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Cada día más joven

domingo 25 de septiembre de 2022 | 6:00hs.
Cada día más joven

La madrugada helada de julio, vestía plantas, casas, vehículos, calles, charcos con un manto pálido y lechoso de escarcha. Era un amanecer sin canto de pájaros, quienes quedaron prisioneros en sus nidos temerosos a la mordida feroz del frío invernal. Las nubes jugaban en el cielo, mientras el sol no estaba, con una sonrisa gélida de llovizna. Pedro Pablo Bojniuk, se levantó, restregándose las manos ateridas, dio unos saltos al lado de la cama, para ahuyentar al frío que envalentonado arremetía contra su cuerpo. Se acercó a la estufa eléctrica y se entibió todo el cuerpo mientras se vestía pensando: “vos sos buena amiga pero cara”, le sonrió al artefacto que irradiaba calor, devorando vatios de electricidad. Se afeitó frente al espejo con la misma rapidez de siempre. De pronto se detuvo un instante al mirarse el rostro como lo hacía siempre en la superficie brillante del reflector de imágenes, algo le llamó la atención: parece que tenía una arruga menos al final de cada párpado ocular, esas líneas que salvajes e imperdonables, se profundizaban cada día más en su cara. Y la otra, la que le marcaba tanto la comisura de los labios, que motivó que se dejara crecer el bigote para engañarse a sí mismo y tratar de engañar a los demás, para que no notaran que envejecía. ¿Me estará pareciendo o es menos profunda? ¡Qué gracia! Nadie rejuvenece, no lo iré yo a hacerlo. Tal vez solo esté de buen humor a causa del aumento de sueldo.

Ya vestido y abrigado, pasó por la cocina bebió un matecocido con leche bien caliente, se envolvió una gruesa bufanda de lana para que ahuyentara a los duendes del frío y se fue a trabajar.

Pasaron algunos meses, afuera un concierto de pájaros, anunciaban el alba que venía espléndida y sonriente en los rayos del sol. Los árboles mostraban no solo sus nuevas hojas sino algunos capullos de flores. Pedro Pablo Bojniuk, se levantó perezosamente, el calor de la primavera se hacía sentir, cumplió con su rutina y fue a verse al espejo, tenía desde aquel día lejano de invierno una fijación, mirarse detenidamente el rostro en la plana y muerta planicie del vidrio plateado. El que inexorablemente cada día le devolvía su rostro con menos arrugas. ¡No puede ser!, no se lo diré a nadie, me crearán loco. Pero, si... ¿Será? o es solo una ilusión. Estoy más joven, me siento más fuerte y más sano. Apoyó sus codos en el lavabo, apoyó su rostro entre las dos manos y pensativo comentó a su alma: “¿no estaré quedando loco?... Luego con una toalla limpió detenidamente el espejo, se volvió a ver y lapidario el vidrio le dijo:

- Pedro Pablo Bojniuk estás más joven. El hombre asustado le dijo:

- Mentiroso...

- ¿Cómo mentiroso? -le respondió el espejo - tantos años me creíste ¿y ahora que?

- Eres un espejo miserable y sucio, viejo, que está perdiendo su capacidad de reflejar.

- Consulta con algún pariente mío, nuevo, limpio y brillante y luego ven y dime si es mentira.

Pedro Pablo Bojniuk, salió hacia su trabajo. Cruzó frente a una mueblería donde habían expuestos roperos con espejos, nuevos y brillantes, se acercó a la vidriera y se vio más joven.

- No puede ser - comentó para sus adentros frunciendo el ceño. Con el pretexto de estar interesado en el ropero ingresó al comercio, se acercó al vidrio y se escudriñó a si mismo: confirmado, categóricamente estaba más joven.

Faltó al trabajo, volvió a su casa, entró al baño, miró al espejo y le dijo:

- Discúlpame por dudar de ti. Es verdad estoy más joven. Pero no me explico el motivo.

El espejo ofendido aún con el desaire de su dueño, no le contestó.

