La vida pasa, el 10 no

lunes 26 de septiembre de 2022 | 6:00hs.

Por Ramón Claudio Chávez Ex juez federal

El paso del tiempo es inexorable como la vida misma. Los seres humanos no le prestamos mayor atención a ello hasta una determinada edad que se “nos empiezan a caer las fichas”. Michael Ende, Momo, sostiene que la vida pasa como una cosa misteriosa pero muy cotidiana, todo el mundo la conoce, pero muy pocos se paran a pensar en ella. Casi todos se limitan a tomarla como viene, sin hacer preguntas. Esta cosa es el tiempo.

Es como el reloj de arena que deja caer su oro en forma implacable, sin pausas, sin excusas, sin interrupciones. Lo que cayó ya no volverá más. Así pasarán los días, los meses, los años, diremos “Qué bárbaro, ya estamos en Navidad”.

¿Cuánta arena queda por caer? Nadie lo sabe, el mecanismo que tiene el reloj posee un resorte de seguridad que esconde lo que contiene todavía. El misterio al fin de cuentas no es tan grave porque nos concierne a todos, pese al deseo lógico y natural de que el nuestro sea eterno. La vida es al fin y al cabo la fortuna de la que disponemos, está en nosotros tomar el camino correcto, el que nos lleve a la felicidad plena, aunque se ha dicho intensamente que ella no existe.

El escritor uruguayo Guillermo Lopetegui ha posteado en su Facebook una frase que nos abre las puertas a la imaginación:

“La vida pasa, no el 104”.

Para llegar a destino, tenemos caminos diversos, a veces varios, a veces uno solo; y allí juega tanto el tiempo como la decisión acertada. “Sí, sí, lo que cuentas es muy interesante; pienso dedicarme completamente a ello cuando me jubile”; “Cuando el niño crezca, haré eso que me gusta y satisface tanto”; o “Cuando la empresa mejore, haré lo que siempre he querido hacer en la vida”.

Estos sentimientos nobles dilatan en el tiempo disfrutar de la vida misma.

¿Podremos saber nosotros si después de que eso pase ocuparemos nuestro tiempo y esfuerzo en otros menesteres que sigan postergando el deseo?

La reflexión de Guillermo puede tener distintas miradas, aquellas que nos hacen llegar tarde a una cita, porque el colectivo, el urbano, o el bondi no pasa, o la más profunda de que en verdad la vida pasa.

Hace ya algunos años, en la ciudad de Santa Fe de la Veracruz, las personas que habitaban un barrio- Guadalupe Oeste- tenían una sola línea de colectivos para ir al centro de la ciudad o regresar a sus hogares. La línea 10.

El medio de transporte recorría tanto a la ida como a su regreso la avenida Aristóbulo del Valle, se desviaba en Javier de la Rosa y concluía su recorrido en la calle Avellaneda. Era el medio obligado para ir al trabajo, a la facultad, a realizar comprar o simplemente pasear. Todos coincidían allí, algunos no se saludaban nunca, otros se saludaban siempre.

El que no tenía auto, debía tomarse si o si la línea 10, la que le trasladaba a tu lugar de destino. En muchas ciudades estas historias se repiten. Tenes que organizarte para ir con el cole colmado o semivacío en los horarios de poco tráfico de personas.

Como toda empresa, la frecuencia en el recorrido tenía un número mayor de unidades en las horas pico, para ir decreciendo al anochecer y casi no circular durante la noche. El bondi verde de la línea 10 después de las 22 horas hasta la 0.50 de la mañana siguiente pasaba cada hora y 23 minutos; es decir que si lo perdiste tenía que aguardar este tiempo para tomar el siguiente, en medio del frío nocturno, de la lluvia de la madrugada y la soledad de los lugares.

Es cierto que por entonces no habían proliferado las patotas de los hechos de violencia, no era la calle Javier de la Rosa un lugar adecuado para que una señora o una chica estuviese en la esquina esperando el cole durante tanto tiempo. En caso de necesidad, era la única alternativa.

Nos preguntamos no he venido a la vida para esperar el colectivo, este es un medio que me acerca a las cosas que debo hacer en la vida, mi vida en el hogar, con los amigos, con los amores, con la familia y mi propio desarrollo profesional.

Sería injusto culpar al colectivo que demora en las noches 1 hora y 23 minutos para pasar por la parada, pero ese es mi lugar en el mundo donde yo vivo y deseo seguir haciéndolo; mi bienestar está en contraposición de la rentabilidad del servicio, aunque parezca injusto.

Los hombres grises que se alimentan del tiempo perdido se cruzan contra la filosofía que permite enfocar la vida de manera práctica, en esa pregunta que late en cualquier ser humano y es preciso atender:

¿Para qué he venido a la vida?

Quedarán en el recuerdo la mano que ofrecimos y las huellas de nuestros pasos en el camino que elegimos transitar.

Vivamos la vida de la mejor manera, porque ella pasa y el 10 no.

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