viernes 29 de marzo de 2024
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Para un abandonado gato tuerto

domingo 24 de julio de 2022 | 6:00hs.
Para un abandonado gato tuerto

Eran cerca de las nueve da la noche, llovía mucho, y hacía tanto frío que el ambiente todo era una sola masa de aire helado. Las calles eran la imagen misma del destierro de la vida. Estas noches son habituales en que aprovecho escribir, siempre las noches oscuras y desoladas me resultan atractivas para elaborar alguna historia con tintes pesadillezco. Estaba zambullida en un escrito, cuando de pronto siento suaves ruidos en el patio del frente de mi casa, “Debe ser el gato gris que andará buscando refugio para pasar la noche, o quizás sea el blanquito” pensé. Lo cierto es que no tengo gatos propios, todos los gatos del barrio son un poco mío, les doy de comer, y el garaje es el mejor lugar para ellos dormir, y más aún arriba del auto, no me gusta, pero bueno, ahí duermen. Me dispongo a continuar escribiendo…

Al poco tiempo, siento un rasguño manso por la puerta, y un tembloroso miau, miau sonó en el medio de mi calmoso silencio. Un hilo de aire frío se coló por la puerta que acababa de entreabrir, espié, y lo miré y él me miró… con su único ojo… era un gato tuerto, con hambre y con frío, abandonado a su suerte entre los escombros de la indiferencia. Lo contemplé con mis ojos de plegarias, y lo descubrí en su salvaje misterio y en epitafios impertérritos, turbando el silencio hambriento de la vida. Tenía el pelaje oliendo como el universo, sucio y gris.  Ahí estaba aguardando entre el miedo y el vacío de la noche congoja, un puñado de mendrugos que calme su hambre.  Lo acaricié y me quemó la roña de su desgreñado pelambre, descosido de las laderas de la eternidad, de sus marginales horas arqueadas sobre sus ataráxicas patas tísicas, dibujando las penas del universo.  Lo volví a mirar, cerdoso y tiznado callejero gato paria, y se me marchitó la catedral del infinito, hacia un vacío existencial, me miró con su único ojo y vi en él, la soledad más infinita, con su partida de defunción a cuesta y mil sentencias de muerte.

Entonces me piltrafeo el alma y me cuelo en su fisgón mundo embadurnado de cachivaches y despojos. Ahora siento, que muy profundo mío me habita un abandonado gato tuerto, entonces muero y lloro con él, muy adentro de mi corazón gatuno me duelen sus heridas y cicatrices y me hablan de duras peleas territoriales ¿En qué errática escaramuza nocturna te vedaron la vigilancia del mundo irreverente? Ya lloran mis risas entre llagas de velorios parduzcos que miden mis penas, camuflado con el mundo, por ahí también caminan mis miedos, y se suicidan el espectro cansado de los días. De solo verte, curvado gato tuerto, me poblé el alma de espanto y de hipótesis palpitantes, de mitocondrias desamparadas y corazón sin cobijo.  También vi la paz en el torbellino abriendo sus fauces al abismo más espectral, cuando te vi comer galletas y leche caliente en el viejo plato de los gatos abandonados. Solo contemplabas resignado la maldad del aguacero, solo aguardando la piedad de la gente o de tus congéneres gatos, callejeros como tú.

Mientras comes con desconfianza, como si a la defensa del mundo estuvieras, no puedo dejar de pensar que en otros tiempos te habitó otro gato, épocas de glorias. Quizás eras un gato maullando por sobre los tejados y floreciste como trovador nocturno, como juglar de astros y búhos, como caballero de las azoteas cantando serenatas a la luna. Tal vez moraste en otro tiempo nutrido de rubias colinas de espumas, en tu seno, en tu seno durmió la inocencia agónica de la rosa ultrajada y el perjurio de las horas sodomitas. En tus plexos yace el minutero rengo, en tu orilla lejana septicémica dormitó el hálito de la oscuridad estimulante.

Tras de ti hay un elíptico misterio, nunca sabré qué pasaba contigo hace un año, un mes, hace un día o hace unas pocas horas. Solo sé que el destino amargo quiso que un día, te convirtieras en “El gato de mierda”, cuando la luna se trizaba en sus dos menguantes yuxtapuestos, y el látigo de la musgosa miseria humana linchó el corvo veneno de la cobardía y pasaste a ser el gato que apestaba la existencia de quien sabe qué antiguos amos ingratos.

De a poco sacias tu estómago, sin embargo, apenas has probado el alimento, y me miras turbio con tu ojo cíclope ¿Qué misterios atesoras en tu único ojo de arrabal que me mira como quien mira la antesala del corral de la vida? ¿Cuál es tu comarca? ¿dónde moras?  ¿Has nacido ciego e indocumentado, entre techados rotosos y áticos erráticos? ¿Acaso aquí morirás en este ocaso virulento?  ¿Cuántos días y cuántas noches sobreviviste a las durezas de la calle? Sé que un día arañarás la noche en su vientre biliar para terminar, empujando la soledad invernal, sepultado luego al amanecer, frío y yerto entre un ingrávido silencio procesional. Sin embargo, eso tú no sabes, solo sientes cansancio y necesitas un poco de calor.

Mientras pienso y mi mente es una maraña de dilemas, tú sigues ahí, ahora ya no comes, solo me miras, y yo te miro, y la noche me aplasta y lacera mi llanto y siento que me trastoca mi genoma emocional. Me lagrimea el corazón, tu monosilábica mirada se hundió en mi carne, como si un océano inmenso de enigmáticos secretos se hubiera tatuado en mis vísceras.

Le ofrezco cartones para que recueste sus laceradas vértebras descalabradas, pero él tiene la sabiduría de los gatos en sus últimos días, busca la soledad, esa soledad e independencia que es esencia de su vida y de su muerte. Siento que soy una molestia para este viejo guerrero acorazado.

Caminó, como en reversa, emprendió una caminata enana, como arrastrando su sombra, sin prisa, con pasos lento, hacia el infalible ocaso.  Se arrinconó en el lugar más oscuro de la esquina de la noche, donde yace el cataclismo de la soledad, para entregar sus huesos al universo, mientras el viento cripta con sus chasquidos los gentilicios del silencio. ¿Qué hago yo aquí, solitaria y apátrida en medio de este alarido de congojas y esta parvada de tormentos? Ahora solo contemplo su piel manchada de castigos y olvidos.

 La noche me apuñala, y tú ya no estás en esta madrugada de julio 2022, nunca sabrás que yo fui tu cortejo, seguí tus sigilosas huellas, juntos fuimos al funeral por las tinieblas cansada de esta noche martirio.  Este cavernoso mundo de infortunio insolente, es un obsceno relámpago grosero, trepando por el celaje de mis incoloras emociones; abandonado gato tuerto, fuiste apenas un vértice trunco sobre las cuerdas del viento cruzando el celaje en agonía.

 

Herrera es docente, integrante de la Comisión Directiva de Sade Misiones. Ha participado en la Antología hispanomundial en 2020, y en otras antologías promovidas por el Conglomerado Cultural. En 2018 publicó “Poemas de mi tierra”. En 2021 publicó “Viaje al fondo de mi vida”.

Nelly Herrera

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