Historia del hombre que vendía muñequitos

domingo 02 de enero de 2022 | 6:00hs.
Historia del hombre que  vendía muñequitos
Historia del hombre que vendía muñequitos

A los escritores nos ha sido otorgado el maravilloso don de poder hacer visibles historias que se esconden en los oscuros rincones de la realidad.

Esta es la historia de un hombre que vive en mi pueblo. Lo veo una y otra vez parado en la esquina del Banco.

Enjuto, pálido, con unos insondables ojos celestes, se apoya en un bastón metálico alto cargado de óxido y permanece de pie, por horas, incólume como una estatua.

A su lado, una bicicleta roja (“Yo la  arreglé y la pinté “) que carga dos portaequipajes hechos de cajas .plásticas, uno adelante y el otro sobre la rueda trasera.  Los mismos están llenos de variedad de objetos entre los que se destacan unas tarteras de hojalata y unos muñequitos de madera.

Un letrero escrito con birome sobre cartón,  colgado  del manubrio  señala: VENDO VARIAS COSAS.

Siluetas humanas recortadas en terciado, pintadas con fibras, se hamacan sujetas con tanza entre dos palitos verticales de madera unidos por un corto trozo horizontal.

Al apretar los segmentos largos el muñequito gira. El sistema es elemental pero tiene la magia de las cosas simples.

El muñequito girando tiene el poder de la rueda del molino, de la imparable calesita de mi infancia, de la Tierra dando infinitas vueltas alrededor del Sol.

Pienso en mis nietos. -Y ¿si les compro uno? Pero al momento descarto la idea pues ellos, acostumbrados a la tecnología, no podrán valorar la humilde simpleza de este juguete.

Pasan los días. Lo veo, lo veo y lo vuelvo a ver.

Ya es tiempo de Navidad y de las buenas acciones. Entonces, un día detengo mi continuo girar (como el muñequito,  ¿vio ?) y , me dispongo a hacer un acto de caridad.

En el fondo tengo miedo de que un día él no esté más, de que se enferme e ingrese al Hospital, de que se muera de hambre y de que yo no haya hecho algo para ayudarlo.

Más por culpa que por entusiasmo, me acerco a él y es entonces, que una pregunta imprudente, atrevida, innecesaria, se escurre entre mis labios:

-¿Por qué hace usted estos muñequitos?

Durante más de media hora habló feliz, por ser escuchado, por sentirse visible.

Una historia de fuertes carencias desde niño, de expulsión, de rechazos.

Una historia en la que los mejores recuerdos fueron un camión Duravit (“La Tía no me lo quiso comprar porque había que juntar platita para comprar la chacra” ), al que replicó con trozos de madera y restos de pintura encontrados en el galpón

 (”La Tía lo vendió  porque había que juntar platita para comprar la chacra”).

Hubo un segundo camioncito al que escondió, pero una vez encontrado también fue vendido.

Un primo  venido de Suiza le enseñó a hacer los muñequitos y le dijo:

-Quizás un día te puedas ganar la vida con ellos.

Pasaron los años. Formó familia. Tuvo hijos. Fue un destacado trabajador de la madera. Bebió la desgracia de una botella. Se enfermó. Quedó solo y en la calle.

¡Cosas que pasan y que nadie debe atreverse a juzgar porque ninguno está exento !  Es tan fácil opinar sobre las vidas ajenas como si fuéramos personas perfectas. ¡Ojo! ¡Qué error! La taba de la vida puede darse vuelta en cualquier momento…

Hoy vive de una  pensión pequeña en una pequeña pieza de pensión. El bebé que llora al lado no lo deja dormir.

Le compro una tartera de hojalata que no sabe qué hacer en mis discapacitadas manos culinarias y  elijo un muñequito (de River).

Y con voz trabada por la emoción, le pregunto:

- ¿A usted le molestaría que yo escribiera su historia?

Lo piensa un segundo y responde con una sonrisa de sobreviviente:
- Cuéntela, así la gente me conoce y, por ahí, vendo más muñequitos.

La autora ha publicado más de una docena de libros. Socia fundadora de la ALA: Asociación Literaria de Alem.

Norma Varela

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