Un ángel de amor

domingo 26 de junio de 2022 | 6:00hs.
Un ángel de amor
Un ángel de amor

Fue al doblar una esquina que sus ojos cayeron en los míos, dibujando arcoíris en mis cabellos que ese día estaban en crisis pues los había amarrado en una trenza; y como si fuera en una película cuya escena es mil veces repetida y trillada, los dos quisimos pasar por el mismo lugar y al intentar cambiar de dirección, otra vez coincidimos y casi nos rozamos. Él me miraba completa y yo no podía dejar de sonreír, sentía los latidos de su pecho pulsarme en la boca y el calor de sus brazos rodearme la espalda. ¿¡Cómo puede ser eso!?

—Bueno, ¿qué hacemos? —dijo él sonriéndome también, y mi respuesta ¡ni siquiera escribiéndola ahora me la puedo creer! Sin dudas no era yo la que pronunciaba esas palabras, creo que desde algún otro universo paralelo, otra yo se filtró en ese espacio tiempo y resolvió que ya era suficiente, que ya estaba cansino el roble que nos cobijaba en aquellas tardes, de esperar nuestra vuelta para disfrutar de su sombra. Que los pichones se hacían aves y su trinar viajaba de punta a punta del mundo, mientras nosotros jugábamos a buscarnos, y me escuché diciendo…

-¿Y si en lugar de irte hacia allá, adonde sea que vayas, te das la vuelta y vienes conmigo adonde quiera que yo vaya? _¿pueden creerlo?

Él, con la mano izquierda se llevó el pelo hacia atrás; no dudaba. Creo que soltaba, dejaba ir, excusas y pretextos, miedos y culpas, quizá otros buenos momentos y sus ojos viajaron a lo lejos en la dirección que llevaba, luego volvió a mirarme, sonrió transido de luz y dijo:

-Sabés, no creo que en la dirección en la que iba esté lo que ando buscando.

Y tomándome del codo con la naturalidad con la que sale el sol en las mañanas, me preguntó:

—¿Cómo quierés hacerlo? —como si me conociera de toda la vida, como si ese encuentro no fuera casual, y estuviéramos reacomodando los destinos, que bien sabía yo, lo torcido que venían.

Yo lo miré con los ojos grandes como amapolas, incrédula de ese instante, enamorada de los dos por desafiar la cordura y burlarnos de la seria rutina y del hastío; aún me quedaban vestigios de vergüenza por la osadía reciente de haberle pedido a un desconocido que dejara todo y se viniera conmigo. Él agregó —¿te abrazo o vamos de la mano?

Y yo, que a esas alturas me hallaba superada por el desenlace de tamaño encuentro, contesté:

—De la mano, hasta que nuestros pasos se acomoden.

Alejandra Noguera

El relato es parte del libro “El Círculo Infinito”. Noguera publicó además en varias antologías. Vive en Posadas y es integrante de EVA, Escritoras en Voz Alta

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