El hombre ‘provalecido’

miércoles 09 de marzo de 2022 | 6:00hs.

De acuerdo al diccionario de la RAE la palabra prevaleció, en sentido lato, es sobresalir o imponerse una persona sobre otra, y por extensión se denomina prevalecido al dominador: yo me prevalezco, tú te prevaleces.

En nuestra región esa palabra derivó en ‘provalecido’, epíteto equivocado pero común, principalmente usado en época de escuela primaria, cuando alguien abusaba de su poder físico sobre otro.

En tiempo actual se designa bullying al tipo de comportamiento violento e intimidatorio que se ejerce de manera verbal, física o psicológica durante la etapa escolar. Pero, también es cierto, existían los protectores que defendían a los mortificados y, a estos abusadores los ponían en vereda.

Según nuestra rica historia misionera y guaraní, ‘provaleció’ ya se usaba en época de los jesuitas.  Lo usó el Chamán como broche de un recordatorio al presenciar la paz reinante en bucólico atardecer entre los habitantes de la tribu. “En esa ocasión le dijo al gran Mburuvichá Guazú: “recuerda cuando nuestros bravos tenían cercadas las tribus enemigas; un último golpe y caerían rendidos a nuestros pies. Qué botín habríamos conseguido. Nos hubiéramos hechos de embarcaciones, armas, hombres que apenas habrían salvado el pellejo, despojos de sobrevivientes, mujeres y niños. Hubiéramos tenidos esclavos, concubinas y servidumbre a nuestra disposición, y nos sentiríamos más ricos materialmente. Pero, al mismo tiempo estaríamos creando resentidos, humillados y rencorosos que alguna vez intentarían revelarse solos o uniéndose a otras fuerzas enemigas, o creando intrigas internas. No olvides que los enemigos internos son los más peligrosos. Vale decir, que nuestra tranquilidad interior con el tiempo estaría convulsionada o, por lo menos, no tan segura. Sin embargo, al detener el avance exterminador y no atacar ofreciendo a cambio la paz, creaste una gran nación de norte a sur donde todas las tribus viven en armonía y ventura. Terminaste con las continuas reyertas y has hecho cicatrizar heridas de viejos rencores abiertas por las muertes de tantos parientes, tantos amigos, tantos ancianos, mujeres y niños. Todo eso lograste usando la razón, la conciencia y el corazón. Pues, en aquel tiempo, eran frecuentes los enfrenamientos entre las tribus bajo cualquier motivo, porque el hombre, debe entenderse, no necesita de muchos argumentos para provocarlos, le sobra y alcanza un sólo pretexto emocional para armar el conflicto. En la historia se encuentran por montones esas irracionalidades. Basta que ocurra una primera disputa para que la inquina dure por largo tiempo. Si en la pelea hubo un ganador, el vencido querrá vengarse; si hubo un empate, buscarán la manera de desempatar. Las luchas más frecuentes se daban por los sitios de caza o de la pesca cuando escaseaban peces y animales en una comarca y abundaban en la otra. En estos casos, la supervivencia determina la pelea. En otros, porque el hijo de un cacique se enamora de una kuñataí de otra tribu y no es correspondido, entonces el orgullo herido determinaba el enfrentamiento. Y guay si hay rapto, porque el vencido será aniquilado. En este caso, el ultraje es muy grave y se toma a la agresión como una ofensa a todos los grupos tribales. Por tal motivo solían forjarse alianzas contra la tribu del raptor que, a la larga o a la corta, caía vencida: los hombres podían ser esclavizados o degollados y los niños y las mujeres podían repartirse como botín. En tu posición de vencedor, no te has ‘provalecido’ ante el débil”.

Salvando la distancia de la época actual, la realidad indica que este comportamiento abusivo se da en general en todas las etapas de la vida. Y quien lo usufructúa requiere un combo de pequeño o gran poder. Ese gran poder, si es ejercido por gobiernos totalitarios donde las libertades están conculcadas y los tres poderes del Estado lo ejerce una sola persona en un país con ánimo de expansión, la humanidad corre peligro.  Y ese peligro se dio nomás con Vladimir Putin, el ex jerarca de la tenebrosa KGB rusa, invadiendo a la débil Ucrania. Débil en armamentos, pero no en moral. Nada más que en esta ocasión el débil está completamente solo y no tiene grandulones que lo proteja. Pero el grandulón ‘provalecido’ no se está llevando de arriba, porque si bien el poderío militar lo erige en gran potencia, su debilidad reside en su economía, donde occidente le cerró todos los grifos económicos. Putin, al atacar a un país mucho más débil, con argumentos poco claros que no convencen a ningún observador, consiguió alinear al mundo en su contra de una manera nunca antes vista. El pueblo ruso está sufriendo el aislamiento de occidente con tremenda inflación, moneda devaluada (un rublo, un peso), impedido de comerciar con el mundo, cerrada sus importaciones y exportaciones y cero créditos exteriores como en los sufridos países emergentes.

Vladimir Putin, en tanto, sigue su gran vida en el gran palacio de los zares rodeado de sus serviles cortesanos, mientras el pueblo ruso comienza a sufrir los avatares de esta locura. Y Putin presume que al final tendrá su victoria, pero a lo Pirro, con los miles de hombres, mujeres y niños que huyen despavoridos en busca de asilo, con miles de hombres, mujeres, niños y los de su patria muertos en su conciencia. Si la tiene.

A los miles de ucranianos que huyen de Ucrania en busca de refugio (son más de millón y medio), el poema  ‘La huida’, de Guadalupe Grande:

Vivimos como de prestado. Vivimos como sin querer. Vivimos en vilo y nuestro destino es la espera. Vivimos fatigados de tanto sinvivir

Huí, es cierto.

Huir es un naufragio, un mar en el que buscas tu rostro, inútilmente, hasta convertirte en náufrago de sal, cristal en el que brilla la nostalgia.

Huir tiene el olor de la esperanza, huele a cierto y a traición, se siente vigilado, está perdido y no hay ningún imán que guíe su insensato paso migratorio.

Huir parece alimentarse de tiempo, respira distancia y mira, desde muy lejos, un horizonte de escombros.

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