promovido como el “El último gran espectáculo de la antigua naturaleza”, consistía en salir a capturar alguna de las tempestades en extinción, conducirla a un lugar apropiado y dejar que quienes hubiesen podido pagar la entrada disfrutasen de “la más estremecedora sensación del pasado”.

Solo Amaneceres & Crepúsculos C. podía disponer de la tecnología para una captura semejante, de los grandes espacios abiertos que se necesitaban, lejos de las aglomeraciones metropolitanas y de los recursos para transportar hasta allí a los selectos espectadores.

El costo de aquello era altísimo, demás está decirlo, pero quienes regresaban de la exhibición respingaban la nariz poniendo verdes a quienes sólo debían conformarse con verlo en los multimedios, o en impresos turísticos que mostraban fragmentos de la maravilla a la que sólo podían acceder los ricos.

El espectáculo se presentaba así: en una gran llanura se ubicaba al público que había sido llevado hasta allí por las aeronaves de la empresa. Se los dejaba aparentemente abandonados bajo el sol, y un tiempo después se les indicaba mirar hacia algún lugar del horizonte.

En la lejanía comenzaba la formación de algo que semejaba una gran fortaleza, llena de altos torreones algodonosos. Luego, sin transición, aquellos gigantescos muros de vapor mutaban en algo semejante a una ola descomunal que avanzaba hacia los espectadores. En tanto, un sonido ya olvidado, el del antiguo trueno, disparaba en cada espectador unas ondas de temor ancestral que los obligaba a voltear la cabeza en busca de refugio.

Pero no en vano Amaneceres & Crepúsculos C. había invertido millones en expertos para que exploraran el subconsciente de las multitudes y calibraran las sensaciones. En ese lugar elegido, sin refugio alguno, el público veía avanzar aquella mole vaporosa llena de amenazas sintiéndose inerme. Grandes masas de nubes negrísimas tapaban el sol formando abismos y animales fantásticos, en tanto que los rayos, como raíces y cabelleras luminosas de kilómetros de longitud, anticipándose al trueno, paralizaban de espanto a los espectadores. Algo terrible estaba por ocurrir, algo furioso y mortal descendería del cielo abatiéndose sobre la tierra y todo lo que se alzara en su superficie. Los relámpagos y estallidos más intensos ponían al público en el límite del espanto, y ese era el momento que los empleados de Amaneceres & Crepúsculos esperaban para comenzar el ofrecer, a precio adicional -y exorbitante- los impermeables y paraguas que nadie dejaba de alquilar.

En placer consistía en disfrutar del miedo acurrucado en el fondo de la memoria de la especie... y esperar.

Por último, la lluvia se descargaba sobre los asistentes que se tomaban de las manos en un gesto a medio camino entre la angustia primitiva de buscar amparo y el comprender que todo lo que habría de pasarles era mojarse un poco.

Pasada la tempestad el cielo volvía a ofrecer su aspecto habitual, límpido y seco, los empleados recuperaban los implementos para lluvia y el público se encolumnaba, todavía estremecido, hacia las plataformas donde serían recogidos para regresar. Eso sí, todos ostentando los recuerdos adquiridos para pavonearse con quienes no había podido asistir: filmaciones de las nubes arremolinadas y de los rayos, grabaciones del trueno, pequeñas toallas para secarse el pelo, fotografías de cada uno refugiado bajo el paraguas...

Ya por entonces habían quedado muy lejanos los tiempos en que la naturaleza ofrecía ese espectáculo como algo natural para cualquiera que quisiera prestarle atención. Al menos Amaneceres & Crepúsculos C. se cuidaba muy bien de recordar aquella época en que ver una tormenta y caminar bajo la lluvia eran un placer gratuito.

Rodolfo Nicolás Capaccio

El cuento fue publicado en el desaparecido diario El Paraná a fines de la década del 80. Capaccio es licenciado en Comunicación social y docente de la Unam.

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