“Un día muy particular”

domingo 03 de julio de 2022 | 6:00hs.
“Un día muy particular”
“Un día muy particular”

28 de abril de 2011. Son las dieciséis horas y están tomando un humeante café en el aeropuerto de Auckland, charlando animadamente, leyendo las últimas noticias, bromean y recuerdan anécdotas de su estadía en ese país alucinante que es Nueva Zelanda.

Comparten el sitio con gente tan diversa: europeos, asiáticos, latinoamericanos, kiwis (habitantes neozelandeses) y maoríes, que aportan sus coloridas vestimentas y sus simpáticos saludos.

A la misma hora de ese mismo día, esa misma pareja está aterrizando en el aeropuerto de Ezeiza, cansados pero felices, luego de once horas y media de un vuelo perfecto.

Volvamos a Auckland. Son las dieciocho horas y se ubican en la sala de preembarque, chequean su documentación y muestran cierto nerviosismo.

A la misma hora están en Buenos Aires, disfrutando una merienda con sus hijas en el barrio de Congreso.

Son las diecinueve horas en Auckland y se disponen a abordar el Air Bus 340 que los depositaría -Dios mediante- en Ezeiza.

A las diecinueve horas se trepan a un colectivo porteño, colgados del pasamanos, que luego de un viaje accidentado, los deja en el sanatorio donde está internada su tía Dora.

Son las veinte horas en el avión que se aleja de Nueva Zelanda y están cenando con fruición deliciosas pastas, que acompañan con un agradable vino tinto.

Las veinte horas en Buenos Aires los encuentran visitando a la querida Dora, con la tristeza de verla tan desmejorada.

Están viendo el film “Los viajes de Gulliver” que proyectan en el avión a las veintiuna y treinta horas.

A esa misma hora, en Buenos Aires, están celebrando el reencuentro con sus hijas y contándose las vivencias de los dieciocho días que estuvieron separados.

Las veintitrés horas los encuentran realizando ejercicios, elongaciones, caminando a lo largo y ancho del avión, procurando minimizar los efectos de estar tantas horas sentados.

En Buenos Aires, a esa misma hora, están entregando a sus hijas los obsequios maoríes que les trajeron y ellas, entusiasmadas, se prueban, coquetas, felices. Al parecer, acertaron con la elección de cada regalo.

Van a intentar dormir en los, no precisamente cómodos, asientos de clase turista. Son las veinticuatro horas.

En ese preciso momento, en el cálido departamento porteño, están viendo las mil quinientas fotos de Nueva Zelanda: el territorio de “El señor de los anillos”; la moderna y cosmopolita Auckland; la mágica Rotorúa y sus géiseres; Queenstown y sus helados paisajes; la moderna capital Wellington; el trencito de la península de Coromandel; las curvas y contracurvas, subidas y bajadas de sus rutas y…

Se cierra un día muy particular: el 28 de abril de 2011. Un día en el cual vivieron dos veces, en dos ciudades distantes, gracias a las delicias de los husos horarios.

La vida transcurre y morosamente se irán desprendiendo de los efectos del jet lag, para enfrentar sus obligaciones cotidianas.


Inédito. Gasparini es abogada y docente. Ha publicado libros de cuentos, poemarios y ensayos.
Marta Stella de Gasparini

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