La excursión

domingo 17 de abril de 2022 | 6:00hs.
La excursión
La excursión

"Se oyen las zambullidas de los duendes
Que a medianoche
Refrescan en silencio las líneas de su sombra”
Amílcar Urbano Sosa

Ilusión óptica. Me importaba más saber cómo se denominaba, que conocer de cuál manera o merced a qué factores se producía el fenómeno. Era una lámina de colores que ofrecía a la vista dos figuras: una, si se la miraba de frente, y otra, si se la inclinaba levemente hacia un costado. Me decían que el fenómeno obedecía a la superposición de planos, levemente corrido el uno con respecto del otro. No sé, y poco me interesa la explicación científica. El caso es que una misma lámina nos mostraba dos imágenes.

Esto que ahora pasa con las fotografías me ha traído a la memoria aquel fenómeno óptico, salvo que ahora no se trata de lo mismo, y poco me interesa cómo se llame; pero sí me gustaría saber por qué y cómo ha sucedido. No ocurre con una sola y determinada máquina fotográfica, sino con todas las que se manejan en el grupo, y las hay de cualquier tipo y marca, y de variada procedencia: Japón, Alemania, Estados Unidos. No se trata, pues, de la cámara, sino del momento de las tomas.

Hemos partido en excursión desde Las Leñas, Mendoza. Es de tarde, una templada tarde de verano. A la noche hará frío, como es habitual. Sobre todo, en los parajes por donde andamos.

El fenómeno se registra sólo a partir de las fotos sacadas en el Pozo de las Ánimas. Después, al revelar los rollos, lo comprobaremos.

-Yo veo unas ánimas que corren por allí – había dicho uno, señalando al vacío.

-Son ocurrencias tuyas. Yo no veo nada; pero las siento andar en este viento furioso. Son ánimas sin consuelo.

Nos reímos, y proseguimos con el grupo, observando ávidamente ese paraje yermo, de muy escasa vegetación xerófila, con precipicios cerrados en círculo, cuyo origen ha pretendido explicarnos el guía en base a un proceso geológico. Para la mayoría estas explicaciones son válidas; mas para nosotros, que nos codeamos con el misterio, caben otros argumentos, no precisamente científicos.

Esos pozos enormes, esas hoyas tan profundas, barridos sus alrededores por un viento fuerte e incesante, nos producen desazón. Para disimular nuestro estado, reímos. No por otra causa.

A partir de las tomas que se realizan aquí es cuando aparece en las fotografías ese personaje extraño, ese individuo que nadie identificaría luego como perteneciente al grupo. En todas las fotos se registra el desconocido. Increíble. Se lo distingue porque su figura aparece con tonalidad diferente del resto, algo más nítida. Es como cuando se realiza un truco de filmación y se hace surgir un personaje actual en medio o frente a otros registrados con anterioridad. Lo notable es que nadie recordará después haberlo visto al enfocar el objetivo. El enigma quedará sin resolver, y todos deberemos convencernos de que era un fantasma.

Dije que aparecía en las tomas hechas en el Pozo de las Ánimas (o los pozos, más bien, porque eran dos), y de aquí hasta llegar y permanecer el tiempo que permanecimos en la Laguna de la Niña Encantada. Al borde de la laguna, se entiende. Ocurre que todo el sitio se conoce con el nombre de Laguna de la Niña Encantada. Es un valle en el cual se halla un espejo de agua azul y transparente, que se apoya en un muro natural, de peñas escabrosas. El guía nos contó una historia de amor entre el hijo de un cacique y una princesa india de otra tribu; amor imposible, porque ambas tribus eran rivales. De esta situación sobrevino el drama: ambos jóvenes huyen juntos, son perseguidos y descubiertos, el hijo del cacique muere flechado, y ella se arroja a la laguna… En el Litoral existe una leyenda semejante.

Por el lado derecho, de frente al muro de piedras, avanzamos bordeando el agua hasta el fondo, en donde se ha erigido una gruta con la imagen de la Virgen María. Nadie pensó que podía tratarse del encuentro de dos culturas: la cristiana y la pagana aborigen. Si lo hubiese pensado, ese alguien hubiera estado en un error. Son sólo dos facetas de una sola cultura: la nuestra, confusa y extemporánea. De lo que estoy seguro es de que nadie se preguntó cuánto de magia, de fantasía, de misterio, de enigma, había en aquel reducido espejo de agua, azul, quieta, que la tradición denominara Laguna de la Niña Encantada. Se necesitaría la destreza de un cálamo del Nilo para exponer la relación existente entre la silueta en off que aparecía en las fotos, y lo que ocurriría esa noche (como tantas otras de luna llena) en esa laguna obra del encantamiento de un hada bondadosa. Porque esa noche, pasadas las doce, se desataron las fuerzas recónditas, lo impulsos desconocidos, lo insólito, lo irreal, lo ilógico, esos seres, cosas, hechos, que no admitimos a la luz del día; pero que de noche, muy de noche, nos sobrecogen, nos atemorizan, nos producen un profundo pavor. Es la hora en que los lagartos y las lagartijas, ínfimos saurios descendientes de los terribles monstruos de aquellas remotas edades, procuran volver por sus fueros y se convierten en cabalgadura de los duendes del lugar, genio benéficos, guardianes del secreto de la Laguna y de la Niña que resurge esplendorosa y bella nadando en las aguas azules, aguas que pierden el rigor de su temperatura y se tornan plácidas para no herir la piel de la púber encantada. Los duendes la rodean y la protegen de los violentos espíritus que ululan amenazantes desde el fondo del Pozo de las Ánimas, siempre propensos a invadir territorios, tan grande es su ímpetu. Entonces no sabemos si en horas de luz natural andan merodeando con intenciones de mostrarse de cualquier manera. Y es cuando se cruzan e interponen entre el objetivo de la cámara fotográfica y las personas que son fotografiadas. El ojo humano no los ve, pero el objetivo capta la silueta evanescente de alguno de ellos y la fija en la toma cual, si fuera otro más del grupo, otro más igual pero distinto de cada uno de los vivientes.

Hugo W. Amable

Inédito. (Año 1994) Amable fue un prolífico escritor que abordó todos los géneros literarios: cuentos, novelas, poesía, ensayos y trabajos de lingüísticos

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