Las brujas, como las maldiciones, ¿existen?

miércoles 27 de julio de 2022 | 6:00hs.

Una vez escribí sobre la creencia de los argentinos respecto a la democracia reconquistada en 1983. Supusimos que por inercia traería soluciones a todos nuestros males. Quienes pensamos así, nos equivocamos de cabo a rabo. Pues la democracia edifica ilusiones, pero no las concreta, son los hombres encargados de construirla. Es el sistema prevaleciente hasta hoy día en brindar la posibilidad, entre los demás regímenes conocidos, de convivir socialmente y debatir en libertad la mejor manera de ofrecer propuestas, enmendar errores y lograr soluciones aún en el disenso. Es un medio de pelea constante, sin facilidades graciables ni resultados seguros, y exige el esfuerzo mancomunado de todos.

¿Qué nos deparó esta democracia que supimos conseguir? Entre otros, la hasta ahora irreversible globalización de la economía mundial con todas las consecuencias que ello implica, en especial, el crecimiento acelerado del comercio internacional. Significa que debemos luchar dentro de este estatus de relaciones y competencia comercial. En esa dirección podemos imponer la velocidad de una liebre o el ritmo de la tortuga y, entre ambos, el punto de aceleración siempre responderá a nuestro albedrío.
La democracia nos indujo a la brillante idea de engendrar el Mercosur, como el modelo de asociación que abra el camino en busca de la tan ansiada unidad Sudamericana.  Pues bien, ahí nació el Mercosur y expectante lo vimos crecer. Al principio pareció un adolescente, creció de golpe y anduvo torpe y a los tumbos buscando erguirse. Conspicuos políticos se animaron a pronosticar: “el Mercosur encontrará el equilibrio al superar las asimetrías y alcance la edad del régimen cero de los controles aduaneros”.

Lamentablemente no solamente estos factores impidieron su correcta postura. Se sumaron las peleas por la contaminación ambiental de las pasteras uruguayas y la toma de los puentes entrerrianos. Hace un tiempo, entre misioneros y correntinos, hacíamos fuerza para que la empresa chilena Bosques del Plata, la mayor forestadora de la región, se inclinara a construir su proyectada planta celulósica en una u otra provincia. Después de la postura del ex Presidente de la Nación contrario a la construcción de las pasteras, los uruguayos ya llevan construidas tres hasta el presente y exportan el triple de pasta celulósica que Argentina; posicionándose como uno de los principales exportadores mundiales de celulosa de fibra corta, concretando ventas externas en 2021 por valor de 1.266 millones de dólares.

En nuestro presente, el Mercosur, fundado en 1991, nunca logró su postura normal y parece agrietarse como si una maldición lo acechara. No obstante, hacia allá fue nuestro mandatario nacional como presidente pro tempore de los Jefes de Estado del organismo multinacional. a la que no asistió el brasileño Jair Bolsonaro, porque a Brasil, al parecer, no le interesa la posición encorsetada en que ha quedado.  En la cita-cumbre del Paraguay, Alberto Fernández entregó a Uruguay la presidencia pro témpore del bloque para el próximo semestre, enrarecida por las tensiones con Brasil y también por el anuncio realizado por Uruguay sobre los avances del unilateral Tratado de Libre Comercio con China. En la cual se sintió el impacto demoledor del presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou, anunciando el avance de las negociaciones directas con Beijing, resquebrajando el Mercosur.

En nuestra rica historia misionera y guaraní, se recuerda que el 11 de marzo de 1641, se libró la batalla anfibia más cruenta de la época sobre el río Uruguay. Derrotando a la marabunta bandeirante que traía el propósito de esclavizar a miles de indígenas y anexar al imperio lusitano las tierras conquistadas: Mesopotamia, la Banda Oriental y el Paraguay que, de allí en más, quedaron libres para siempre de todo asedio.

En la segunda quincena del mes de enero de 1680, el portugués Manuel Lobos, gobernador de Río de Janeiro, como un adelantado más fundó la “Nova Colonia do Santíssimo Sacramento” en tierras perteneciente a España, constituyendo el primer asentamiento europeo y la primera ciudad en lo que hoy es la República del Uruguay. Advertido el gobernador de Buenos Aires, José Garro, temeroso pidió socorro al ejército de las Misiones Jesuitas, vencedor de la batalla de Mbororé. Y allá fue el ejército misionero como marabunta hambrienta que, a la orden de *a la carga*, destruyeron la Colonia allí fundada, recuperando la tierra usurpada.

El sol a las ocho de la mañana de aquel martes 10 de febrero de 1756 en Caibaté, enardecía la pasión del ejército misionero compuesto por dos mil hombres.  Se hallaba en posición de combate esperando al unido ejército profesional de españoles y lusitanos que les doblaban en número, pues los tercos misioneros se negaban a entregar los siete pueblos al oriente del río Uruguay, a cambio de Colonia de Sacramento cedido por España al Imperio Lusitano de manera claudicante por el Tratado de Permuta. Fue la última batalla de la guerra guaranítica y con ella fenecía para siempre la patria misionera, pero antes el Mburuvichá lanzó esta terrible maldición: ¡Escuchen, malditos portugueses y españoles! Hasta ayer, enemigos; hoy, unidos para destruir y hacer el mal a gente humilde y sin maldad, a ciudadanos que viven en libertad por la gracia de Dios. Se unen circunstancialmente por codicia sin conformarse con lo que tienen, y cual avaros desean más y más, en la creencia de que la felicidad reside en la riqueza material. Ahora nos echan de nuestras tierras que supimos labrar con dignidad; de nuestra Nación constituida sobre la base de una sociedad comunitaria en los treinta pueblos misioneros, pero a ustedes también los echarán en un futuro, y no por trabajar la tierra dignamente, sino por absolutistas, por mezquinos, por ladrones y asesinos de inocentes. Hoy ustedes destruirán nuestra nación, ¡Por eso, maldito los maldigo!

Las brujas, como las maldiciones existen. Tal vez, por eso, en países sudamericanos y en nuestra argentina la maldita grieta, como una maldición, desune.

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