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Se estrenó Matar a la Bestia, la película grabada en Misiones

jueves 05 de mayo de 2022 | 6:00hs.
Se estrenó Matar a la Bestia, la película grabada en Misiones

Una adolescente que va a la selva misionera en busca de su hermano, sin que éste quiera ser encontrado y mientras ella se rebela tanto de cara a su interior y exterior, es la intrigante trama de Matar a la bestia, aplaudida ópera prima de Agustina San Martín que se estrenó ayer en el país.

“La idea surge desde una búsqueda por retratar un despertar sexual de una chica y mostrando un poco la contraposición entre el deseo y el miedo”, dijo la directora a Télam sobre la película rodada en cinco semanas en Misiones en temporada de lluvias.

La zona elegida, además de ser un lugar que le “encanta” a la directora, es parte de la trama que explora los caminos internos de Emilia (Tamara Rocca).

“Me copaba retratar la frontera como un lugar más, como una cosa que tiene la protagonista; ella tiene este despertar que se nota que está buscando atravesar una frontera propia, entonces me gustaba que la frontera, que casi se podría definir como las preguntas o lo no definido, sea un espacio más para poder habitar”, alegó San Martín.

Este caminar entre las penumbras que se alumbran es contextualizado por un pueblo que teme la presencia de un animal salvaje poseído por el alma de un difunto. Los prejuicios, la caza de brujas y el miedo se apoderan de todos y una necesidad de resurgir posee a la protagonista.

“Algo que trabajamos mucho con Tamara -explicó la directora, con una carrera como directora de fotografía- es que ella no era dueña del espacio, cada vez que está en un lugar ella está medio como en un tronco y no puede hacerse cómoda en los lugares. Eso era una búsqueda porque el miedo no la dejase ser como una persona en todos sus aspectos. Al mismo tiempo no; es un momento súper activo de hecho en su búsqueda por confrontarlo”.

¿Cómo fue trabajar con Tamara, que pasó del baile a la actuación?

Fue muy fácil. Para empezar, es la persona que vi que mejor cae en las marcas de cámara y de foco, vos le decís “frenás acá” y caía. A mí me gusta trabajar con no actores que están un poco impolutos y presentarles la actuación como una especie de juego, pero con Tamara fue jugar al cuerpo y explicar el personaje mediante el cuerpo y mediante cosas más físicas. Había algo de la forma que me podía comunicar con Tamara y su recepción que hizo que todo sea muy fluido y sencillo en ese sentido.

La protagonista tiene un despertar sexual, pero no lo mostrás desde el erotismo, sino desde la construcción de la trama y el personaje.

Sí, total. Pasa mucho en el cine que a los personajes femeninos se le agregan sus tramas eróticas que son totalmente innecesarias para el transcurso de la narración o del arco del personaje, solamente porque es una chica linda. Hay algo que se está cuestionando todo el mundo. Es muy lindo cuando el erotismo hace crecer al personaje. En esta película había mucha necesidad de que sea un momento sexy, pero que tenga algo torpe y también un poco horrible, que está en la música, y que se mezcle.

 Esto se está empezando a ver en el cine. ¿Creés que se comienzan a romper esos tabúes?

 Es algo que se va a empezar a dar. Escenas de masturbaciones hemos visto un montón y pienso que hubo siempre una gran negación hacia la masturbación femenina. Pienso que es algo que está buenísimo mostrar y me parece que está buenísimo que se muestre más. Es el símbolo de muchas cosas que se van a mostrar más, que no sea solamente al cine indie, sino también al mainstream, pero también porque así es más lindo el mundo y más interesante. Al fin y al cabo es el cincuenta por ciento de la población.

 La música y el sonido también son protagonistas de la película.

La música la trabajamos con O Grivo, que son brasileños. Ellos se especializan en hacer música con objetos y eso me parece una demencia bárbara. Hay algo muy lindo que es jugar con los contrastes, entonces ahí surgió esta idea de cómo retorcer esto para generar algo más extraño, más nuevo. Empezamos a jugar con los músicos, a meterle una especie de música electrónica y claramente es una licencia poética porque es un pueblo muy especial. Ahí buscamos las sonoridades de la película con el órgano gregoriano, trance y el sonido más de la película que es la escena de la masturbación.

Y se genera un contraste con la selva.

Sí, había muchas ganas de empujar un poco lo que se esperaba. No te puedo decir si fuimos exitosos en esa búsqueda, pero queríamos alejarnos un poco de ese “coming of age” de directora mujer latinoamericana que es todo suave y en un pueblo. Lo es un poco y también había esta búsqueda de ver desde qué otro lado se podía contrastar con el mismo material y probar de hacer algo diferente.

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