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Las crisis económicas, ¿son casuales o necesarias?

jueves 11 de agosto de 2022 | 6:00hs.
Las crisis económicas,  ¿son casuales o necesarias?

Haciendo un poco de historia, parecería que la historia del capitalismo es una historia de sus crisis: 1890, 1930, 1971, 1994-1998, 2001-2003, 2007-2008, por mencionar las principales. Karl Marx afirmaba que el capitalismo evoluciona por crisis. Por lo tanto, según él, éstas no serían accidentes, sino que constituyen una dimensión necesaria: explican su desarrollo y su evolución, aunque en cada una de ellas las aparentes causas sean diferentes.

Un notable analista argentino de estos fenómenos, Juan Carlos Herrera, considera que la actual crisis mundial, iniciada con la pandemia de Covid 19 y seguida por la guerra Rusia-Ucrania, no es otra cosa que la agudización de la confrontación geopolítica y económico-comercial entre una potencia en declinación –Estados Unidos– y otra que lenta pero firmemente viene consolidando su ascenso –China–, sin desconocer el protagonismo geoestratégico de Rusia, los reacomodamientos de la Unión Europea y las restricciones que operarán sobre las políticas de desarrollo de las naciones. emergentes (como Argentina).

Herrera cita que ya Karl Marx afirmaba que el capitalismo evoluciona por las crisis; “que el orden global exhibe indicadores más que preocupantes en los niveles de concentración de la riqueza por una élite privilegiada”. La riqueza del 1% más rico de la población mundial, según el Informe Oxfam 2020, corresponde a más de dos veces la riqueza del 90% de la población mundial, mientras que 2.153 personas poseen más riqueza que el 60% de la población mundial. La revista Forbes del 31 de diciembre de 2020 afirmaba que la fortuna de las 10 personas más ricas del mundo había crecido en 540.000 millones de dólares en nueve meses, al mismo tiempo que hay más desempleo, pobreza, marginalidad social, migraciones, violencia y precariedad de la vida social. En otras palabras: globalización económica sin globalización social ni gobernanza política: capitalismo para pocos y miseria para muchos”.

Esto –paradójicamente– que parece ser exclusivo del nivel mundial, también se refleja en la Argentina: sostiene Herrera que primero, en lo económico, la especulación ha subordinado las estrategias productivas al crecimiento de la renta financiera y tecnológica; por lo tanto, la viabilidad del desarrollo industrial depende del cofinanciamiento público a través de regímenes laborales precarios y exenciones fiscales e impositivas.

Segundo: el Estado, a su vez, se convertiría en agente compensador de la deserción empresarial de sus obligaciones fiscales, y al mismo tiempo facilita el proceso de valorización del capital vía flexibilización laboral y reducción de ingresos de los sectores medios y bajos para mantener los niveles mínimos de acceso a bienes y servicios esenciales.

Tercero: la sociedad percibe la impotencia del Estado para garantizar el acceso y la calidad de los servicios públicos esenciales y el desconocimiento de sus derechos por instituciones públicas colonizadas por intereses particulares y corporativos. Es el caso de los “poderes judiciales”, los servicios de fiscalización y de seguridad, con gestiones ineficientes, clientelares y no pocas veces captadas por la economía criminal, como buen ejemplo: las acciones judiciales propias del ‘law fare’.

Los poderes fácticos maximizan sus apuestas, mientras el resto de la población debe adaptarse a estas condiciones disponibles para sobrevivir. Privilegio y necesidad: esa es la cuestión, esa es la “grieta” que muestra la imposibilidad del diálogo y de los consensos, mientras no sea efectiva la vigencia de los derechos individuales, colectivos y sociales para fundar un “orden de derechos democráticos.

Asistimos a una ruptura de los equilibrios sistémicos entre las dinámicas de la economía, la política y las sociedades. El mito del mercado intenta sustituir las reglas de la competencia por la práctica oligopólica, y los Estados se limitan a la contención de daños sociales, mientras las sociedades se fragmentan en pujas por la supervivencia. Se trata de una situación excepcionalmente crítica, una verdadera “crisis civilizatoria”, en la medida que esta civilización ya no puede ofrecer soluciones a los problemas que ella misma está generando.

No hay respuestas únicas y acertadas para el corto y mediano plazo, sino la invitación a explorar y sumar y voluntades e inteligencias de cambio. Juan Carlos Herrera opina que, en principio, hay que renovar el concepto y práctica de la política hacia una suerte de implementar una “renovación ética de lo público”, conciencia de lo “común” y compromiso con políticas públicas orientadas a la obtención de los bienes comunes y universales: ingreso, salud, vivienda, consumo, educación y conocimiento. Ese es el complejo y contradictorio escenario actual del gobierno nacional, incluso haciendo aparecer fisuras internas en los dos frentes que aspiran a competir en el 2023 por la presidencia de la nación y los legisladores de ambas cámaras legislativas nacionales.

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