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El anillo

domingo 18 de septiembre de 2022 | 6:00hs.
El anillo

Otra caminata de domingo por la mañana, esta vez no fue el petiso quien hizo volar mi imaginación, para los que no leyeron mi anterior relato el petiso es un perro más de la calle haciendo de las suyas que domingos atrás provocó la caída de un ciclista. En esta oportunidad mirando al piso veo un anillo de esos que usan ahora, de acero quirúrgico (vaya uno a saber).

Mi reacción inmediata fue alzarlo, y sin detener el paso lo observo, es pequeño de ninguna manera cabría en los dedos de la mano de un hombre, a menos que tenga diez años así que definitivamente es de una mujer joven, ¡una señorita! … ¿o no?, solo Dios lo sabe. Tiene grabados una estrella y una luna de forma alternada cubriendo todo su perímetro, debe tener más o menos un centímetro de ancho y por su diámetro cabría en el dedo pequeño. Lo miro nuevamente y comienzo a divagar… (me cuesta muy poco, soy demasiado disperso) ¿cómo llegó al suelo? Bien, las razones pueden ser muchas, la más simple y primera que se me ocurre es que le molestaba y lo mete al bolsillo que estaba agujereado y lo pierde sin darse cuenta… ¿pero, (siempre hay un pero) si le molestaba para que se lo puso?, no, esa no debe ser la razón, ¡tal vez se lo regalaron! Y luego de una discusión con su pareja tal vez por otra señorita ¡u otro caballero! ¿Por qué no?, la ofuscada dama le arrojó el anillo a su pareja dando así por zanjada la discusión. No conforme con mi conclusión pienso, tal vez la niña recibió el regalo de alguien que no nunca imaginó mientras esperaba en esa esquina a otra persona que se demoró porque no vino a tiempo el remisero que discutía el precio de un viaje con su pasajero anterior que estaba pasado de copas, entonces lo acepta gustosa y se marcha con el susodicho inesperado a la bailanta resultando que al salir de aquí ve de camino que su primer cita está a mitad de cuadra entonces se quita presurosa el anillo y lo arroja si mirar atrás. O tal vez simplemente tomó el anillo por compromiso y luego lo descartó porque era una baratija que no le gustaba, (sería muy descortés, pero bueno…) miro nuevamente el anillo, era brillante, muy llamativo y hasta delicado así que esta última opción queda descartada. De pronto recuerdo haber visto en una ocasión una señorita usándolo en el dedo medio pero del pie, obviamente con sandalias, ¡eso debe ser! seguramente el “petiso” salió a correrla y en la carrera lo perdió sin darse cuenta, (justamente estaba en la zona de acecho del “petiso”) era muy probable el perro era terrible y como si supiera que pensaba en él desde el otro lado de la calle me ladra anunciando su presencia y marcando territorio. Sin darme cuenta llevo ya más de la mitad de mi caminata con este cuestionamiento y de pronto al ver un muchacho joven caminar cabizbajo caigo en la cuenta de lo equivocado que pude estar… seguramente alguien lo compró para un regalo y lo perdió de camino quedando como un verdadero amarrete con su pareja que lo mandó a pasear porque él ya le había dicho que llevaba un regalo para ella… que tragedia… pobre niño, entonces me doy cuenta de que estoy volviendo por el mismo camino y más o menos cerca de donde lo encontré. Presto más atención al muchacho cabizbajo y veo que camina como buscando algo así que al llegar a su lado le pregunto sin dudar ¿perdiste algo nene?  Y me responde sin levantar la cabeza, si señor, un anillo que era para mi novia. Sin dudar metí la mano al bolsillo y le mostré el que había encontrado, los ojos del niño se iluminaron y cambió la mueca de disgusto por una sonrisa, ¿me lo puede devolver? Claro que sí, le digo, solamente estaba esperando que lo venga a buscar su dueño.


Inédito. Pereyra es oriundo de Buenos Aires, reside en Apóstoles. Tiene publicado los libros Cementerio de Almas, Viajeros y Atraco.

Damián Pereyra

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