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¿Sosías, coincidencia o nueva vida?

viernes 29 de abril de 2022 | 6:00hs.
¿Sosías, coincidencia o nueva vida?

El 22 de noviembre de 1946 fue asesinado Manuel Antonio Ramírez, en la esquina de Tres de Febrero y La Rioja de Posadas. El agresor, Marcos Eustaquio Tavares Castillo, era su colega, ambos periodistas y según decían por entonces hasta fueron amigos.

Los dos militaban en el Partido Laborista, una nueva fuerza política que crecía en todo el país y que cinco meses antes había consagró a Juan Domingo Perón como presidente constitucional de la Argentina; eran tiempos de pasiones desenfrenadas... ¡otra que grieta!

No lo sabían entonces, pero en Misiones se transitaba la última década del Territorio Nacional; varios periódicos, semanarios y revistas de manufactura local circulaban por la Tierra Colorada, entre ellos se destacaban El Territorio y El Imparcial, el primero con asentada trayectoria por más de veinte años, el segundo andaba buscando arraigo y en sus inicios había contado con lo más selecto del periodismo misionero de esos tiempos. Según se desprende de la lectura de las fuentes, parecía regir un sistema de trabajo tipo “free lance” en las redacciones de época.

En la fecha señalada Tavares Castillo dirigía El Imparcial y Ramírez era periodista en el otro medio (o sea, en este medio).

El asesinato fue a sangre fría, tres disparos, dos por la espalda mientras Manolo intentaba ingresar a la casa de la familia Tosetti, en un gesto desesperado por sobrevivir al ataque; luego del hecho Tavares tomó su vehículo, fue hasta su casa y a continuación se entregó en la Seccional Primera con arma y todo.

Según las crónicas, la causa fue encabezada por el juez subrogante Amuchástegui,. Se lo juzgó y condenó, sin más detalles conocidos sobre estos dos últimos puntos.

El resto de la historia del asesino se hundió en el tiempo, según parece; a Manuel Antonio Ramírez se lo perpetuó en homenajes, se lo eternizó como poeta en desmedro del periodista que lo habitaba y del militante que lo llevó a la muerte con 35 años; se sucedieron los homenajes, se bautizó al anfiteatro capitalino con su nombre y sus amigos se encargaron de mantener vivo el recuerdo.

Casi sin querer tomó cuerpo uno de los tantos mitos urbanos locales, a Manolo lo mataron por un “lío de polleras”, se había “metido” con la mujer del comisario… esas cosas que se solían decir; pero Tavares Castillo no era comisario y difamar a una mujer en esos tiempos era el camino más fácil…

El tiempo pasó, la vida siguió su curso, pero… En el año 1953 asumió como cónsul general de la República Argentina en Paraguay Eustaquio Tavares Castillo, se desempeñaba como embajador Rafael Ocampo Jiménez y las oficinas estaban en el  primer piso del edificio ubicado en la esquina de Palma y Chile. Dentro de las cualidades que la prensa resaltó sobre su personalidad, se destacaron la “brillante trayectoria de periodista”, “argentino ejemplar” y “estirpe moral e intelectual”; también se consignó que, con anterioridad, había desempeñado diversos e importantes cargo en la embajada de su país, acreditado en Paraguay y lo calificaron como “insigne obrero de la confraternidad argentino-paraguaya”, descendiente de paraguayos, oriundo de Misiones, un “político que ha luchado fervorosamente por las reivindicaciones populares” y por “la dignificación de las clases desposeídas”.

Transcribieron conceptos publicados por el diario El Imparcial: “(…) Eustaquio Tavares Castillo, delegado permanente del Partido Laborista de Misiones ante la Capital Federal, a quien le cupo desempeñar con todo acierto la misión que le fuera encomendada por las autoridades de su partido(…)”.

Hicieron alusión a otro artículo publicado por este diario (El Territorio) firmado por el mencionado el 7 de mayo de 1946: “(…) En el año 1942 fue representante ante el Congreso General de Territorios Nacionales, llevado a cabo en la Capital Federal, por voluntad popular de su pueblo Leandro N. Alem, donde pasó toda su juventud abrazando las selvas de esta tierra colorada (…)”. Más adelante, en una nota publicada por la revista Estrellas en 1953, mencionan que Tavares Castillo colaboró con los semanarios bonaerenses Democracia, Laborista y La Época; en sus funciones consulares estuvo secundado por el cónsul adjunto Julio César Levalle, el vicecónsul Héctor Pearce, el auxiliar Edgardo Zufiategui y dos empleadas administrativas.

Por entonces era presidente de Paraguay Federico Chaves, y uno de sus “hombres de confianza”, Alfredo Stroessner, construía poder desde el puesto de comandante en jefe.

Entonces, ¿Marcos Eustaquio Tavares Castillo y Eustaquio Tavares Castillo son la misma persona?, ¿es una coincidencia de nombres?, ¿una casualidad de la historia?

Dos datos interesantes difieren entre ambos, el asesino de Ramírez -en el año 1946- estaba casado con Celia Krieger y tenía “hijas”; el diplomático estaba casado -en 1953- con Sofía A. y tenía una única hija pequeña, llamada Graciela.

No sería la primera vez que, luego de pagar a la sociedad una condena, una persona trascienda como funcionario público, tampoco sería inaugural escabullirse entre “amigos y medianoche” a un país vecino bajo el manto protector político… digo… se me ocurre.

Tal vez sea una broma desagradable del destino, lo cierto es que Marcos Eustaquio Tavares Castillo asesinó a Manuel Antonio Ramírez y se hundió en el olvido como noticia vieja y la figura del malogrado creció sustentado como poeta, por el tesón de sus incondicionales amigos; a la vuelta de los años, otro “loco lindo” trajo desde otro olvido al periodista y militante apasionado.

¡Hasta el próximo viernes!

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