Padecía retraso madurativo

Jairo, toda una vida en el hospital y nadie preguntó por él

Era uno de los pacientes más antiguos. Llegó muy joven al Carrillo y murió el mes pasado, con 60 años. Jamás pudo ser externado porque no se encontró a su familia
domingo 24 de julio de 2022 | 6:05hs.
Jairo, toda una vida en el hospital  y nadie preguntó por él
Jairo, toda una vida en el hospital y nadie preguntó por él

Llegó al hospital entrada la década del 80 con 18 años; tenía DNI, lo cual era todo un mérito por esos tiempos dado que muchos pacientes crónicos literalmente llegaban hasta allí a dedo o luego de estar deambulando, en camiones que los trasladaban de un lugar a otro, sin tener ninguna identificación, sin siquiera saber su nombre de pila o lugar de origen.

Jairo fue el sobrenombre asignado en referencia a su capacidad de enamoramiento. Tenía retraso madurativo y cuando se ponía bravo amenazaba con volver a Open Door.  Actualmente, Open Door es una localidad del partido de Luján, provincia de Buenos Aires, que se formó a partir de la construcción del hospital psiquiátrico, que inauguró el doctor Domingo Cabred a principios del siglo XX.

“Todo lo que contaba tenía sentido, sus relatos hacían referencia a Buenos Aires así que creemos que se escapó de allá y se vino a Misiones, pero jamás nadie preguntó por él”, comentaron las trabajadoras sociales. El día que arribó al Carrilo estaba con un amigo, que a las pocas semanas se fugó y no volvieron a saber de él.

Pero Jairo se quedó, adoptó los pabellones como su hogar y finalmente murió el mes pasado con 60 años. Cobró religiosamente su pensión, se enamoró dos veces, no obstante nunca recibió una visita o un llamado de un familiar. Nadie lo buscó.

Se fue de este mundo terrenal sin lazos familiares más que aquellos que construyó entre las paredes de la infraestructura ubicada por ruta 12.

Clara todavía lo llora. Era su amiga del pabellón Geronto Psiquiátrico. La señora es de edad avanzada, y está en silla de ruedas. En tanto, Jairo iba todas las mañanas hasta donde ella estuviese para cebarle mates, se hacían compañía aunque no hablaban.

Hace señas a los enfermeros preguntando por él, porque ya no va a su pabellón. Intentan explicarle que murió, que se fue al cielo y cuando gesticulan con las manos, ella se agarra la cabeza, cierra los ojos y niega. “No quiere entender que ya no está y llora, sufre”.

La imagen hace que todos los que lo conocieron y se encariñaron con Jairo también padezcan su ausencia. Es inevitable. Los pacientes crónicos terminan siendo parte del equipo.

La anécdota seguida de risa busca imponerse a la tristeza, Jairo se convirtió en una leyenda. Sus andanzas se mantienen vivas gracias al relato hablado, de boca en boca pasan sus ocurrencias entre pacientes y personal las andanzas de Jairo.

“Una vez vino a verme muy serio, me planteó que estaba enamorado pero tenía problemas de pareja, que necesitaba de mi ayuda. Le dije ‘vengan los dos mañana a mi oficina y hablamos, a ver cómo te ayudo’. Efectivamente al día siguiente, fueron los dos a verme, cuando vi a la paciente me di cuenta de lo que pasaba. La reconocí, era sordomuda. Y él me decía ‘ves que no me habla, no me hace caso’. Le expliqué que no lo hacía de mala, no podía, tenía una enfermedad, era muda”, contó la psicóloga, Olga Acevedo, quien no puede evitar sonreír cuando lo recuerda. La cara se ilumina. 

 

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