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La lechuza amarilla

domingo 11 de septiembre de 2022 | 6:00hs.
La lechuza amarilla

En medio de la oscuridad, en el sigilo, resuena el silbido de un ave, atrae la atención y repite su canto de mal agüero. Sé que es ella acercándose al ventanal con su desagradable anuncio.

Con fuerza, empujo ambas hojas de las ventanas, para que al abrirlas asusten al portador y ahuyenten el presagio. Con la linterna, alumbro hacia afuera, miro, busco, alguna lechuza en un árbol, tronco, poste. Afino los oídos tratando de captar desde qué lugar viene la horrible profecía, capto la respuesta del silencio en una tranquila noche estrellada. Permanezco por varios minutos, tentando a la callada tenebrosidad. Como no obtengo respuesta cierro las persianas, Expuesto en sueños reales, irrumpen los interrogantes ¿Me advierte que el virus está esperando a qué le abra el portón? ¿Me augura que ya no lograré salir? Al no poder salir ¿Igual voy a morir de hambre porque se terminaron mis provisiones?

De pie y desafiante, camino hacia la puerta, tomo las llaves, miro la puerta, observo el ojo de la cerradura y un nuevo presagio me grita: — ¡No, no la ensartes! — Y señala — ¡Retírate, vuelve a la cama!  Acaricio el llavero entre mis manos, mientras voy sentándome en una silla, cobijado por el solitario encierro, rodeado de misterio que aparecen en las virósicas y fantasmales sombras del mal, burbujas rojas, azules, reales, contaminan y atrapan en un cuadro de tos seca, fiebre, dolor de garganta y el aire que no entra a mis pulmones, caigo de la silla sin respirar acurrucado sobre el piso en posición fetal.

Desconcertado, jadeante, sofocado escucho shs shs shs el presentimiento del pájaro de la noche.

Transcurren otros segundos y nuevamente shs, shs, shs, anuncia el final de un maldito sueño, la resonancia del celular que me despierta y el timbre del portón llamando, corro a recibir el desayuno que me traen al aislamiento. Con apuro ensarto la llave en la cerradura y abro la puerta, mis esperanzas de encontrar a un ser humano a quién decir, “¡Buen día!” se pierden en el momento en que veo afuera, sobre la mesa, abandonado, el recipiente con la comida. Me quedan las ganas de que alguien escuche mi voz, de saber que me entiende de que sé hablar todavía. Envidio a Robinson Crusoe en su isla desierta cuando dice “Aun la persona más seria hubiera sonreído al verme rodeado de mi familia. Comía como un rey en compañía de Pol, único autorizado a dirigirme la palabra… el loro”. Comparándome, evoco el recuerdo de estos días en que había domesticado a una mosca, le puse de nombre Juana, al encontrarla sobre el inodoro, comencé a charlar con ella, le conté tantas cosas de colectiveros, que amaneció muerta, dejándome nuevamente sin compañía y, lo peor, alguien con quién conversar. De repente la música del televisor me hace acordar a Haruki cuando dice “Volvió a sentir aquel dolor en el pecho. No era un dolor intenso. Era tan sólo el recuerdo de un dolor intenso…” “Qué se le va hacer — se dijo Tsukuru — Lo que ya de por sí está vacío se había vaciado aún más”.

Suspiro y vuelvo a suspirar, tanta veces hasta recobrar la serenidad, suavemente asiento en la silla mi obeso cuerpo de chofer, debajo de uno de los extremos de la mesa y el noticiero de la televisión descubre mi encierro, la paranoia amarilla quiere adueñarse de mi cuerpo, la resisto, la peleo y es mi mente quién me salva en la batalla del desconcierto y es ella la que dice: — Tranquilo, no le pasa nada a tu cuerpo, acabas  de despertar de un feo sueño — sonrío, extiendo el mantel, reviso los alimentos que acaban de traer, café con leche, tostadas y mermelada de durazno. Me siento bien, con hambre y contento comienzo a ingerir los alimentos

Escucho al periodista que vuelve a atemorizarme: El COVID ha matado a millones en el mundo entero… bla, bla, bla…

No chamigo, otra vez no, la lechuza se ha dormido, la noche se hizo día y la pesadilla en sueño y el sueño en un colectivero despierto aislado por la pandemia.


El cuento es parte del libro Relatos de colectiveros. Barchuk es fundadora de AELIJUM (Asociación de Escritores de Literatura Infantil y Juvenil de Misiones)

Ana Barchuk de Rodríguez

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