Los toros de Mbaracayú

domingo 06 de febrero de 2022 | 6:00hs.
Los toros de Mbaracayú
Los toros de Mbaracayú

Me encontraba todavía en Palmas (Paraguay). Habíamos terminado la cosecha (zafra) de ese año. Nos habían comunicado que en alrededor de 30 días iban a llegar dos barcos para cargar la cosecha del año anterior que había estado estacionada en los noques (galpones de madera con dobles paredes) para su maduración. La yerba del secadero absorbe en ese año un 10% de su peso en forma de humedad. Su valor por consiguiente aumenta también en un 10%.

En los noques contenían unas 1800 toneladas de yerba estacionada.

Habíamos tenido problemas con el camión y no habían llegado todavía los repuestos para arreglarlo. Esto ocasionaba un problema.

El barranco sobre el Paraná era de alrededor de 80 metros de altura y había un camino en serpentina para el camión. Las bolsas pesaban cada una 50 Kgs. No me podía imaginar a la gente cargando 3600 bolsas a hombro hacia los barcos.

Entre todos nos pusimos de acuerdo en construir un tobogán.

También la gente recibió la noticia con entusiasmo. Nunca se había emprendido semejante tarea.

Había que calcular muy bien la caída. La bolsa tenía que llegar al arenal del remanso con poca velocidad, desde allí se la cargaría a la bodega a hombro. Decidimos armar el tobogán en cuatro etapas de unos 20 metros de altura cada una.

Un remanso es como un golfo en la orilla del río. En el remanso el agua no fluye como la corriente del río sino en forma circulatoria. Los remansos son lugares ideales para pescar la boga, el pacú, la tararira, el armado el salmón y en algunos casos la palometa  (prima hermana de la piraña) A veces los cardúmenes de palometas van acompañadas por algunas ellas. En una oportunidad una piraña me dejó sólo la mitad del pequeño anzuelo de acero habiéndolo partido en dos. La fuerza de sus quijadas es sorprendente.

Aprendí a pescar la boga, para mí el pescado más suculento de todos. En la canoa, además de la lineada se lleva una bolsita con granos de maíz. Se lleva la canoa al remanso. La corriente la lleva sola en su viaje circular. A medida que va avanzando se sueltan granos de maíz. Si hay bogas van a perseguir el cebo. Después de dos vueltas se tira la lineada con maíz como carnada. Nunca falla. Las bogas que pesaban menos de 4 kgs se devolvían al río.

Para la construcción del tobogán decidimos emplear únicamente los Bambús gigantes que crecen en las orillas del Paraná.

Son bambús que llegan a tener 20 metros de altura con un diámetro de 10 a 20 centímetros en la parte inferior. Tienen  una gran resistencia  a la flexión y a la torsión. En la China todavía hoy se la usa para construir andamios.

No había una ferretería a la vuelta de la esquina para comprar clavos. Se decidió atar todo con tacuapí (otra variedad de bambú muy finita que crece en el monte y que partida en dos o más sirve como la mejor soga). Otra ventaja es que una vez envuelta y hecho el nudo, se seca y al secarse se encoje, uniendo aún con más firmeza las partes.

 Teníamos suficientes tablas para armar el cajón por donde se deslizarían las bolsas. Estas tablas se cepillaron y se lijaron a mano para evitar roturas y desgarramientos. No había suficientes tablas para hacer deslizar las bolsas de panza. Tuvimos que hacer el cajón más angosto y deslizarlas de costado.

El andamiaje me hacía recordar esas torres construidas por algunas tribus en la Polinesia que las utilizan para lanzarse atados con una liana atada de los pies.

Es una lástima que no haya podido dejar todo esto impreso pero nunca tuve cámara de fotos.

El tobogán fue un éxito rotundo. Los barcos llegaron, se los cargó sin percance. No se averió ni una sola bolsa. Años más tarde me comentaron que se seguía utilizando el tobogán y que todos los años se guardaban las tablas del cajón para resguardarlas de la intemperie.

Don Roberto, dueño del establecimiento, aterrizó con su Piper para inspeccionar la obra y la carga.

Quedó muy conforme y nos felicitó. Pensé que nos a invitaría a todos con un asado. Pero eso no sucedió.

