En la mira

domingo 18 de septiembre de 2022 | 6:00hs.
En la mira
En la mira

Ricardo siempre fue un buen tirador. Tenía una puntería envidiable. Algunos decían que era capaz de pegarle un tiro a un picaflor a casi cien metros de distancia.

Hoy Ricardo estaba escondido, agazapado entre el follaje de la selva oscura. Hacía varios días que aguardaba la oportunidad de encontrar al yaguareté que venía haciendo estragos en la hacienda de las chacras vecinas y en la suya propia.

Una gota de sudor recorrió su frente y, lentamente, cayó hacia su mejilla. Ricardo no se movió. Había percibido la presencia del animal y la adrenalina fluía como nunca magnificando todo lo que había alrededor.

Un leve sonido provocó el alerta en los sentidos del tirador. Un animal se movía y se acercaba. Ricardo sacó el seguro de su arma y esperó. Uno, dos, varios minutos. Pero su presa había percibido el olor del peligro y se movía con pasos lentos, seguros.

¡Y allí apareció..! Pero para sorpresa del cazador no era el yaguareté que tanto estaba esperando el que asomó su hocico por entre las ramas. Era una venada. Obviamente sin cuernos, y por el tamaño de su panza estaba preñada.

Los pensamientos de Ricardo volaron hacia el pedido de su odiada madrastra. –Cazá algo, aunque sea para comer. Bueno para nada.

La habitual reprimenda  no hacía más que alimentar su ira. Paciente, Ricardo dejaba pasar los insultos y degradaciones.

Su vista volvió a posarse en la venada. Amartilló el arma, tenía a la presa justo ahí, en la mira. El silencio del cazador había propiciado que la hembra no tomara más recaudos.

En la mira del rifle se ubicaba la frente del animal. Era un disparo fácil. Lentamente el dedo índice fue adoptando la posición de tiro. De pronto, la venada  levantó la vista y sus ojos fueron directos a los ojos de Ricardo. Había cierta súplica en su mirar. Al menos eso pensó Ricardo.

Inmóvil, el animal parecía esperar su destino de muerte. El cazador dejó escapar un suspiro y bajó el arma. Algo le decía que no debía matar a la hembra. Y así lo hizo.

De disponía a salir de su escondrijo cuando vio al yaguareté que se aproximaba a la venada. El depredador también venía por su presa. Otra vez Ricardo sintió ese fuego interno que tienen los cazadores. Moviéndose imperceptiblemente apuntó hacia el felino. Tomó aire y tiró. La bala apenas rozó la oreja del yaguareté que, pegando un salto escapó hacia el monte. La venada hizo lo propio. El silencio del monte se sintió estremecido por ruido. Los animales huyeron y Ricardo esbozó una sonrisa.

Había errado el disparo a propósito. Un sentimiento de amor a la naturaleza se apoderó del hombre. A su manera había contribuido a mantener el orden del entorno. La venada probablemente tendría su cría y el yaguareté seguiría su rumbo. Cazando para comer no por el hecho de matar.

Ricardo salió de su escondite y se encaminó hacia la chacra.

A unos ochenta metros de la humilde y desvencijada casita observó a su madrastra que, fusta en mano, descargaba su resentimiento con el hijo de Ricardo. Lo golpeaba duramente a pesar que el niño estaba caído en el patio de tierra. Apenas tenía tres años.

-¿Qué pasó, gritó el hombre.

- Este gurisito de mierda, jugando con la pelota, golpeó la olla y el reviro se derramó en el piso, dijo la mujer que, desafiante, propinó un nuevo golpe a la criatura.

Ricardo levantó el arma. Apuntó y cuando tuvo el entrecejo de la mujer en la mira disparó. Un solo tiro. El impacto del balazo hizo retroceder a la mujer que, ya sin vida, cayó pesadamente mientras la sangre comenzaba a fluir sin control en su frente y en su nuca.

El hombre se aproximó a su hijo. Lo levantó y rápidamente se dirigió al monte.

Detrás quedaban el odio y el rencor. Por delante estaba la esperanza. Ya vendría el tiempo en que tendría que explicar que había pasado en la chacra. Ahora con su niño en brazos solo le preocupaba ir hacia un destino mejor.


Inédito. Reyna Allan reside en Posadas. Blog del autor: Poedismo

Guillermo Reyna Allan

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