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El derecho internacional no ha muerto

sábado 19 de marzo de 2022 | 6:00hs.
El derecho internacional no ha muerto

Hubo momentos históricos en los que el derecho internacional o sus instituciones, con la ONU a la cabeza, nos han decepcionado. Ello ocurrió con la parálisis del Consejo de Seguridad durante la Guerra Fría, luego con su falta de reacción ante el genocidio de Ruanda y en otras ocasiones. Estas semanas, para no ir más lejos, hemos visto con ojos incrédulos cómo Rusia lanzaba un ataque armado en Ucrania durante la misma sesión del Consejo de Seguridad convocada para tratar la situación de amenaza a la paz y seguridad en la región. Ataque que no puede ser calificado de otra cosa que de agresión y claramente contrario a varios principios de la Carta de las Naciones Unidas, entre los que se cuentan la integridad territorial de los Estados y la prohibición de la amenaza o uso de la fuerza.

Ante esta situación, muchos se han apresurado a declarar la muerte del derecho internacional o, al menos, a afirmar su irrelevancia. Un derecho, dicen, que —en el mejor de los casos— solo se aplica a los débiles, pero que no respetan los P5 (países miembros permanentes del Consejo de Seguridad, entre los que se cuentan Rusia y Estados Unidos). Esto nos recuerda acaso ​​el famoso Diálogo de los melios, contado por Tucídides: “Tal como suceden las cosas en el mundo, el derecho es un tema del que tratan sólo los que son iguales entre sí por su poder, en tanto que los fuertes imponen su poder, tocándoles a los débiles padecer lo que deben padecer.”

El derecho internacional no ha muerto, ni es inútil. Solo está siendo violado, pero eso no lo hace menos derecho. ¿O acaso el derecho doméstico es menos derecho por la existencia de asesinos, patrones que abusan de los derechos de los trabajadores, corruptos o evasores de impuestos? El famoso profesor de Nueva York, de origen ruso, Louis Henkin, decía que “casi todas las naciones observan casi todos los principios del derecho internacional y casi todas sus obligaciones casi todo el tiempo.”

Es más, aquellos poderosos que lo violan no lo hacen abierta y descaradamente, sino que procuran justificar sus acciones basándose en el mismo derecho internacional. Así lo hizo Estados Unidos en sus incursiones en Irak, invocando una legítima defensa “preventiva”, o ahora mismo Rusia, como surge del discurso del presidente Putin, cuando justifica sus acciones en las violaciones previas al derecho internacional cometidas por países occidentales; la protección de la soberanía rusa ante lo que ven como amenazas a su existencia como Estado (legítima defensa individual); y la intervención por invitación de dos nuevos Estados, que previamente Rusia reconoció, para lo que invoca la legítima defensa colectiva y el derecho a la libre determinación de los pueblos.

¿O sea que basta que alguien invoque el derecho internacional, interpretándolo de cualquier manera, para que creamos en su existencia? Según la profesora turca ​​BaÅŸak Çalı esta visión cínica no es correcta, ya que no puede dar cuenta de la continua existencia del derecho internacional como idea y como práctica. Si todos pensaran que el derecho internacional es solo un instrumento de manipulación ¿por qué no se lo abandonó hace cientos de años? ¿Por qué, luego de cada guerra mundial, construimos instituciones que han desarrollado el derecho internacional? El problema con los cínicos es que subestiman la inteligencia de todos aquellos que han trabajado por las instituciones internacionales y la cooperación. Esto no significa que el derecho internacional no sea manipulado por los políticos a diario. Pero la supervivencia de la idea y la práctica del derecho internacional luego de tantos años de manipulación nos muestra que hay algo más que pura retórica.

Si, es verdad que las hostilidades siguen, los civiles muertos se acumulan y los refugiados y desplazados crecen. Pero hoy, vistas todas las victorias ucranianas en diversos tribunales y foros internacionales, el panorama es distinto. Ellas demuestran que el derecho internacional está plenamente vigente y que no es tan fácil, ni aún para los poderosos, violarlo impunemente.

Por C. Ignacio de Casas
Profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad Austral

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