Nos trajo la noticia que había comprado 5 toros de la raza Nelore (una variedad de cebú) para cruzar con las vacas que regenteaba Don Colá, el encargado del ganado. El Nelore tiene la particularidad de tener las patas mucho más largas que las otras variedades de Cebú. Esto evita que se lastimen sus genitales con los yuyos agresivos de la zona. Las heridas y como consecuencia de las heridas, las gusaneras, se curaban únicamente con creolina. Era un trabajo duro y peligroso. Hoy se previene con vacunas.

Teníamos que traer los toros de una estancia en las cercanías de un pueblo llamado Mbaracayú a como dos días de viaje en mula. No tenía mucho que hacer en ese momento. La zafra había terminado. Además los tres capataces encargados de la tarea me invitaron a acompañarlos.

 Acepté con gusto y nos fuimos todos a lomo de mula acompañados por Diana, una perra Gran Danés  de pelaje negro que no dejaba de ser una sensación por cada lugar que pasábamos.

El primer día, cabalgando por los pastizales naturales con los típicos tacurús y las palmeritas yataí vimos perdices pardas, caranchos, urubús y hasta oí el lamento lúgubre del urutaú. (Llora llora urutaú, en las ramas de yatay, ya no existe el Paraguay, que conocí como tú. Llora llora urutaú.)

 No vi animales grandes salvo un oso hormiguero tratando de escapar. Diana salió detrás de él. El oso parece bastante torpe y no corre con velocidad. Éste, al notar que Diana la perseguía se dio vuelta y la encaró sentada, apoyada en la cola con las patas delanteras abiertas. Esas patas tienen grandes uñas que utilizan para abrir los tacurú. Diana frenó en seco y le gruñía. Tuvo suerte de obedecer mi orden y no atacar porque el oso la hubiera abrazado y con sus uñas la hubiera partido en dos.

Don Colá no se sentía bien, se veía que tenía fiebre. Se quejaba de ardor en la espalda a la altura de la cintura. Al mediodía desmontamos en un montecito para ver que podíamos hacer  para darle alivio.

Don Serafín, hombre con mil experiencias enseguida diagnosticó culebrilla. También se le llama fiebre de San Antonio. Es provocado por una variedad del virus Herpes que produce pústulas bajo de la piel. Más que molesto es muy doloroso.

 La culebrilla comienza en la espalda a la altura del cinturón y se desplaza por los  costados hacia adelante. La superstición dice que cuando las pústulas se juntan adelante en la zona del ombligo el paciente muere.

Una vez acostado el paciente y con el fuego preparado para el mate, Don Serafín me dijo  “venga, le voy a mostrar algo”. Entramos un tramo en el montecito y me encontré como en un lugar encantado. Había algunos árboles grandes muy ralos y entre ellos los helechos más grandes que he visto. Se los llama “helecho macho “. Las plantas adultas tenían más de 3 metros de altura con troncos de no más de 20 cm de diámetro. Los helechos no producen madera y sus troncos son muy blandos.

Don Serafín se acercó a uno de ellos, con su machete cortó las hojas que molestaban y luego cortó el tronco. Éste estaba lleno de una sabia pegajosa. Luego aplanó el corte que había hecho en el tronco y me mostró un nítido dibujo de un rombo con dos puntas alargadas.

“Si alguna vez se encuentra perdido en esta zona” me dijo “corte un helecho macho. Las puntas agudas del rombo siempre le mostrarán exactamente el Norte y el Sur. Es una brújula que no falla.”

Volvimos al campamento y Don Serafín  aplicó la savia del helecho a las pústulas de Don Colá. Esto lo hizo cada tantas horas. Los dolores fueron despareciendo durante la noche. A la mañana siguiente estaba en condiciones para montar.

 Llegamos a la estancia indicada y separamos los 5 toros. Bien de madrugada emprendimos el regreso. Los toros eran bastante chúcaros al principio pero a las pocas horas se acostumbraron al arreo. Don Bordenave siempre hacía de punta. Se notaba que uno de los toros tomó el mando y los otros lo seguían. Esto lo noté especialmente cuando debíamos cruzar algún arroyo.

 Tardamos 3 días en volver. Para pasar la noche se elegían lugares con suficiente pasto para que los animales no se alejaran demasiado y nos turnábamos de a dos para cuidarlos. Afortunadamente no hubo tormenta ni llovió y llegamos sanos, salvos y secos.

El relato corresponde a vivencias del autor en la década del 50. Son parte del libro Recuerdos de Misiones, inédito. Klomp tenía propiedades en Eldorado. Falleció en 2019 en Buenos Aires.

Gerardo Klomp

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