Perplejo, Pedro Pablo, se dejó caer en el sofá. Fue cuando decidió mirar la hora. Algo andaba mal se había levantado a las 06.00 Hs. Salió, volvió deberían ser como las diez de la mañana pero el reloj marcaba las 6. Como lo hizo con el espejo, dudó de la máquina y se dijo a si mismo: Estoy loco de remate. Me veo más joven en el espejo ahora el reloj atrasa.

Miró con detenimiento el reloj y se dio cuenta que algo andaba mal: el segundero del carillón marchaba perfectamente al compás de un acompasado “tic-tac” Pero hacia atrás.

- Sin duda estoy loco dijo - pero esta vez en voz alta.

Quedó mirando el cronómetro y tras unos minutos comprobó que el mecanismo funcionaba bien, pero hacia atrás.

“Iré a ver a mi madre y se lo comentaré”. Caminó taciturno por las calles de su pequeña ciudad, llegó hasta el domicilio donde compartiera su vida junto a sus padres hasta el día que se independizó, notó algo raro, al muro le faltaba la verja, los cipreses no estaban tan altos y el automóvil era el anterior que su madre poseía. Definitivamente sentenció: estoy loco.

Golpeó la puerta y una mujer madura pero bella, pero no anciana como debería ser su madre salió a atenderle:

- Hola Pedro, pasá...

Pedro pasó algo desconfiado todo le era sumamente familiar pero atrasado.

- Mamá ¿cuántos años, tenés?

- Que gracioso que sos Pedro, no sabés acaso que cuarenta y dos.

¿Cómo 42, si su madre debe tener como 65 años?

¡Qué anda mal! Por Dios qué anda mal. El “Tic-Tac” del reloj, marcando imparable el tiempo hacia atrás.

- Pedro ¿tomamos mate?

- Si mamá, por supuesto.

Todo lo que ocurría eran escenas ya vividas, todas hacia atrás.

Quiso volver a su trabajo. Pero no le dejaron entrar, en la nómina de empleados no figuraba Pedro Pablo Bojniuk. Meditabundo, se retiró a su casa. Tampoco le dejaron entrar, ahí no vivía, él sino otra persona. ¿A dónde iría? A su casa. Si allí iría. Cuando llegó, le sale a ladrar un perro que ya había muerto y estimó que su madre tendría visitas porque vio a un hombre detrás de la ventana. Su padre había muerto. Pensó luego lo peor: ¿no sería su padre? Golpeó la puerta y sus sospechas, se confirmaron el hombre que salió a atenderlo le dijo:

- Pedro Pablo, por dónde te metiste, que hace tiempo que no te veo. Traeme el diario del quiosco de la esquina y un atado de cigarrillos.

Cuando llegó al kiosco, lo saludó el dependiente:

- Hola Pedro Pablo, ¿cómo andás?... ¿Por dónde andabas que no te veía?.

Pedro Pablo tomó el diario y leyó la fecha: 2 de febrero de 1979. Miró la hora eran las 10 y el reloj volvía el tiempo atrás y a él lo rejuvenecía.

Entró a la casa de sus padres, todo estaba igual a hacía 30 años atrás. Las mismas cosas, los mismos olores, las mismas emociones.

De pronto se decidió, se sacó el reloj del pulso y lo puso sobre la mesa. Luego de un momento lo estrelló contra el suelo. El reloj aún marchaba al revés. Lo pisó y se cercioró que dejara de funcionar.

Fue cuando su madre entró a la sala con el mate.

¿Qué pasa Pedro Pablo. Estás enfermo, te duele algo?- Cansado levantó la vista, vio a su madre sonriente enmarcada en una caballera blanca. Se levantó y se miró en el espejo del pasillo y se puso a reír como loco.

- Cómo las amo, las amo.

- ¿A quien amas Pedro Pablo?, indagó la anciana.

- A mis arrugas mamá, a mis arrugas, a mi edad. Casi pensé que rejuvenecía.

En el suelo el reloj seguía en silencio, no marcaba el tiempo que sin embargo inexorable marchaba a su destino infinito sin detenerse, porque un viejo reloj por un tiempo enloqueciera.

Tic...tac...


Inédito. Sartori es docente y periodista. Reside en San Vicente. Publicó ocho libros personales y participó en veinte antologías

Diego Luján Sartori

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