Cuando humacan los alien

domingo 16 de enero de 2022 | 6:00hs.
Cuando humacan los alien
Cuando humacan los alien

-¡Qué azul de pureza y amor tiene desde aquí la Tierra hoy! dijo el alienígena, a su esposa, mientras reposaban en unas cómodas silletas, al borde de una estrella dorada y tibia.

- Seguro que tendremos una fructífera humaca. Comentó ella, sonriente, mientras ajustaba sus lentes oscuros para evitar el fuerte reflejo de la luna llena, que a pesar de ser de día en la Tierra brillaba espléndida en el espacio.

- ¿Trajiste el engaño para que sea buena la humaca?

- ¡Por supuesto, lo que más apetecen los humanos, dinero, norteamericano, dólares! El Alienígena desenredó pacientemente la extensa y resistente tanza de unos 50.000 metros, revisando con la mano el filoso gancho de titanio invisible. En el gancho clavó el fajo de los billetes universales como lo son los dólares norteamericanos, se recostó en la silleta y se puso a beber a sorbos lentos un trago largo de mercurio. Mientras lanzaba a la atmósfera el anzuelo con la carnada. La línea de metal tan delgada que la hacía invisible se fue desenredando lenta y silenciosamente.

- ¡Qué bello es humacar desde el borde de una estrella! Comentó ella, lanzando hacia la tierra su propia línea.

En Buenos Aires las calles están llenas de gente, que protestan y reclaman el robo de sus ahorros por parte de los bancos, en silencio Pedro Armendáriz, camina llevando con prisa la carta que su jefe manda a otra oficina de la ciudad, ya sin impresionarse por el ruido de las manifestaciones. Entra a la oficina, saluda a María, su novia, le entrega la carta y la invita a almorzar en el parque de abajo.

Julio Grezeñuk, está en la manifestación y quiere sacar sus ahorros del banco y adquirir un automóvil que es el sueño de su vida. Sin embargo, lo tiene todo perdido, por eso descarga su bronca a los gritos por las calles de la ciudad gritando a coro con otros: ¡Ladrones, ladrones!

Teresa es una docente, morocha, gorda, simpática, que sueña con tener mucho dinero para poder comprarse toda la comida y algún día si la suerte le permite viajar a Disneyword, camina en silencio unas 20 cuadras del trabajo a su casa, siempre lo hace comiendo algunos alfajores.

El día está espléndido en Buenos Aires, claro, brillante. Julio miró delante de él, sobre la vereda vio un fajo de dinero, lo pisó como para que nadie más lo viera y luego juntarlo, cuando sintió un fuerte tirón que lo llevó hacia arriba quedando colgado del aire, por lazos invisibles.

El Alienígena sintió el peso en la tanza y comento:

- Picó, picó... Tironeando de la caña.

En ese momento, Julio sintió que algo se clavaba más y más en su pie, quiso gritar pero no pudo, todo comenzó a verse más chico y lejano, como si se viajara en avión y comenzó a faltarle el aire.

Al borde de la estrella, el Alienígena, pisó a su presa por el estómago comentando:

- Mira que bello ejemplar, tiene cabellos rubios y ojos azules.

De inmediato le sacó la ropa, con un cuchillo le abrió las entrañas y lo puso a freír en un caldero con lava de sol... Los ojos le brillaron de alegría.

Enseguida su esposa le dijo:

- A mí también me picó, es algo pesado, tal vez enganché un ejemplar raro de humano.

Teresa había visto el fajo de billetes y pensó de inmediato por fin podré ir a Disneyword, cuántos alfajores podré comprarme, tomó el fajo y su mano se enganchó en el anzuelo de titanio, lanzó un fuerte grito de dolor, algo la levantaba hacia las nubes, pero los músculos de su mano no resistieron su propio peso y se rasgaron lanzando sangre y tirándola al suelo, sin comprender lo que pasaba Teresa miraba su mano lastimada, que aún aferraba el fajo de billetes y a pesar del dolor, sonrió, se levantó y se fue al hospital a curarse, los médicos no entendían su alegría a pesar de estar herida.

Con frustración la esposa del alienígena, verificó que en su anzuelo le faltaba la carnada. Dio un suspiro de resignación y puso dos fajos de billetes, lanzando ansiosa hacia la tierra su tanza en busca de otro humano.

Un mendigo vio los dos fajos de dinero, pero no se inmutó, filosofó un rato pensando: si el dinero era real o ficticio, si lo tomaba y era una ilusión sería para él un gran desaliento, en cambio si era real, no sabría que hacer con él ya que hacía mucho tiempo había perdido la esperanza, en el laberinto de la sociedad moderna y actual, era una víctima del neoliberalismo y el mercado. E indiferente pasó por el costado de la tentación del verde papel y siguió meditando, buscando en los tachos de basura algo para comer.

