Habitación 207

domingo 28 de agosto de 2022 | 6:00hs.

¡No me lo vas a creer! ¡No sabés lo que me pasó!

Más de una vez hemos comenzado cuando nos pusimos a contar historias o sucesos que nos tuvieron como protagonistas. Nuestra aseveración creo que se refuerza porque ya saben “en boca del mentiroso, lo cierto se hace dudoso”.

Y esto ¡No me lo vas a creer!

Como habitualmente lo hago, me dispuse a participar de un encuentro de escritores en una conocida ciudad de nuestra provincia. Si bien los organizadores habían conseguido albergue gratuito para los participantes, por mi cuenta decidí hospedarme en un hotel de nombre similar a un pan dulce. Hice la reserva y el conserje me comunicó que se me había asignado a habitación 207.

Viajé para el evento muy entusiasmada, y que iba a presentar uno de mis libros y además era el primer encuentro de escritores post pandemia, así que la expectativa de volver a encontrarnos después de dos años de no vernos aumentaba considerablemente las emociones.

Llegué y fui directo al Hotel, me dieron la llave y fui hasta la habitación, dejé todas mis cosas, me di una ducha y me fui al lugar donde se desarrollaba la primera jornada.

Compartimos la presentación de libros, risas, charlas, almuerzo, merienda y cena.

Alrededor de las doce de la noche, cual Cenicienta, regresé al Hotel.

Al presentarme la encargada se puso pálida, como si hubiera visto un fantasma. Yo pedí la llave de mi habitación, y no me la quiso dar. Fue y vino, subió y bajó las escaleras sin poder darme ningún tipo de respuesta. A esa altura de los acontecimientos yo por mi cuenta subí hasta el segundo piso, a la habitación 207 y ¡No me lo van a creer!, como el cuento de Ricitos de Oro, ALGUIEN había dormido en mi cama!, se había duchado en mi baño, usado mis toallas, mi bata. Estaba espantada, y con un espíritu detectivesco toqué la almohada y las sábanas… estaban tibias.

Desaforadamente salí de la habitación a los gritos ¡ALGUIEN DURMIÓ EN MI CAMA!

Paradójicamente, en la puerta y en los pasillos habían carteles que decían

“Cumplimos con todos los protocolos sanitarios-Use barbijo”

¿Protocolo sanitario? Y alguien durmió en mi cama. Alguien ocupó mi habitación. Nadie supo darme respuesta, nadie. La chica de conserjería temblaba y me pedía perdón. Yo furiosa no entendía razones. Quería saber quién fue el bello durmiente. Exigí otra habitación. No había. Así que tuve que volver a la 207. Cambié las sábanas, pedí otras toallas. Me di una ducha y me acosté.

Cuando me levanté, vi debajo de la cama un calzoncillo color azul.

Que loco, una versión aggiornada del cuento de mi infancia. Pensé voy a salir a buscar a su propietario. Ya menos furiosa y más jocosa, bajé a desayunar y empecé a mirar a cuanto varón anduviera por ahí. Tenía que revelar el misterio de la Habitación 207. Descarté al jardinero, al chico que atendía el bar, al sereno, pregunté a todos ¿Anoche dormiste en la 207?

Nadie me dio la respuesta afirmativa.

El gerente del hotel, a modo de disculpas por la agitada noche, no me cobró el alojamiento. Yo me quedé con el accesorio de color azul.

Y esa noche, en el Hotel, en la 207, esperé vanamente a mi Ceniciento, que no volvió a buscar su delicada prenda.

Isita Silveira de Andrade

Inédito. Silveira de Andrade reside en Leandro Alem. Autora del poemario “Desnudos Versos Cotidianos” y del libro de Cuentos “Navidades, cuentos para niños y no tan niños”. Delegada de la Sociedad Argentina De Escritores Filial Misiones entre otros libros

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