Plaza orgullo

domingo 04 de septiembre de 2022 | 6:00hs.
Plaza orgullo
Plaza orgullo

Cierto día, cuando el Corto Tel –que no medía más de metro y medio de altura- se disponía a regar las hortalizas de su huerta, notó que no le costaba ningún esfuerzo abrir la canilla que alimentaba la manguera de riego, entonces pensó: “aunque no alcanzo a tocar los timbres de las puertas, puedo abrir las canillas que están por lo bajo y eso me hace dueño del agua… ¡Qué orgullo siento de ser como soy!” y salió a las calles a expresar complacencia por su estatura invitando a todos los menudos a salir tras él y las calles se llenaron de cortos orgullosos de su tamaño.

Simultáneamente en otro punto de la ciudad, Extenso Longarinavidez, viéndose reflejado en la vidriera de la tienda cuán largo era, comentó para sus adentros: “Si bien me resulta difícil agacharme para abrir las canillas de riego, no tengo ninguna dificultad a la hora de tocar los timbres de las puertas y todos acuden a mí” ¡Qué orgullo siento de ser como soy!” y salió a las calles a expresar su orgullo y se alinearon detrás todos los largos del distrito.

No muy lejos de allí, el Grueso Montañeda observaba desde la ventana de su casa los nubarrones de tormenta que se amontonaban en el cielo y concluyó que de encontrarse en la calle le faltaría agilidad para correr a buscar refugio pero el vendaval no podría derribarlo fácilmente. ¡Qué orgullo siento de ser como soy! se dijo y salió a las calles a expresar regocijo por la solidez de su estampa y una infinidad de gruesos, orgullosos, se encolumnaron detrás.

Y en el sector opuesto reclinado en la ribera del río, el Fino Hilarión, contemplando los mismos nubarrones que se reflejaban en el gran espejo de la peluquería donde estaba siendo atendido, comentó por lo bajo “Aunque me cueste resistir al menor viento que sople a favor o en contra, podré cobijarme en la primer ranura que encuentre hasta que deje de soplar ¡Qué orgullo siento de ser como soy! y salió a las calles orgulloso de su estrechez seguido de un gran número de enjutos de la zona.

Así y todo lo notable fue que todos los orgullosos de la ciudad decidieron salir a las calles el mismo día y en idéntico horario exhibiendo pancartas y estandartes y haciendo sonar pitos, cornetas, tamboriles, redoblantes y todo tipo de objeto que aportara expresión y color a la gran demostración que estaban llevando a cabo. De este modo la vida se tiñó de orgullo.

Las ruidosas y coloridas manifestaciones se encontraron puntualmente una hora después en la plaza ingresando en ella por sus cuatro esquinas y a partir de allí todo fue un caos. Cortos, largos, gruesos y finos se enredaron en un griterío sin retorno. El orgullo descomunal de unos y otros se adhirió a los troncos de los árboles, trepó a las ramas y hojas, se dejó caer sobre los baldosones del piso, rebalsó la fuente, cubrió las aceras, inundó las calles laterales y se metió en todos los locales comerciales enclavados en sus postrimerías… El único lugar donde no pudo ingresar fue a la casa de gobierno.

Ocurrió que el orgullo proyectado a tan increíbles extremos llevó a los manifestantes a exigir a sus gobernantes que las canillas de riego se colocaran a mayor altura, que los timbres de las puertas de las casas no fueran autorizados a menos que se fijaran a un metro del piso, que se regulara la velocidad de los vientos y que se dispusiera la ubicación de ranuras en todas las paredes de la ciudad. El gobierno no quiso escuchar los reclamos porque tenía otras prioridades… deberían complacerse los requerimientos del único orgullo que no estaba representado en la plaza y mandó a la infantería y a los bomberos a dispersar el griterío.

Muy pronto los chorros a presión de las mangueras y los gases lacrimógenos hicieron estragos en las filas de los orgullosos y abrieron grandes claros en distintos puntos de la plaza. Así, grupos maltrechos de individuos desengañados, mojados y llorosos emprendieron el retorno por las calles que los habían llevado a la plaza, preguntándose en qué lugar de la tan intrincada democracia habían quedado sus tan humanos derechos de manifestar orgullo por la condición de SER y la sana costumbre de PETICIONAR a las autoridades.


Nielsen es cuentista, poetisa y compositora de música. Tiene varias publicaciones y participó en antologías.

Norma Nielsen

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