Una serie de malentendidos

domingo 19 de junio de 2022 | 6:00hs.
Una serie de malentendidos
Una serie de malentendidos

En una escuela muy bonita, dentro de una linda ciudad, había un alumno llamado René al que la maestra de quinto grado estaba cansada de decirle una y mil veces que no copie en los exámenes.

Le explicaba que es deshonesto estar haciendo trampa en el estudio, y que ya todos los docentes se habían dado cuenta que en los escritos él sacaba las mejores notas y sin embargo al pasar al pizarrón no lograba contestar bien una sola pregunta.

En realidad, René era un niño muy inteligente, por eso si estaba en clases de matemática y la profesora preguntaba cuánto es cinco más seis él contestaba:

” ¿Tres? ¿Dos?”

Sabía que debía dar una respuesta numérica; aunque claro que, por la expresión en la cara de la maestra, se daba cuenta de su respuesta errada e intentaba con otro número:

” ¿Ocho? ¿Seis? ¿Cuatro?”

Por supuesto las notas en los exámenes orales eran bajas, pero cuando se trataba de pruebas escritas lograba notas muy altas, ya que al leer comprendía todas las preguntas.

En la materia llamada “Lengua” ocurría exactamente lo mismo; al pasar al frente le preguntaban el nombre un sustantivo común y él contestaba:

“Correr”

Entonces, le corregían y retomaban con otra consigna:

“Decime un verbo”

Como la materia era Lengua, René se arriesgaba a dar algún artículo o sustantivo y decía:

“¿mesa?”

La cuestión es que siempre ocurría lo mismo, notas bajas en el oral y notas altas en los escritos, por eso creían que el niño copiaba en los exámenes. En su escuela siempre estaban tratando de descubrir cuál era la treta: levantaban la hoja, revisaban la cartuchera, daban vuelta pata arriba la mesa, ¡hasta su silla! y en el respaldo del asiento del alumno de adelante, investigaban. ¡En una oportunidad usaron una lupa! pero ni un solo machete lograron encontrar, por lo que le reprendían:

- “Si sos tan inteligente para copiar sin ser descubierto ¿por qué no estudiás para cuando pasas al pizarrón lucirte sacándote las mismas notas que en los escritos?”

René sabía que estaban enojados con él, pero no terminaba de comprender qué frases le decían y tampoco cómo debía responder, así que miraba con esos ojos grandotes, se encogía de hombros y no pronunciaba palabra.

En su hogar sucedía algo parecido, la mamá siempre se enojaba porque cuando le pedía que hiciera alguna labor en la casa, la observaba atentamente sin contestar para luego… ¡No hacer nada!

Un día la madre le dio un papel con unos ingredientes de comida que acababa de comprar para hornearle una rica torta. René tomó el papel, y al ver los ingredientes supuso que eran para su cumpleaños, pero no había escuchado que su mamá “acababa de comprarlos.” La miró con esos ojazos celestes llenos de dulzura, salió corriendo y saltando con la lista en la mano exclamando a los cuatro vientos: ¡Es mi cumpleaños, es mi cumpleaños!

La madre al verlo salir de la casa se emocionó pensando: - ¡Va a contarle a todos sus amigos del barrio!

Muy contenta se dispuso a mezclar los ingredientes recién comprados.

Mientras tanto René entró al almacén, recorrió todas las góndolas buscando alegremente cada uno de los pedidos escritos en el papel que llevaba orgulloso en sus manos, pero al llegar a la caja…el almacenero le comentó:

“Me parece que esa lista la vi hace un ratito, una señora que seguro es tu mamá compró todo eso para darte una torta de regalo”

¡Pobrecito René! solo escucho la palabra “regalo” y pensó: - ¡Hoy es mi día de suerte: ¡El dueño de este almacén me regala los ingredientes! ¡Qué contenta se va a poner mi mamá!

Emocionado agradeció al señor y tomó las bolsas mientras se alejaba corriendo. El almacenero salió gritándole atrás:

“¡Ladronzuelo volvé! ¡sé dónde vivís! ¡vení a pagar las cosas! “

René estaba tan contento con su buena suerte y ensimismado en sus alegres pensamientos, que no vio un tronquito en el suelo y se tropezó, cayendo justo frente a un compañero de la misma escuela pero que era de otro curso; el niño se encontraba ahí pegando carteles por el barrio, referentes a la importancia de la inclusión. René lo reconoció enseguida porque formaba en la fila de al lado.

“Hola yo soy Bautista” Le dijo su compañero, éste le contestó:

“Bien, gracias”

Bautista insistió:

“¿Cómo te llamas?”

“Creo que no me hice nada, apenas un raspón en la rodilla” Contestó René.

Bautista entonces, comenzó a darse cuenta de que Rene oía poco y nada. Justamente hacía unos días, le habían enseñado en la escuela a Bautista sobre las diferentes capacidades, es más, él se encontraba en ese momento pegando carteles referidos a la inclusión.

De repente escuchó al dueño del almacén que se acercaba gritando cada vez más fuerte, cuando estuvo frente a ellos se armó una acalorada discusión en la cual solo participaba el almacenero que se decía y se contradecía mientras Bautista y René lo miraban fijamente. Hasta que René por fin comprendió que lo estaban tomando por ladrón. Bautista calmó los ánimos diciendo:

“Señor, él no tiene la culpa, me parece que no le oye bien”.

El vendedor detuvo sus gritos y comenzó a hablarle a René en voz baja hasta notar que efectivamente esa fue la causa del malentendido.

Como el héroe de nuestra historia llevaba en su mochila sus útiles, sacó birome y cuaderno, así fue como los tres conversaron por escrito durante un rato hasta que se pusieron de acuerdo.

Bautista tuvo una idea genial y les propuso comenzar a entender lengua de señas ya que estaban justamente por dar un curso al cual él estaba invitado. Entonces una vez aclarado todo, Bautista y René se despidieron del almacenero que ahora se encontraba feliz con los ingredientes en la mano luego de que René comprendiera que ya la madre tenía todo para su torta, y su alegría también se debía a que él iba a poder colaborar para que en el barrio todos aprendieran una lengua nueva, inclusiva, le había pedido a los niños uno de los carteles para exhibirlo en la vidriera de su negocio.

Bautista acompañó a René a su casa, y cuando llegaron le contaron todo lo sucedido a la mamá, la cual accedió gustosa a ir a aprender; invitaron también a los vecinos y al otro día lo conversaron con los maestros quienes se sumaron con agrado a la propuesta.

Y así fue como en esa escuela, en ese barrio, en esa ciudad de la tan hermosa provincia, dentro de la República Argentina, todos aprendieron una nueva y dinámica forma de comunicarse.

El cuento se ha terminado y a colorear el dibujo estás invitado.

Fin.

Claudia Marcela Vásquez

Vásquez es de Posadas. Socia de la Sadem. Miembro de la Asociación Infanto Juvenil de Literatura de la Provincia de Misiones. Obra publicada: Laberintos de Pasiones, La más Oriental, Viralatas, La Abeja Zumbona, Las Ocurrencias de Xiomara y El Chicle Embrujado, entre otros. Ilustración: Bautista Nicolás Sánchez

¿Que opinión tenés sobre esta nota?