Se acabó la Operación Especial y comenzó la guerra

sábado 24 de septiembre de 2022 | 6:00hs.

No importa si la decisión del gobierno ruso de convocar a la movilización de los reservistas con experiencia de combate y a los referendos en las cuatro provincias de la “Nueva Rusia” para decidir sobre su incorporación a la Federación estuvo motivada por el repliegue de las tropas rusas de la provincia de Járkov o si estaba planificada de antemano. Lo concreto es que representan un punto de inflexión en un conflicto que hasta ahora afectó más a Europa y a Ucrania que a los principales contendientes: Estados Unidos y Rusia. Se acabó la Operación Militar Especial (OME) y comienza la GUERRA con mayúsculas entre el bloque euroasiático y Occidente. Será larga, se combatirá en distintos frentes y ámbitos, aún no se sabe quién vencerá, pero ya se sabe quiénes son los primeros derrotados: Ucrania y Alemania. Los siguientes podemos ser las naciones emergentes del Sur Global.
Las cuatro provincias que pronto se sumarán a la Federación de Rusia (a las que pronto se sumarán, con seguridad, Nicolayev y Odessa, aún en manos del gobierno de Kiev) son conocidas históricamente como “Nueva Rusia” (Novoróssia).
Trescientos mil nuevos efectivos bastan para defender las zonas hasta ahora ganadas por el ejército ruso en un frente de más de 1.000 kilómetros de extensión, quizás hasta para conquistar Odessa, pero para nada más. Como se espera que británicos y norteamericanos aumenten pronto la intensidad de la guerra, probablemente el año próximo a esta leva sigan otras. La guerra ha salido de la fase de precalentamiento y recién empieza a ponerse a tono con la dimensión de un conflicto mundial.
Rusia prevé tener que librar la guerra contra Occidente al mismo tiempo en Ucrania, el sur del Cáucaso (Armenia) y Asia Central. Esta previsión implica también que en el interior del país se acabó la laxitud de los últimos años. Un país movilizado requiere disciplina y control social.

Que la crisis europea y el alza de las tasas de interés son resultados de una política de recuperación del liderazgo norteamericano lo demuestra la reciente discusión sobre un documento reservado que la Rand Corporation habría sometido al gobierno en enero pasado. Rand es una gigantesca consultora de Washington que, financiada por el Departamento de Defensa, la CIA y la Agencia Nacional de Seguridad, desde hace más de sesenta años elabora recomendaciones estratégicas para el gobierno.
El documento comienza describiendo el estado de los Estados Unidos en la competencia entre las potencias y afirma que, mientras que Europa, liderada por Francia y Alemania (especialmente por esta última) se encuentra a la vanguardia de la innovación tecnológica y productiva, Estados Unidos se ha retrasado. Como consecuencia de su falta de competitividad y del traslado de sus inversiones productivas hacia China ha aumentado el déficit de su balanza comercial y su endeudamiento externo.

El secreto de la ventaja alemana, señala el texto, reside en la disponibilidad de energía rusa barata. Los vínculos entre Alemania y Rusia, por un lado, entre Alemania y China (por las inversiones germanas en el país asiático), por el otro, se han vuelto muy estrechos. Si Estados Unidos quiere recuperar la delantera –razona el documento-, debe romper esos lazos, para que Alemania no se pueda aprovisionar de energía barata y pierda su ventaja relativa. De ese modo declinaría el potencial de toda Europa.
El mejor instrumento para alcanzar ese objetivo es poner a Europa en guerra contra Rusia. Esto se puede alcanzar (recordemos que el texto fue datado en enero pasado) forzando a Rusia a una guerra contra Ucrania. Ahora bien, como, al derrumbarse la economía europea, la industria norteamericana perdería una demanda que su propio mercado tampoco puede satisfacer, la única rama industrial que podría desarrollarse sería la militar. Pero, para hacerlo, necesita guerras. Por eso, termina el documento, hay que llevar adelante una guerra interminable que asegure la inversión productiva de los trillones de dólares que están fluyendo hacia Estados Unidos.

La guerra entre Rusia y la Otan tiene hasta ahora cinco vencedores y dos perdedores. Rusia está venciendo, porque ocupó el 20% del territorio ucraniano, se sobrepuso a las sanciones occidentales, recompuso sus reservas externas, redujo al mínimo las pérdidas de su economía y está conquistando nuevos mercados. China, en tanto, está llenando sus depósitos y tanques con petróleo y gas ruso que compra con el 30% de descuento. India está ganando fortunas comprando petróleo ruso y revendiéndolo refinado y más caro a Europa. Irán, por su parte, está cobrando suculentos peajes por el pasaje de petróleo ruso hacia India y vendiendo miles de drones a Rusia, que los emplea con éxito en Ucrania. Estados Unidos, finalmente, ha liquidado la competencia europea, ha subido las tasas de interés, mejorando la cotización del dólar, y ha conseguido el aval de su Congreso para multimillonarias inversiones en la industria armamentista. Los grandes perdedores son, a todas luces, Europa (sobre todo Alemania), que está sufriendo pérdidas por aumento en los costos de la energía de las que no se va a recuperar por muchos años, y Ucrania, destinada indefectiblemente a desaparecer.
Pero allí no termina la guerra. Para afianzar su liderazgo dentro de Occidente y desgastar a Rusia, Estados Unidos necesita llevar una guerra prolongada, de amplio espectro y en distintos frentes a la vez. Washington no se atreve a atacar directamente a Rusia, porque teme la superioridad de sus cohetes hipersónicos, pero pretende desgastarla.
Rusia, por su parte, no sólo cuenta con su propio potencial, sino con una retaguardia cuidada por China y Corea del Norte, un flanco sur guardado por Irán y Siria y la neutralidad benevolente de India y Turquía.
Hoy puede preverse que la guerra aumentará su intensidad, apenas las nuevas tropas rusas entren en acción, y que se prolongará durante el año que viene. Ahora bien, cuanto más dure y se extienda esta nueva guerra mundial, más sufriremos las naciones del Sur Global. No podemos comerciar con quien nos convenga, para no herir susceptibilidades. El endeudamiento impuesto nos quita libertad interna y externa. La ruptura de las cadenas productivas aumenta los costos de nuestra producción. Y, finalmente, la guerra se libra también en el interior de nuestros países mediante partidos, servicios y organizaciones que responden a unos y otros. Sólo la acción mancomunada de las naciones emergentes puede devolver la paz al mundo. Cuanto antes, mejor.

Por Eduardo J. Vior
Analista internacional. Para Télam

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