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Un regalo muy especial para Navidad

domingo 26 de diciembre de 2021 | 6:00hs.
Un regalo muy especial para Navidad

Las campanas de la vieja iglesia dieron las doce… Por la ventana se observaba cómo la nieve tomaba dominio sobre las casas coloridas y sencillas. Eduard, el duendecillo encargado de llevar las cartitas de los niños a Papá Noel… se había quedado dormido…al despertar, fregando sus ojos, bostezó como viento huracanado…tumbó a su paso cuanto se oponía. Gruñón, pero amoroso, con su larga capa verde y sus originales zapatos punta aguja, tomó su gran bolsa, hecha con nieve del Ártico, y tuvo que buscar las cartitas donde su bostezo las hubiera llevado.

La lista era interminable: muñecas, autos, bicicletas, patines, robots… muñeco de nieve…

-¿Muñeco de nieve?– Exclamó nuestro amigo con admiración -¿a quién se le ocurre pedir eso? El problema no era suyo, la cartita tampoco, pero como Corresponsal de Navidad, debía cumplir con el pedido aunque le pareciera ilógico.

-No durará bajo el suspiro del sol- se dijo y lanzando chispas de oro desapareció.

El caminito de pan de jengibre, pasas de uva, frutas abrillantadas, nueces y los infaltables rulos de chocolate, adornaban la travesía hasta la oficina postal de Papá Noel… que se encontraba fumando su pipa al lado de la chimenea, tomando unos mates calentitos. Su larga barba blanca casi tocaba el piso. Él la cuidaba mucho para poder lucirla en Navidad. Su traje rojo impregnado de estrellitas pícaras que bajaron del cielo para mimarlo, animaban el decoroso lugar de tantos sueños albergados…

Entre tanto, se oía el rumor de los renos que estaban afuera aprovechando el pastito verde que aparecía de día… Rondaba un comentario que a todos preocupaba… que en la Noche Buena, serían ocho renos, no nueve, que era lo habitual en la entrega de los obsequios.

-¿A qué se debe?- preguntó nerviosa Copito de Nieve, la joven reno, bella y muy alegre.

Contestó el más sabio y virtuoso: -Un inconveniente con el medio de transporte, hay un mensaje especial de parte de un niño y debe ser de entrega inmediata y, con la cantidad de regalos a llevar, no llegaremos a tiempo-.

-Qué interesante- dijeron los demás, mientras seguían comiendo pastito haciéndose morisquetas.

La nieve abrazaba la región con su manto blanco, majestuoso, ordenado y acariciaba casi imperceptible el rostro de los niños mientras jugaban en el parque. De repente como un rayo y sin pedir permiso aterrizó Eduard en medio de los renos que al ver ese bulto verde se atropellaron entre ellos para huir despavoridos… Eduard se descostillaba de risa al ver el espectáculo que había provocado momentos antes. Desconcierto y risas entre los presentes: a los conejos se les torcían las orejas, las palomas bajaron de sus nidos, y las ovejas veeeeeían cómo los renos corrían… fue un momento muy gracioso que animó a todos. El coro sinfónico de las chicharras yisyisyis… daba el toque mágico a la noche.

El duendecillo acomodó su gorro, juntó su bolsa blanca con las cartitas de los niños y se dispuso a continuar su camino hacia la oficina de Papá Noel que hacía rato lo esperaba.

-Llegas tarde- le dijo, mirando por sobre sus lentes.

-Sí, disculpe, don Papá Noel, es que hubo un inconveniente con el medio de transporte-

-Bueno, bueno, está bien…organicemos la Noche Buena-

Se sentó en su gran escritorio con miles y miles de cartas de todos lados, por aquí las de Europa, más allá las de África, Asia, Oceanía y América. Leyendo las de cada bolsa hicieron el listado con los nombres y direcciones de los destinatarios. ¡Arduo trabajo! Por suerte contaba con la ayuda de miles de duendecillos. Una vez finalizado, volvieron a revisar.

