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Adán y Eva desalojados

domingo 31 de julio de 2022 | 6:00hs.
Adán y Eva desalojados

Después que fueron echados del paraíso terrenal, Adán se había encerrado en un mutismo. Tenía una rara sensación. Eva le había reprochado su falta de iniciativa. Desde que comieron la fruta prohibida. Adán, no obstante haberse vuelto un apasionado trasgresor, sentía fastidio hacia la decisión de su Creador de haberlos desalojado del Paraíso. Ya nada era igual. Los árboles se habían vuelto arbustos raquíticos que no daban frutas ni flores. Los animales se mostraban agresivos y especialmente los insectos se ponían molestos en todo momento. Tenía que recorrer largas distancias para conseguir una rama o raíz que fuera más o menos apetecible. Y para colmo de males, Eva engordaba día a día y solo pedía que le buscara comida. Si no lo hacía, se irritaba y comenzaba a proferir gritos amenazantes. Esa mañana, Adán recorrió un extenso camino para llegar a su lugar preferido, adonde le gustaba ir a reposar. Pero esta vez, su intención era otra. Quería hablar con su Creador. No lo había hecho desde que salieron del Paraíso. Al llegar, se detuvo, y mirando hacia el cielo dijo: -Señor, Señor. Te ruego que me escuches. Sé que hemos pecado. Comimos la fruta prohibida. ¿Pero qué podíamos hacer? Según Eva, nosotros no tenemos culpa alguna. Porque, Señor, fuimos tentados a pecar. Y necesariamente, en algún momento, íbamos a sucumbir a la tentación. Por eso no entiendo por qué fijaste la prohibición. Pero lo grave, Señor, es que el castigo es muy duro. Ahora me paso caminando para conseguir comida. Y la tengo que compartir-. Esperó un momento, pero nadie respondió. Volvió a hablar, pero nada. Entonces, Adán, decepcionado, inició el regreso. Al llegar al lugar adonde estaba Eva recostada en un arbusto, le dijo:

-Apenas conseguí estas raíces que son algo jugosas. La mayoría de las ramas están secas.

Eva le contestó: -Adán, sos un inútil. De qué me serviría tener antojos si sos incapaz de conseguir nada. Oh, este embarazo mío. Qué molesto. Y ni siquiera puedo hacerme una ecografía para saber si será nena o varón... Si se hubiera inventado el ecógrafo. Pero nada. Fijate que en lo único que marcamos rumbos es en que tenemos una relación de pareja. Y esto se va a dar recién muchos siglos después, cuando ya la gente repudie el matrimonio. Pero no te enojes, Adán. Vení, acá, al lado mío. No quiero verte triste. Te aseguro que cuando nazca el bebé vas a darte el gusto de jugar. Y vamos a aprender a reír, a reír juntos. Eso es algo que todavía no aprendimos.

Adán, más confiado, preguntó: -¿Y por qué no nace ya? ¿Por qué hay que esperar tanto?

-Adán -dijo Eva- tu inocencia me conmueve. Los niños tardan un tiempo para nacer. Porque tienen que pasar nueve lunas. Y todavía faltan varias lunas. ¿Sabés cuánto me hubiera gustado vivir en el mundo del futuro? En el que todo ya se ha inventado. Cuando ya exista el confort... Mucho más adelante. Cuando haya píldoras anticonceptivas y pueda librarme de andar con la panza…

-Pero entonces, Eva, ¿adónde queda eso de que debemos crear la humanidad?

-Claro, Adán. Pero me revienta también que yo tenga que cargar esta panza y vos nada.

-¿Por qué no le preguntás eso al Creador...?

-Adán, él defiende a los de su sexo. ¿Te das cuenta que vos tampoco tenés los días difíciles que tengo yo? Pero hablemos de otra cosa. Ya que no hay frutas ni flores, ¿no podríamos dejar de ser vegetarianos? Podés cazar algún animal y nos comemos la carne. ¿Te parece?

-Eva, Quiero preguntarte algo. ¿Cómo sabés tantas cosas que yo no sé? Y yo soy mayor que vos.

