Educación en la selva y en Argentina hoy

miércoles 17 de agosto de 2022 | 6:00hs.

”¡Si nuestras familias viven en la selva, nuestra misión es cuidarla y conservarla! De no ser así, sufrirán las consecuencias las generaciones venideras”.

El Chamán, de cabellos blancos e indescifrable edad, se refirió a la beldad de la fronda en una de sus alocuciones mientras la tribu escuchaba en silencio: ¿Cuántos entornos de belleza presenta la selva? Inimaginables, ya que cada rincón selvático de por sí es un presente que regala la naturaleza a los sentidos. Los ojos no solo perciben el estallido de los colores vegetales, aprecian los variados plumajes de las aves, el pelaje de los animales y de los variopintos insectos que bien representados están en las miles de mariposas revoloteando por doquier. Cerrándolos, escucharán diferentes sonidos de seres grandes y pequeños haciéndose oír en distintos decibeles. Olerán aromas, ¡los aromas de la selva! No hay chamán o brujo que pueda crear los perfumes de las flores en exposición de fragancias, ni del simple jazmín ni del exótico mburucuyá. La selva es la obra maestra de Tupá en la tierra y nos eligió para que la habitemos con gozo. Al tener hijos y multiplicarnos somos parte de ella, por eso todo invasor que la destruya, nos destruye a nosotros.

Imbuidos por el cuidado de la selva, los jesuitas se inspiraron en diseñar las quintas, lugar convertido en el paseo preferido de los jóvenes y de las parejas que se iban formando en los pueblos de las Misiones. Porque las quintas, producto de la labor del hombre en forma planificada, había transformado el lugar selvático en espectacular parque artificial, respetando en el ordenamiento los cuidados de la naturaleza: “tumbo un árbol y planto otro”. Disponía de un espacio rectangular sembrado con cuantas verduras, hortalizas y tubérculos anuales podía dar la tierra. Una amplia calle central daba paso hacia otra similar cubierta de pastos cortados al ras del suelo; calle que separaba el huerto de las plantaciones perennes, cuyos árboles distribuidos linealmente y a distancia regular daban perfecta armonía al vergel. El plantío de la derecha, destinado a los cítricos, largaba con más potencia el perfume de los naranjos florecidos. Por el contrario, el de la izquierda, emitía mixturas de olores provenientes de las paltas, guayabos, nísperos, mangos, manzanos, duraznos y de otras variedades que daba gusto percibir. Un arroyo circundante de aguas cristalinas recorría el área parquizada hacia el Gran Río, brindando frescura en su trayecto y un sistema de regadío mediante intrincados canales artificiosos humedecía la tierra. Para rematar, miles de hambrientas avispas atacaban las flores para extraer su polen y convertirlo en el néctar más exquisito que puede dar la naturaleza. De manera que todo el parque sintetizaba la reproducción de un pequeño edén, si se quiere, un pedacito de paraíso terrenal, ideal para el paseo de las parejas. En el tiempo de la cosecha de miel, El Chamán solía reflexionar: “Cuando alguien conozca al creador de las flores y las avispas, estará en presencia de Tupá”.

Parejas de enamorados caminaban por el paseo de los citrus, admirado por la armonía y disposición de los árboles frutales dispuestos en líneos perfectos. Se podía apreciar desde cualquier punto la rectilínea formación hasta donde pudiera alcanzar la vista. La coincidencia simétrica se daba también con los árboles del ala izquierda, conforme a la técnica aplicada por los Jesuitas mediante la cual utilizaban cintas de ciento veinte metros de largo formando cuadrados. Cada doce metros una marca en el suelo indicaba que allí los poceros debían cavar para que después la dotación de plantadores alojara los plantines traídos del vivero. Luego, la misma tarea se repetía con las cintas en el cuadrado de al lado y en los siguientes. Así, pacientemente, uno tras otro llegaron a completar 200 hectáreas de cultivos. Al lugar también concurrían los maestros jesuitas con sus alumnos para enseñarles en forma práctica figuras geométricas. Tres árboles paralelos y dos en los extremos formaban el rectángulo. Cuatro árboles el cuadrado. Tres en líneos y dos en la base el triángulo. De esa manera, podían formar trapecios, poliedros o lo que viniera al caso usando la imaginación. Un método de enseñanza aceptable en el medio de la selva. Esto como método de recreación aprendiendo, porque en las aulas la enseñanza era completa, de manera tal que de allí salían los futuros maestros que también debían saber latín. Andrés Guacurarí es un ejemplo, aunque estudió con los Franciscanos después de la expulsión de los jesuitas. Y a estos, el reconocimiento por haber fundado la primera universidad argentina en Córdoba.

Más acá en el tiempo, fue Sarmiento el gran paladín de la educación en Argentina, tanto es así que nuestro país fue considerado el bastión de la ilustración pedagógica de Latinoamérica. Lastimosamente, a partir de la democracia reconquistada, estos altos niveles educativos retrocedieron hasta alcanzar paupérrimo estado en el año 2022.  En el informe del operativo Aprender realizado en 2021, da cuenta que en 23.000 escuelas aumentó la cantidad de alumnos de sexto grado con muy bajos conocimientos en matemática y lenguaje. Además, por la tremenda desigualdad social, la cantidad de alumnos con escasa instrucción es cuatro veces mayor entre los alumnos de nivel socioeconómico “bajo” comparado con el de los alumnos de nivel “alto”. Eso en los que estudian; no dan cuenta de los miles de chicos que viven promiscuamente en los niveles más bajo de pobreza sumidos y hacinados en casillas sin cloacas ni agua corriente, carente en su mayoría de luz eléctrica. 

 Ante esta catástrofe educativa, un comunicado del Episcopado argentino expresa: “no podemos permanecer indiferentes al dolor de las familias más humildes que ven pasar el tiempo en que sus hijos que debieran ser escolarizados, no tienen posibilidad de remediar una realidad que podría evitarse si se retoma los reconocidos logros de la educación pública de los dos siglos que nos precedieron”. 

Aquello era así.  Fue el tiempo donde al maestro se lo respetaba, tenía la misma jerarquía que un médico y, a la escuela, se la consideraba un segundo hogar.

¿Que opinión tenés sobre esta nota?