Ñande reko rapyta (Nuestras raíces)

El Escarabajo de Beba

viernes 04 de marzo de 2022 | 6:00hs.

E
l arte en sus multifacéticas formas de expresión ha sido parte de nuestro acervo misionero desde allá ité… y parece que una de las más remotas expresiones que perviven es la música, me lo aseguró Karoso Zueta en una charla, hace tiempo, que atesoro.

Más allá de la experiencia jesuítica que formó, obligadamente, a algunos guaraníes seleccionados en pintura, escultura o escritura musical, provocando un choque cultural de gran magnitud con las técnicas propias hasta ese momento, esa necesidad de expresión continuó -y continúa- siendo parte de nuestro derrotero como sociedad.

A nuestra historia misionera le faltan datos sobre el quehacer cultural-artístico de la etapa correntina, es decir hasta 1882 más o menos, o al menos no los estamos encontrando todavía; en los primeros tiempos del Territorio Nacional -cuando el siglo XIX moría- las “artes” tenían un lugar relevante dentro de la pequeña elite local y hasta una renombrada actriz, Orfilia Rico, contrajo enlace en Posadas con Emilio Goicochea, en octubre de 1890, un evento que convocó invitados en las dos orillas del Paraná.

Cuando el siglo XX asomó, en el año 1902 se inauguró el Club de Artesanos, y se comenta que en esas instalaciones se realizó la primera proyección cinematográfica; casi como competencia, en el Bar Americano, en la intersección de Colón y Sarmiento de la capital, también se realizaban actividades artísticas, para ello el lugar contaba con un “escenario respetable”, plateas y hasta palcos; al poco tiempo se conformó el Círculo de Obreros Católicos: en la esquina de las calles Colón y Entre Ríos montaron la sede y también se brindaron obras de teatro y funciones de cinematógrafo.

En 1911 se inauguró el Teatro Español, y a partir de entonces la cosa se puso más seria y glamorosa. Poco a poco, Posadas pasó a integrar una especie de circuito de giras artísticas que grupos profesionales llevaban adelante cada año en el país; en los primeros tiempos las galeras de Avalía y Colmeiro transportaban a las “compañías” que no tenían coches propios. Cuando el servicio de ferrocarril llegó al sur misionero, facilitó el viaje a más artistas.

Espectáculos de primer nivel deleitaron a un público ávido de ese tipo de esparcimiento, particularmente en los meses de invierno, actrices y actores como Blanca Podestá, Jacinto Aramas y Enrique Rosas, compañías de zarzuelas, óperas y operetas, dramáticas y comediantes –Piero Moresca y Santullo se destacaron-. La tradición oral y algunas semblanzas de periódicos de entonces cuentan que muchas veces la casa particular de Clotilde González de Fernández Ramos se utilizó como salón de ensayos, tanto que en aquellos patios surgió un grupo humorístico local conformado por Inocencio Perdigón, Luis Sereni, Esther Jorquera López, Corina Caminos y Cose Isidro Trujillo, jóvenes y nóveles artistas.

En 1913, la actividad cultural era incesante, la Compañía Le Cité de Milano ofreció varias funciones de las obras ‘La viuda alegre’ y ‘El conde de Luxemburgo’; también se representaron ‘La casta Susana’ y ‘Eva’. En el entretiempo se podían apreciar las dotes interpretativas de una niña prodigio local y hasta palabras alusivas a las obras.

Las compañías de zarzuelas y operetas desfilaban una tras otras con éxito casi asegurado. Esto atrajo a otro tipo de grupos artísticos dedicados al género “costumbrista provinciano”; el público no gustó de las representaciones y la oferta no prendió en el Litoral.

Casi en paralelo con la inauguración del teatro en Bolívar casi Ayacucho, los directivos de la Escuela Normal Mixta formaron la Sociedad Literaria, Filantrópica, Filarmónica y Filodramática, con docentes y alumnos; poco después hicieron algo similar desde la conducción del Colegio Nacional, el grupo se llamó El Camuatí y fue comandado por el profesor Chas y Aníbal Lesner. Desde el principio descolló un jovencito llamado Ismael Raúl Fernández, que en el tiempo se constituyó como referente indiscutido de la actividad teatral del NEA. Ismael, en ese tiempo, también fue parte de otra formación, denominada El Tinglado, surgida en la Escuela Superior N° 2.

Se volvió costumbre que las “compañías de fantoches”, cuando visitaban nuestra zona, brindaran funciones gratis para los pacientes del Hospital de la Caridad a cambio de una rebaja en los impuestos y permisos de rigor. Esos grupos itinerantes recorrían los pueblos con obras protagonizadas por títeres y marionetas, se anunciaban pomposamente; por una módica y accesible entrada se podía disfrutar del espectáculo, en la plaza 9 de julio casi siempre, eran netamente populares.

Algo similar sucedía cuando visitaban prestidigitadores, y después, con las funciones del cinematógrafo que Luis Dariés y un señor de apellido Basset brindaban, cada tanto, al vecindario.

En el año 1914 se inauguró el Cine Posadas, provisto con motor y dínamo para dar luz a la lámpara reflectora, al aire libre primero, en poco tiempo se techaron las instalaciones y se incorporó iluminación mediante lámparas eléctricas para comodidad de los espectadores antes y después de cada función. Éstas eran musicalizadas en vivo por un pianista, entre ellos el profesor Amores, que se consagró en los entreactos.

A mitad del siglo pasado, Helena Díaz -Beba para la familia y amigos-, una profesora de Historia local, marcaría la actividad teatral: desde su comercio familiar, la librería El Escarabajo de Oro, impulsó el desarrollo artístico como nunca antes. Primero, mediante la Biblioteca Circulante, facilitó la lectura de los grandes autores de entonces a los interesados; las puertas de su casa, en Sarmiento 319 de Posadas -donde actualmente se encuentra el museo Juan Yaparí- se abrieron para albergar en una piecita del fondo a amigos y curiosos que se reunían para leer obras de teatro y comentarlas. Así nació la movida del Teatro Leído.

Unos años más tarde formaron la Asociación Cultural Amigos del Arte, que colaboró por mucho tiempo con el quehacer artístico misionero. Beba nunca dejó de ejercer como docente en la Escuela Normal, donde ocupó cargos directivos; en julio de 1963 murió, pero su legado, empuje y quimeras perduraron…el escarabajo de Beba todavía espera ser reencontrado.

¡Hasta el próximo viernes!

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