-Es que así debe ser. El hombre debe ser mayor. Pero te explico. Vos tenés cinco sentidos. En esto influye el material de que fuimos hechos. A vos te hicieron de barro. El barro es algo sucio y pegajoso. Esto los va a definir por siempre. A mí, en cambio, me hicieron de una costilla tuya. De carne y hueso. Para que yo fuera creada, te quitaron algo tuyo. Por eso las mujeres siempre vamos a estar quitándoles algo a los hombres, lo que sea. Y para ello estaremos dotadas de un sexto sentido. Ese sexto sentido nos va a permitir percibir cosas que ustedes ni lo pueden soñar.

-Decime Eva, ¿por qué no somos iguales?

-Por la misma razón. Fuimos hechos con distinto material. Pero es bueno que seamos distintos. Si no, sería como el refrán, pan con pan, comida de zonzo. Gracias a que somos distintos podemos disfrutar juntos. O no te agrada.

-Me encanta. Pero hay circunstancias que nos igualan. Por ejemplo, el no tener mamá ni papá. El no haber tenido infancia.

Eva lo interrumpió: -Y que cuando se festeje el día del padre o de la madre, no vamos a tener que gastar en regalos. Además, si en algo puedo sentirme feliz, es que por siempre seré la única mujer del universo que se libró de tener suegra, viva o muerta. ¿No te parece maravilloso?

Adán no salía de su asombro ante los razonamientos de Eva. Se sentía mal. Porque Eva podía captar cosas que a él le eran imposibles. Le impresionó lo que dijo sobre el sexto sentido. Y entonces, su curiosidad pudo más que su descontento. Y preguntó: -Eva, ¿qué es eso del sexto sentido?

¿No lo sabés? Bueno, te explico. Vos y yo y todos los seres que nazcan de nosotros, es decir esa humanidad que estamos creando, vamos a tener cinco sentidos: el del gusto para sentir el sabor de lo que nos llevamos a la boca; el del olfato, para sentir olores con la nariz; el de la vista, para que podamos ver lo que nos rodea con nuestros ojos; el auditivo, que nos permite oír los ruidos con el oído; y el del tacto, que nos deja sentir lo que toquemos. -A la vez que explicaba, iba mostrando cada parte del cuerpo que nombraba-. Son cinco, ¿ves? Y el sexto sentido, es el que vamos a tener solo las mujeres, y nos va a permitir percibir, ver y sentir detalles más profundos que los de tu sexo, ni se van a dar cuenta.

Adán estaba absorto. Cada vez comprendía menos. - Podrías explicarme de nuevo, Eva... -Llegado a este punto, el protagonista se rebeló-. No. Esto no puede ser. Yo soy Adán, tu personaje y tengo cosas que reprocharte...

-¿Que sos Adán, el protagonista de este cuento?

-Sí. Y debo decirte que disiento con el papel que me asignás. Es demasiado evidente tu feminismo. Eva es la superdotada. Y yo que...

-Pero Adan, no es feminismo. Es que la mujer es así. Es perceptiva. Intuitiva, solo que siempre fue relegada a un segundo lugar.

-Ves, allí definís tu resentimiento con los hombres. Además, como Adán, soy un personaje bíblico. El primer hombre de la humanidad. El primer ser humano de la Creación. ¿Leíste alguna vez la Biblia? ¿No te convendría leerla?

-Adán, acá sos solo el personaje de un cuento. Y creo mi derecho definir el perfil de mis personajes.

-Todo lo que puedas argumentar, no va a convencerme. Yo soy un personaje bíblico. El mundo entero dependía de lo que yo hiciera o dejara de hacer. La humanidad me lo debe todo.

-Bueno, debo terminar el cuento. Te ruego tengas paciencia. Continúo.

-¿Cómo era eso del sexto sentido?

-Te explico, Adán. Las mujeres, mediante el sexto sentido, vamos a ser intuitivas, vamos a poder predecir cosas, ser delicadas y sensitivas.

-Pero es que a mí también me gustaría ser así, Eva.

-No Adán, por favor. Los hombres que tengan esa sensibilidad femenina van a recibir un calificativo muy degradante. Van a ser aquellos que reniegan de su sexo y quieren ser mujeres. Ni lo pienses, por favor, Quedémonos como estamos. Evo, el primer hombre de la Creación y yo la primer mujer. Seamos distintos Adán. Eso nos hace felices. -Se abrazan efusivamente.


El relato es parte del libro Luna de nostalgia. Bosco Demarchi nació en Posadas. Fue docente y taquígrafa parlamentaria. Falleció en el año 2020

 Josefina Bosco Demarchi

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