Pinceladas de historia

Los jesuitas y las encomiendas

domingo 09 de enero de 2022 | 6:00hs.

Los guaraníes en la cuenca rioplatense se hallaban en situaciones diversas. La incorporación de este pueblo indígena a la sociedad colonial a principios del siglo XVII y su evangelización en épocas donde ello era prioridad para la corona española aparecía como una cuestión prioritaria.

Gran parte de los guaraníes, en la etapa de la conquista española, habían sido distribuidos en encomiendas a los vecinos de Asunción, Villa Rica y Corrientes. Esta institución, las encomiendas, había nacido en las islas Antillas durante la etapa inicial del dominio español de América. Ordenaba el trabajo obligatorio del indio y su subordinación al encomendero. Este debía darle protección, defensa legal y facilitar su cristianización. A cambio el encomendero cobraba el tributo que los indios debían al rey. Como no existía la moneda en esos tiempos en Paraguay y Corrientes, ese pago se hacía en servicios personales, es decir el trabajo gratuito en favor del encomendero por parte de la mano indígena. Claramente esta institución, aún existente hacia el siglo XVII, era anacrónica y opresiva para la sociedad guaraní. Significaba una forma brutal de esclavitud. Los jesuitas, llegados al Paraguay a principios del siglo XVII se pronunciaron inmediatamente contra este sistema opresivo. El primer Provincial, Diego de Torres, en 1603 en un texto de moral práctica llamado “Instrucción para las conciencias de los encomenderos” explicaba cómo enmendar los abusos causados por la aplicación de ese servicio personal de los indios.

La vigencia del sistema había provocado distintos alzamientos entre los indios y ello significaba un reto para los religiosos, especialmente desde el punto de vista de la justicia y la evangelización.

Previo a los jesuitas, los franciscanos se habían contactado con grupos guaraníes y fundaron las primeras reducciones con el fin de agruparlos y evitar que sigan siendo sometidos al régimen de encomiendas. Así, a partir de 1580 fundaron pueblos religiosos como San Lorenzo de los Altos, cerca de Asunción, en 1585, Itá, cerca de Yaguarón y otros un poco más tarde, como Itatí, cerca de Corrientes.

Una Real Cédula de 1605 apoyó esta iniciativa de las órdenes religiosas, lo que dio lugar al gobernador asunceno Hernandarias a solicitar al P. Diego de Torres, provincial de los Jesuitas, el envío de misioneros a los pueblos guaraníes del Paraná y el Guayrá. Paralelamente, en 1611 Francisco de Alfaro reformó el sistema de encomiendas haciéndolo obligatorio a los varones entre 18 y 50 años. Esto alentó a los jesuitas a proseguir con mayor intensidad el proceso de evangelización que tomó varios rumbos. En 1610 se iniciaron las misiones del Guayrá y un poco más tarde, con aquellas experiencias se comenzaron a fundar pueblos entre los ríos Tebicuarí y Paraná, llegando a las costas del Uruguay y regiones más alejadas como el Tape unos años después.

La promesa del gobierno asunceno a los jesuitas era que aquellos que se avinieran a ser evangelizados en los pueblos serían exentos de tributos y, sobre todo, no serían encomendados a los vecinos.

Una de las características de la orden jesuítica fue su carácter internacional. En esta etapa inicial, en la primera década de evangelización se destacaron seis sacerdotes de los cuales tres eran italianos, dos españoles y uno paraguayo, el P. Roque González de Santa Cruz, gran conocedor de la lengua guaraní, que hablaba con fluidez, y también del modo de ser de esta cultura. A él le correspondió dar los primeros pasos de la primera de las reducciones, San Ignacio Guazú, vencer las rivalidades, introducir ganado vacuno y ampliar el área de siembra para la subsistencia de las comunidades de evangelización. Años después fundó Encarnación de Itapúa y años más tarde Corpus Christi.

Otro enorme precursor de las misiones fue el P. Antonio Ruiz de Montoya, bajo cuya dirección se fundaron once misiones en la región del Guayrá.

Otro frente misional que se abrió rápidamente fue el del río Uruguay, donde el propio padre Roque González propició la fundación de Concepción y luego Yapeyú y San Francisco Javier. En el nordeste de Río Grande do Sul, en las serranías del Tape se fundaron entre 1631 y 1634 otras once reducciones.

Este nutrido conjunto de pueblos, que albergaba decenas de miles de guaraníes, constituye la etapa inicial de las misiones y el declive del régimen de encomiendas, cuyos principales beneficiados se constituyeron en los más acérrimos enemigos de los jesuitas por considerarlos los causantes del fracaso de sus negocios esclavistas.

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