Pedro y María estaban en la plaza mirando el sol del mediodía, cuando vieron sobre el césped del parque un fajo de billetes. Miraron a sus costados, como nadie atendía lo que estaban mirando, decidieron tomar los billetes del suelo. María le dijo a Pedro:

- Juguemos para ver quien lo toma primero.

- Estoy de acuerdo. Contestó el joven.

Y ambos salieron a la carrera hacia el fajo de dólares. María se adelantó tomó el fajo y lo apretó sobre su vientre, fue cuando sintió el agudo e invisible dolor del anzuelo de titanio, exclamó:

- Me duele, me duele, Pedro ¿qué pasa, qué pasa?

Sintió que algo la levantaba desde el vientre hacia el cielo y en forma rápida desapareció.

Pedro se puso loco de angustia y dolor.

El alienígena tomó a María de los pelos, la miró, comentó

- Es una hembra humana...

- ¿Estará encinta?, exclamó su esposa. Acariciándola suavemente.

- Tal vez, a los humanos se le nota el embarazo a los tres meses.

- Es joven y bella, déjala ir.

María abrió los ojos aterrada y más aún se asustó cuando vio a sus interlocutores, tan raros y extraños. Pero en realidad los ojos casi se le salieron de sus órbitas, cuando asomada al borde de la estrella vio y reconoció a la Tierra, su propia morada en el espacio. Lo primero que se dijo es “estoy muerta y vine al cielo”. El alienígena, le dijo a su esposa:

-Como tú me lo pides la dejaré ir. Le sacó el anzuelo, le puso la carnada entre los senos, tocándole el vientre la curó y la lanzó sobre una gran nube, que la posó suavemente sobre la tierra, en el mismo lugar donde fuera abducida por el anzuelo invisible. Pedro se abrazó a ella y rezaron.

María le contó que había visto el rostro de Dios y llorando de alegría tomaron el fajo de billetes, se casarían por fin.

El alienígena, se mofaba de su esposa, él ya había humacado dos veces y ella ninguna.

Miró el caldero, exclamando, nuestro humano está a punto, se lo repartieron y comieron alegres.

En la Tierra ocurría algo extraño, unos hombres rudos, apuntaban con un revólver a otro hombre y lo obligaban a subir a un automóvil. Era uno de los tantos secuestros que ocurrían en Buenos Aires. Llamaron por teléfono a los familiares del hombre y le exigieron que le entregaran 10.000 dólares en un fajo que deberían tirar en un terreno baldío. Y desde una casa cercana se pusieron a esperar el fruto de su mala conducta. De pronto uno de ellos divisó sobre el terreno el fajo de dinero, llamándole la atención por la rapidez con que los familiares consiguieron el dinero, salió a tomarlo, lo puso en el bolsillo y con gran malicia se aprestó a matar a la víctima del secuestro. Fue cuando sintió un pinchazo en la pierna y el tirón hacia arriba, todos se asustaron, sus compañeros vieron como subía dando giros a las alturas. Llenos de pavor, abandonaron al hombre que habían secuestrado y huyeron horrorizados del lugar.

La Alienígena se sintió alegre, al tomar su presa. Le sacó el anzuelo, lo puso en el suelo de la estrella. Tomó el revólver del humano y como tratando de descubrir para que servía esa herramienta haciéndolo funcionar le disparó varias veces. El hombre cayó examine, a ella le pareció feo y duro.

Comentó:

- No tengo hambre. Vámonos ya.

Juntaron sus cosas, se subieron a su nave y viajaron a su planeta. En el viaje comentaban que había sido un hermoso día de humaca.

En Buenos Aires el fuego de los cortes de rutas, por parte de los piqueteros, la bronca de los ahorristas, el miedo de la gente a la delincuencia y la caradurez de los políticos seguía su curso normal.

Mientras que Pedro, María, Teresa y el Mendigo contaban a sus allegados su rara experiencia del día, los familiares de Julio... denunciaban su desaparición. Y el hombre salvado del secuestro, caminaba riéndose como loco. Agradeciendo a Dios haberse salvado...Teresa devoraba ansiosa, varios alfajores...

Argentina llora, la tristeza de saber que su cuerpo tiene 53 por ciento de pobreza... En una lejana estrella la pareja alienígena mira por última vez la esfera azul y la saludan.

Diego Luján Sartori

*Humacan: cazar humanos.
Sartori es abogado y docente. Tiene publicado 14 libros, entre testimoniales, de poemas y cuentos. Ha participado en más de 20 antologías. Prepara su nuevo libro: Semblanzas, donde describe a personajes y personas de su entorno y la comunidad sanvicentina.

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