Todo en orden con las listas de pedidos, prontas para ser enviadas a las fábricas de sueños y juguetes.

Llegó el tan ansiado día… todos, absolutamente todos, vestían sus mejores galas, los trineos preparados con las gomas infladas, casi a punto, los renos con sus trajes amarillos con manchas negras y las botitas puestas.

El Wifi fue activado y Papá Noel pidió la ubicación de sus millones de contactos… brillaron lucecitas en todo el planeta y también en la luna… ¡un encargo en la luna!.

–Ese es tu trabajo, Eduard, irás con uno de mis mejores renos, es un pedido muy especial-

Tin, tan…tin, tan… dieron las doce y se puso en marcha el plan de salud y alegría para los niños.

El trineo tomó el camino del cielo, guiado por miles de destellos de colores que surcaban su destino.

En tanto, el duendecillo quedó a la espera que la luna enviara la ubicación…

-Prende tu celular -decía, mirando el cielo al más allá con la bolsa a su lado y el reno a la orden. La tan esperada señal sucedió y nuestros amigos, levantando polvo de nieve, ajustando el cinturón, ciñendo gorros y acomodando pompones, emprendieron el viaje

-Zzzzzzzzzzzzzz- enfilaron a la Vía Láctea, atravesaron las capas de nuestra atmósfera y llegaron a la luna.

Descendieron suavemente, con cantos navideños, fue todo luz y magia. Había un astronauta… no era un niño… era un hombre! Le entregaron su regalo. Mientras éste lo desenvolvía -era un paquete de gran tamaño-, observaban cómo aquel hombre acariciaba con suavidad y ternura cada parte, con lágrimas en los ojos…

Eduard y los renos, curiosos… allí parados en puntitas de pie anhelaban ver, escuchar… qué regalo habían llevado a aquel lunático perdido. Para sorpresa del duendecillo… ¡el muñeco de nieve! El personaje de la luna, con lágrimas en los ojos abrazó al muñeco con mucha delicadeza y dijo a sus nuevos amigos:

-Es un obsequio de mi hijo a quien no veo desde hace mucho tiempo… le contaba siempre una historia muy bonita que para dormir me narraba mi padre… precisamente se trataba de un muñeco de nieve, cuyo nombre era Rony… no dormía si mi papá no me contaba una y mil veces de él, fue un amigo de infancia y el recuerdo más hermoso y tierno de mi padre- Abrazó con mucha fuerza a los mensajeros agradeciendo haber venido de tan lejos para traer un tesoro de valor incalculable para él…

El viaje debía ser retomado pero con la carga más ligera y el corazón pleno de emoción, brotaron lágrimas sin órdenes y el trineo al girar dejó una huellita en forma de zanahoria como la nariz del muñeco de nieve…

-Esta Navidad fue distinta- dijo Eduard.

-Sí- asintió el reno ya en pleno viaje. De repente puso freno al trineo, -¡¡Altooo!!... ¿Si lo llevamos?

-No, no querrá ir, tiene trabajo aquí, pero ahora ya tiene un amigo, no estará solo. El sol aquí no lo alcanzará- reflexionó Eduard.

Ambos coincidieron. –Creo que un cohete espacial se lo olvidó en la luna- dijeron en modo chiste y siguieron viaje a la Tierra, aprovechando la cobertura de wifi.

Fue un regalo distinto… especial, una Navidad como pocas, fantástica.

Desde allí, cada día, nuestros amigos saludaban a la luna como haciéndose la idea que veían al astronauta junto a Rony… esquiando entre las piedras.

No apaguen el wifi, ¡El año próximo nos volvemos a ver!

Claudia Estela Anders

Anders es de Montecarlo. El relato obtuvo el segundo premio del Concurso Nacional de Cuentos navideños de la Fiesta Nacional de la Navidad del Litoral.

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