Quedate Julio

domingo 10 de abril de 2022 | 6:00hs.
Quedate Julio
Quedate Julio

Tomó su mochila y subió al colectivo que lo llevaría lejos, muy lejos.

Las imágenes del engaño, de la traición eran puñales que se clavaban en su corazón. ¿Por qué Lucía no le había dicho nada?

Julio recordó con amargura el momento en que llegó hasta la pequeña cabaña. Iba con el entusiasmo propio del adolescente enamorado. Una vez más se encontraría con su amada. Juntos habían descubierto el primer beso, las primeras caricias. Juntos tejían sueños de amor y futuro. Pero ese día, ¡ay, ese día!. El había llegado antes de lo previsto al punto del encuentro. Sintió unas risas y, sorprendido, vio a Lucía que charlaba animadamente con un joven al que no había visto nunca. Él la tomaba de las manos y ella, complacida, recostaba su cabeza en su hombro.

Una mezcla de rabia, dolor e impotencia se apoderó de Julio. Pensó en entrar a la cabaña. Y darse a conocer para pedir explicaciones pero no lo hizo. Solamente lanzó un grito desesperado, desgarrador.

Lucía salió al patio y lo llamó: ¡Julio…Julio, vení que te explico!

Julio, con lágrimas en los ojos, se dio vuelta y dijo: -Nada me tenés que decir, lo que vi fue suficiente para saber de tu traición.

-Pero, no Julio. No es lo que pensás, balbuceó Lucía. Vení, quedate Julio, él es….

Julio no alcanzó a escuchar las frases siguientes. Echó a correr sin mirar atrás. No quería que Lucía viera su llanto desconsolado. Mientras desandaba el camino que lo llevaba al pueblo su mente obnubilada iba recorriendo distintas opciones. La venganza no era una alternativa. Entonces tomó la decisión de marcharse lejos, muy lejos.

En el colectivo Julio se sentó al lado de una ventanilla. Aún faltaban unos minutos para que el transporte comenzara a recorrer los kilómetros que lo alejarían de Lucía, de sus sueños, de su amor ahora no correspondido.

Así estaba, mirando sin mirar hacia los andenes de la terminal de ómnibus. De pronto vio a Lucía que le suplicaba: -¡Quedate Julio, escuchame!

El joven apartó la vista. Su decisión estaba tomada. No podría confiar nunca más en Lucía y eso destrozaría su amor.

Sin embargo un presentimiento hizo que volviera a mirar hacia afuera. Vio a Lucía llorando y que con un gesto de súplica le pedía que se quedara. Ella se tomaba el vientre y seguía musitando..-¡Quedate Julio, quedate!

Detrás de Lucía estaba el desconocido. Ese que le había arrebatado su amor.

Los conductores del colectivo subieron y se aprestaban a cerrar la puerta para comenzar el viaje.

Julio súbitamente se paró, tomó su mochila y gritó: -¡Esperen, me bajo.!

Se abrió la puerta y Julio descendió del micro. Lucía corrió y lo abrazó. Julio sin saber lo que hacía, con su mente nublada, solo atinó a responder el abrazo.

Lucía entre lágrimas , le dijo: -Él es mi hermano, Joaquín, el que se fue cuando era un gurisito y hace más de 15 años que no lo veía.

Julio estaba desconcertado. -¿Tu hermano?

-Sí, dijo Lucía. Y le estaba contando de lo nuestro y del “Julito” que llevó en mi cuerpo.

-¿”Julito..? Lucía, ¿estás embarazada?

Ella, entre lágrimas y risitas le tomó la mano y se la puso en su vientre. –Sí, “Julito” o “Julita”, Dios dirá.

Julio la levantó como si fuera una pluma. De la tristeza y la amargura total se había pasado a una alegría inmensa, no conocida.

Joaquín se acercó y estiró su mano para saludar. Julio, entonces, avergonzado y sin saber qué decir le estrechó la diestra y se largó a llorar.

Después de unos minutos salieron de la terminal. Julio iba abrazando a Lucía que, con una mano sostenía la de su hermano. El futuro aún les pertenecía.

Guillermo Reyna Allan

Inédito. Reyna Allan es de Posadas. Blog del autor: Poedismo

¿Que opinión tenés sobre esta nota?