Bullying en 1º año “A”

domingo 12 de diciembre de 2021 | 6:00hs.
Bullying en 1º año “A”
Bullying en 1º año “A”

Entremos al aula rápido que acá no “panza” nada —vociferó Daniel detonando automáticamente las carcajadas de sus cómplices en claro bullying hacia Jorge, un alumno del primer año “A” del Colegio Santa Tecla que cargaba en su mochila diaria problemas de obesidad.

Las clases presenciales post pandemia se habían iniciado con normalidad y las primeras semanas resultaron un verdadero flagelo para el joven estudiante que, durante los recreos, debía soportar el acoso permanente de Daniel, el hijo de un reconocido y exitoso empresario del transporte aéreo, quien continuamente hacía alarde de su patrimonio y buena posición social.

—Un día de estos voy reaccionar mal y me va a conocer ese engreído —se quejó Jorge mientras salía del colegio junto a su amigo Gustavo, quien con palmadas en la espalda trataba de calmarlo.

—¡Tranqui amigo! Debes ser cuidadoso e inteligente. Es de familia acaudalada y portador de apellido. Si atentas contra él, en modo víctima, podría hacerte expulsar fácilmente del colegio.

Jorge veneró el silencio. Sabía de sus limitaciones. Su rostro dibujó un profundo fastidio que compartía escenario con la impotencia. Ambos caminaron por la vereda pero, en la esquina de la plaza, la humillación se hizo presente para desplegar todo su repertorio

—¿Miren quién viene ahí amigos? —desgañitó Daniel señalando con su dedo índice a Jorge—. Ese es un cantante famoso. Mi abuelo lo escuchaba y mi papá también. Les presento, con ustedes el legendario cantautor internacional norteamericano ¡¡¡ Panzinatra!!!

Por el carril de la burla, se levantó un tsunami de risotadas que arrastró por el suelo la autoestima de Jorge. Visiblemente conmovido, irritado y furibundo, decidió apurar el paso cultivando ideas sumidas en el fango placentero de la venganza.



Al día siguiente en el aula del colegio, Leticia invitó a todos a una fiesta de disfraces con motivo de su cumpleaños. La algarabía abrazó a los estudiantes que festejaron el convite con un ensordecedor bullicio. Jorge lo miró a Gustavo e hizo una mueca poniendo en duda su presencia, pero su amigo con una paciente verba levantisca, lo convenció de concurrir.

Entusiasmados, alquilaron sus disfraces: uno de pirata y otro de gladiador romano. Ambos llegaron con júbilo a la casa de Leticia. Pero como un carroñero agazapado, el bullying asechaba mostrando sus fauces hirientes dispuestas a devorar en segundos cualquier buen ánimo. Y el promotor se hizo presente con un disfraz del Chavo del 8, su novia con uno de la Chilindrina y su amigo con un atuendo de Kiko. Daniel subió a un fornido y amplio modular de cedro ubicado en el living de la casa y desde media altura, haciendo equilibrio entre el bazar, comenzó su show de mofa.

—Hola totales, ¿qué onda? Los miembros de la vecindad estamos buscando a un integrante de nuestro elenco. Les habla su servidor el Chavo del 8. Me acompañan kiko y la Chilindrina, pero nos falta un personaje y voy a buscarlo entre ustedes. A ver… ¡Allí está! —gritó jocoso Daniel señalando a Jorge— Con ustedes, el amante de los dulces, el terror de las hamburguesas, el destructor de balanzas, el inconfundible globo terráqueo de la vecindad mexicana; mi amigo ¡¡¡Ñoño!!!

Nuevamente un tifón de rizas arrasó el living y el orgullo de Jorge.

—Claro que Ñoño vino disfrazado de pirata. Pero por el gran tamaño de su abdomen, aparte de los dulces y hamburguesas, también se tragó el barco pirata —acotó cruelmente mientras los presentes no paraban de reír.

Para festejar su bullying comenzó a bailar y saltar sobre el mueble que, por el exceso de peso y movimiento, en segundos se derrumbó hacia delante atomizando los vasos y los adornos de porcelana que portaba, aprisionando gravemente el brazo derecho de Daniel que yacía cortado en una arteria y pedía ayuda desesperadamente. Se desangraba a cada segundo y su vida corría peligro. Sus amigos intentaban levantar el vasto mueble, pero sus vanos esfuerzos activaron la cuenta regresiva de la tragedia.

—¡Jorge, está estrujado contra el piso y perdiendo mucha sangre —advirtió Gustavo sumamente nervioso— ¡Hagamos algo!

Jorge observaba y escuchaba los gritos abrumadores de Daniel quien, segundos atrás, lo atestaba de vejación, lo sumergía en ofensas y quebrantaba sicológicamente su dignidad.

Sin emitir palabras corrió hacia el patio. Tomó una pala de punta que encontró en el jardín y un taco de leña que halló en la parrilla. Regresó rápidamente al living. Al costado del brazo aprisionado de Daniel, trabó el mango de la herramienta entre el mueble y el piso. Utilizó la leña como punto de apoyo y colgándose con todo el peso de su cuerpo en el extremo de la pala hizo una perfecta palanca que empujó hacia arriba el mueble y liberó el brazo de Daniel. La madre de Leticia rápidamente improvisó un torniquete y lo trasladó de urgencia al hospital.

Sus compañeros de curso lo felicitaban por el accionar intrépido, inteligente y eficaz. Publicaron lo sucedido en las redes sociales, resaltando los valores y la sensibilidad humana de quien, habiendo sido hostigado, no dudó en auxiliar a su hostigador en un accidente donde su vida estuvo en vilo

Después de una semana de reposo post quirúrgico, Daniel volvió al colegio. Tomando la iniciativa y avergonzado por su pésimo comportamiento, le pidió perdón a Jorge frente a sus compañeros. Agradeció su ejemplar gesto y se comprometió en desterrar para siempre toda acción de bullying.

—Lo que me pasó a mí, que sirva de ejemplo para todos —reflexionó Daniel—. Nadie es más que nadie ante los ojos de Dios. Uno nunca sabe qué puertas irá a golpear en la vida, ni de quién algún día necesitará.

Juan Marcelo Rodríguez

Inédito. Rodríguez ha publicado los libros “Cuentos con Esencia Misionera” y Poemas con Esencia Misionera.

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