Pinceladas de historia

La ocupación correntina del territorio guaraní-misionero

domingo 17 de julio de 2022 | 6:00hs.

Por esas cuestiones de la historia, la capital de Misiones lleva el nombre del director supremo Gervasio Antonio de Posadas, quien en 1814, cuando el pueblo guaraní-misionero ardía de pasión por el federalismo artiguista, decretó que las Misiones “…pasan a formar desde hoy en adelante una provincia del estado con la denominación de Provincia de Corrientes…”. No es casualidad que al momento de esta decisión del director Posadas,  la liberal Buenos Aires se encontraba en franca hostilidad con don José Artigas. Pero la resistencia de los naturales de las Misiones y su decidida acción en defensa de la soberanía territorial contra los lusitanos, evitó que esa medida directorial se concretara. En la década de 1810, Andresito Guacurarí, Francisco Javier Sití, Pantaleón Sotelo, Gaspar Tacuabé, Agustín Cumandiyú y tantos otros caudillos guaraníes lucharon enconadamente contra la anexión de este territorio, que tenía como límite meridional el río Miriñay, al sur de Yapeyú.

Pero, a comienzos de la década de 1820, todos los esfuerzos de aquel heroico pueblo guaraní-misionero que dejó su vida por el federalismo artiguista, detrás de Andrés Guacurarí, se habían frustrado. Las Misiones estaban desoladas. La población activa había muerto en las luchas contra los luso-brasileños o se había dispersado en diversas direcciones a lo largo del Litoral. El remanente de esa población, en su mayoría compuesta por ancianos, mujeres y niños habían formado nuevos pueblos, muy precarios, a orillas del Iberá: San Roquito (última capital de Misiones), Asunción del Cambay, Loreto y San Miguel. Los cabildos de estos pueblos, ante la dura adversidad que padecían, y bajo presión correntina, decidieron solicitar su anexión a Corrientes; primero San Roquito en 1822, luego Loreto y San Miguel en 1827.  No obstante, muchos se resistieron a formar parte del estado correntino y estos pueblos entraron en una anarquía que agravó aún más las penurias que desde décadas atrás venía padeciendo el pueblo guaraní. Este estado de cosas dio excusa al gobierno correntino a concretar el viejo anhelo de incorporar el territorio misionero a esa provincia. El 28 de agosto de 1827 el gobernador de aquella provincia, Pedro Ferré, se dirigió al Congreso provincial informando el aprestamiento de 400 hombres “…bien armados y municionados…“ para dar fin a la anarquía en Misiones. En Tuyuné, el 12 de noviembre de 1827, en un durísimo combate contra las muy mal pertrechadas fuerzas guaraníes, que, a pesar de ello ofrecieron dura resistencia, los correntinos ocuparon la capital misionera, San Roquito. Desde entonces, con el argumento esgrimido ante el resto de la nación rioplatense de restablecer el orden perdido en Misiones, Corrientes incorporó el área meridional de las Misiones, desde el río Miriñay hasta el Aguapey. Desde este río, hacia el norte, es decir lo que es actualmente la provincia misionera, fuerzas paraguayas ocupaban el territorio, tema que desarrollaremos en otra oportunidad.

Las “Memorias” de Pedro Ferré son elocuentes en cuanto a las intenciones de este gobernante correntino. Dice allí: “Así como Santa Fe con los guaycurúes, Buenos Aires, Córdoba y Mendoza con los pampas, Santiago con los abipones, yo me dispuse a sujetar a los guaraníes a todo trance”. Con ello, Ferré borraba, en forma antojadiza, toda la historia riquísima del pueblo guaraní desde el momento mismo de la creación de la Provincia Jesuítica del Paraguay, en 1609.

La legalización de ese dominio se formalizaría en 1832, cuando la Sala de Representantes de Corrientes aprobaba los límites ordenados por Posadas, en 1814. Ya entonces ese gobierno expedía títulos en enfiteusis, o arrendamientos,  a estancieros correntinos, especialmente curuzucuateños.

El objetivo del gobierno correntino fue el de arrendar esas tierras debido a que el fisco no las podía aún vender, por no ser reconocidos por el gobierno nacional los derechos correntinos en Misiones. Esos títulos, sin dudas, fueron obtenidos de manera dudosa, de campos mucho más extensos que los denunciados, y cuyos cánones casi nunca fueron abonados según consta en la documentación obrante en los archivos catastrales de Corrientes. Pero para el gobierno de Corrientes lo importante no era sumar dinero al erario estatal a través de esos alquileres, sino realizar una ocupación efectiva del espacio anexado. Recién a partir de 1860 esos certificados enfitéuticos se convirtieron en posesiones legales y definitivas. Para entonces, ya el Congreso Nacional había avalado la ocupación correntina de ese territorio.

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