Barrio Veintiocho Puñaladas

lunes 11 de abril de 2022 | 6:00hs.

Cuando el tren General Urquiza era el principal medio de transporte a Buenos Aires, la estación y la ciudad de Concordia eran las más importantes del trayecto. Además se convirtió en la capital de la Fiesta Nacional de la Citricultura y se destacó  por el progreso logrado. Esto permitió el aumento de la población y la convirtió en la segunda ciudad de la provincia de Entre Ríos.

Más tarde, las formaciones de los trenes fueron desapareciendo de a poco con la consecuencia de que las fisonomías de muchas ciudades y pueblos cambiaron rotundamente. Incluso, algunos hoy son pueblos olvidados.

Para Concordia, las consecuencias de ello fueron negativas y actualmente es la ciudad más pobre del país, según datos del Indec, de Presidencia de la Nación y estudios sociosculturales realizados.

De un total de 170.000 habitantes, 92.000 no llegan a cubrir con sus ingresos las necesidades básicas. Una mirada sesgada podría llevarnos a la conclusión de que la provincia de Entre Ríos también ha disminuido su pujanza económica.

Las razones de la actual composición social de ésta son varias. Podemos citar, por ejemplo, la disminución del empleo público, el aumento del trabajo informal y la falta de elementos esenciales como agua potable, servicios de cloacas y viviendas.

Personas que han trabajado en ayuda social en los barrios carenciados concluyen que no se puede lograr el progreso de un barrio asistiendo con un vaso de leche o un plato de comida. Es necesario proporcionar “formación, buenos valores y trabajo”.

En Concordia aumentó el consumo de estupefacientes y sólo 3 de cada 10 chicos en situación de pobreza y mayores a 18 años han podido finalizar el colegio secundario.

Las villas entrerrianas o asentamientos populares suelen llevar como nombres San Cayetano, San José Obrero y San Juan.

Referiré en particular en este relato a uno que fue bautizado, por los mismos residentes, con el nombre de barrio Veintiocho Puñaladas.

El apelativo proviene de un hecho trágico protagonizado por una señora que mató al marido asestándole 28 puñaladas. Desde entonces los vecinos decidieron por costumbre llamar así al barrio.

Es para destacar, también, que en el 55% de los hogares que componen estos barrios carenciados, la jefatura de las familias es ejercida por mujeres.

En el barrio Veintiocho Puñaladas viven Malena Gómez, jefa de familia, de apenas 40 años y cinco hijos a cargo. Una de las hijas, de nombre Jennifer, de 17años de edad, no reniega de su origen, pero quiere marcharse.

 Jennifer Gómez es linda, no ha concluido el secundario, pero está empecinada en progresar y salir de la pobreza. Empezó a relacionarse con chicos de su edad, pero de distinto nivel social. En esas idas y vueltas, amorosa curtió una relación con Agustín López Pintado, hijo de un estanciero, que reside la mitad del tiempo en el campo y el resto en el centro de la ciudad.

Cuando le preguntan dónde vive, no tiene reparos en decir ”en la villa”, a 50 metros de la entrada principal, luego de las zapatillas colgadas al cable de energía eléctrica. ¡Que todos saben lo que significa!, pero por los códigos de convivencia, callan.

Jennifer es ambiciosa, dice que algún día terminará los estudios y, si puede, comenzará una carrera universitaria. La historia dirá si lo logra.

El novio la ayuda económicamente y ella, a su vez, le entrega dinero a Malena, que adquiere alimentos para la familia. La madre de la joven mantiene una relación tóxica con un muchacho menor que ella.

-Cuidá el dinero, no lo tires en cheva y merca, porque no te traigo más –dice Jennifer a su madre

-No les eches la culpa a los demás de tus propios errores –continúa

Los padres de Agustín no estaban muy convencidos de la relación del hijo con la piba del barrio Veintiocho Puñaladas. Igualmente él la llevó a la casa de los viejos.

Allí, con solvencia, explicó que “en la villa no son todos vagos, borrachos o faloperos”. Hay gente que labura y muchas veces no progresa por falta de oportunidades.

Los 18 años de la chica de la villa, a instancia de Agustín, se celebraron en el salón de fiestas más top de Concordia, con amigos, la madre y los hermanos de la cumpleañera.

 Jennifer agradeció al novio el gesto de festejar el cumpleaños, pero le aclaró que quería que su familia también estuviese. Eso habla bien de ella.

 Jennifer y Agustín comenzaron a convivir en el departamento del centro de Concordia.

Abandonó el barrio carenciado, en forma esporádica concurría a visitar a su familia, a quienes los instaba a no permanecer con los brazos cruzados ante la desgracia.

El amor de Agustín y Jennifer podría concluir en cualquier momento, pero ella la tenía clara.

No pensaba regresar de donde salió.

Por Ramón Claudio Chávez
Ex juez federal

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