La historia de la empresa de un sueco impulsada por misioneros

La presencia en las raíces de una empresa muchas veces marcan el florecimiento en el tiempo y no es menor que esta compañía leandrina Infusiones Naturales SRL, propietaria de la marca Jesper, pueda amalgamar, junto al engranaje de su vida empresaria, la impronta visionaria de un inmigrante.

El nombre de estos productos, novedosos hoy para el mercado y registrado oportunamente, tiene que ver con quien en vida fue Sperling Birger Jesper Lillieskold, un inmigrante sueco de origen alemán que llegó a la Argentina con los sueños de tantos y el destino lo puso en esta zona. Empleado del Correo Argentino, según recuerdan quienes lo conocieron, su espíritu inquieto lo llevo a incursionar en el mundo de los productos agrícolas y relacionarse con la familia Urrutia.

Esta impronta lo llevaría a adquirir los grandes galpones e instalaciones que poseía la empresa Kordts en Itacaruaré y donde iniciaría su negocio con el té que luego se extendería a otros nobles productos de la tierra colorada. Es desde esas -aún en pie - instalaciones de donde sale hoy esta marca que posee gran presencia en el mercado nacional.

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Desde hace poco más de una década, la contadora Irene Carolina Boidi se hizo cargo de la empresa manejando el paquete mayoritario de una SRL que empezó a tener sus frutos. Fue distinguida el año pasado como una de las mujeres empresarias más destacadas del país por parte de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (Came).

En estos momentos, en sus instalaciones de Itacaruaré es donde se acopia tanto el té propio como lo que la empresa compra a productores de la zona y donde se industrializa para obtener sus productos.

Según cuenta Boidi a este medio “nosotros tenemos presencia en varias provincia del país desde nuestro centro de distribución en Buenos Aires donde sólo vendemos a mayoristas que se encargan de hacer llegar, en estos momentos, a dietéticas, pero tenemos la intención de ampliar ese mercado sobre todo en Misiones”.

Proceso productivo

El añejo pueblo de Itacaruaré se halla a la vera de la ruta provincial 2 a sólo unos 5 kilómetros de su intersección con la ruta provincial 4 que une el vértice de San Javier con Santa Ana.

En el ejido municipal y donde se ubica el epicentro fundacional del pueblo con la plaza principal sobre uno de sus laterales se podrá hallar la Municipalidad, en otro la iglesia central y otras de sus cuadras la ocupan los grandes galpones de esta compañía que fueran construidos en su momento por Germán Kordts.

Todo inicia con la plantación de la mudas de té que a los tres años ya puede comenzar su proceso productivo que se extiende “en la zona de Itacaruaré desde el mes de noviembre y con un buen manejo se puede llegar a tener de 4 a 6 cosechas hasta el mes de abril aproximadamente con una producción de 4 a 10 mil kilos por hectáreas”.

Tanto la producción propia como la de terceros, ingresan a un proceso de conservadora donde se descarga y permanece unas 12 horas que es donde el té pierde la primera humedad con la que arribó para pasar al proceso de marchitado previo a lo que se conoce como “enrulado”. Luego va directamente a los hornos donde, con calor, la hoja pierde toda la humedad. Después pasa a lo que llaman tipificado, que no es otra cosa que seleccionar los tipos. En este caso “nosotros sacamos el té tereré que es más grueso, después en hebras y para saquitos”, contó la empresaria.

Terminado este proceso, comienza la parte de darle la impronta de la empresa que es el punto justo previo al envasado para tener té verde por ejemplo. “Nuestro té verde nos es tan astringente y el color es más dorado lo que lo hace más suave y tolerable” señaló Irene Boidi, que desde tierra adentro de Misiones, con la impronta de la historia de la marca, hace que este noble producto de la tierra colorada llegue al resto del país.