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Consecuencias del contrabando de gas en la frontera seca de Misiones

Sobrevivió al infierno pero el daño es permanente: “Tengo la vida arruinada”

Marcio Alves Ferreira (18) sufrió quemaduras en el 80% del cuerpo y estuvo internado casi un mes tras incendiarse el depósito clandestino en el que trasvasaba gas de garrafas argentinas a brasileñas para contrabando. Su nueva vida y las secuelas con las que tendrá que vivir por el resto de sus días.

martes 01 de marzo de 2022 | 5:30hs.
Sobrevivió al infierno pero el daño es permanente: “Tengo la vida arruinada”
Marcio -a la derecha- junto a dos de las personas que colaboran con insumos médicos para su recuperación.
Marcio -a la derecha- junto a dos de las personas que colaboran con insumos médicos para su recuperación.

Mientras el domingo 14 de noviembre de 2021 el país elegía a sus legisladores nacionales en una jornada marcada por el entusiasmo de los electores y un calor insoportable, más aún en la provincia de Misiones, en el alejado paraje Gramado, situado entre las localidades de San Antonio y Bernardo de Irigoyen, Marcio Alves Ferreira sufría la peor tragedia de su vida.

El joven, de apenas 18 años, terminó aquel mediodía con el 80 por ciento del cuerpo quemado al incendiarse el depósito en el que trasvasaba el gas de garrafas argentinas a cilindros brasileños que luego serían transportados de manera ilegal hacia Brasil a través de los innumerables pasos clandestinos de la frontera seca que conecta con Santo Antonio do Sudoeste y Dionisio Cerqueira.

Marcio estuvo 29 días internado en el hospital Samic de Eldorado, doce de ellos en terapia intensiva y con asistencia respiratoria mecánica, intubado, envuelto en vendas. Su vida estuvo sumergida en riesgo constante y en ese contexto su familia se preparó para lo peor. Ni los médicos daban muchas esperanzas pero puso todo de sí y sobrevivió al infierno.

Desde mediados de diciembre está otra vez en la casa de sus padres, tras conseguir el alta médica y el permiso para continuar con los tratamientos de manera ambulatoria. Zafó de la muerte pero los especialistas advirtieron que las secuelas serán permanentes.

"No puedo tener nada de contacto con el sol, eso me hace mucho daño, me arde el cuerpo. Siento fuertes dolores a veces y constantemente tengo que ponerme cremas para mantener la piel hidratada. Mi vista está bastante deteriorada. Tampoco puedo trabajar. Es duro decirlo pero tengo la vida arruinada", lamentó Marcio ante El Territorio.

El joven recuerda lo sucedido aquella mañana de domingo y se angustia. Es consciente de que está vivo de milagro y en ese punto agradece a un conocido que desde su casa y casi de casualidad lo vio salir del depósito con el cuerpo en llamas y optó por llevarlo de manera inmediata a un centro médico. "Si no estuviera él (por el chico que lo ayudó) no contaba la historia, porque ni bien pude salir de entre el fuego comencé a revolcarme en el suelo y en carne viva me llevó en su auto hasta el hospital, mientras en el camino avisó a mis padres. Es una deuda eterna que tengo. Me salvó la vida", puntualizó.

Sobre las circunstancias del siniestro Marcio detalló que "desde hacía varios días las válvulas conectadas a las mangueras que usábamos tenían pérdidas y al final un cortocircuito en el sistema eléctrico, que era muy precario, prendió fuego todo. Yo tenía la ropa mojada con gas licuado por eso las llamas avanzaron por mi cuerpo, apenas pude salir".

En esa línea aseguró que junto a los chicos con quienes trasvasaba el gas "pedimos muchas veces válvulas nuevas a los patrones pero no hacían caso, teníamos que arreglarnos como podíamos y después de que sucedió esto me tiraron como basura, nunca dieron la cara, ni una pomada siquiera compraron. Hubo gente que me ayudó para comprar los medicamentos porque realmente la pasamos mal con mi familia".

"Estoy vivo, eso es importante"

Por estos días el sobreviviente cura con paciencia las heridas de su cuerpo, oculto del sol y embadurnado en cremas hidratantes. Mientras sus padres hacen de soporte haciendo trabajos de agricultura, se aferró a una vieja guitarra que le ayuda a adaptarse a su nuevo contexto, aunque también sirve de tratamiento kinesiológico para devolverle movimiento a sus dedos entumecidos por el fuego que derritió gran parte de su piel e hizo desaparecer su cabello.

Brazos y piernas hinchadas, en parte derretidas, completan su nuevo cuerpo, el mismo que tendrá que aprender a querer para sobreponerse a la angustia y evitar revivir el trauma cada vez que se mire al espejo. "Estoy vivo, eso es importante, lo tengo que valorar", dice.

Sobre lo que lo llevó a esa situación, Marcio reflexionó: "Hay gente que critica desde sus cómodos lugares pero qué uno puede hacer, si este es un pueblo chico que no genera esperanzas ni ofrece posibilidades de trabajo formal para los jóvenes, entonces uno termina haciendo lo que puede, lo que a uno le ofrecen y nos ofrecen esto".

Como se explicó, su trabajo diario era trasvasar el contenido de las garrafas argentinas a las brasileñas por medio de la gravedad, en un galpón de chapa y sin ningún mecanismo de seguridad pese a la extrema peligrosidad. Una bomba de tiempo que por poco no acabó con su vida.

La última foto que subió a su estado de WhatsApp, aquel domingo que se incendió todo, fue mostrando ese precario proceso con simples mangueras conectadas a las deterioradas válvulas. Las garrafas argentinas colgadas en una pared e invertidas y las brasileñas debajo, sobre el piso, recibiendo el contenido de las de arriba. Un documento clave que fue presentado ante las autoridades que siguieron mirando para otro lado.

En medio de esa práctica, donde retrató la imagen con su teléfono celular, Marcio terminó con el cuerpo en llamas. Sobrevivió, pero su vida fue perjudicada para siempre.

Del otro lado nadie se hizo cargo. El negocio continúa floreciente a la vista del pueblo, ante la inacción de las autoridades. Los controles siguen siendo inexistentes.

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