El colibrí

domingo 05 de diciembre de 2021 | 6:00hs.
El colibrí
El colibrí

Poco le importaba a Luis el cuidado del jardín que por tantos años había apreciado Silvia.

Las plantas lucían resecas por la falta de agua y cuidados. Algunas flores sobrevivían porque la bendita lluvia les proveía el líquido elemento.

Silvia ya no estaba. Su compañera de tanto tiempo apuró el viaje hacia la casa del Padre. Lo dejó solo y la tristeza se apoderó de él, de su casa y del jardín.

Esa mañana, una más de tantas, Luis se sentó a la sombra del mango y mirando sin mirar cebó el mate que ahora le parecía más amargo que de costumbre. Dejó correr los pensamientos. ¡La extrañaba tanto! No eran de mucho hablar. La sola presencia los animaba y en los pequeños gestos el amor se dejaba ver.

De pronto, un movimiento llamó su atención. En la planta de granadas que estaba a pocos metros pudo divisar un pequeño pajarillo. Un colibrí revoloteaba libando el néctar de las flores cercanas. Era de un verde tornasolado, con tintes azules, negros y violetas. Una hermosa creación de Dios, sin dudas.

Luis siguió observando el trabajo del pequeño picaflor hasta que un leve movimiento producido por el viento lo hizo volar.

El hombre siguió esperando pero ya no volvió.

Luis conocía las viejas leyendas que cuentan que cuando un colibrí aparece en tu jardín es porque el alma de un ser querido te viene a visitar. ¡Boberías!, pensó.

A la mañana siguiente, un halo de curiosidad movió a Luis a repetir el ritual del día anterior. Desplegó la reposera y en mucho silencio esperó que la pequeña avecilla reapareciera. Mate tras mate los minutos fueron pasando. Se estaba por dar por vencido cuando esta vez apareció un dúo de colibríes. Uno giraba en torno de la vieja planta de lavanda que estaba en la descuidada maceta y el otro iba y venía. Hacia adelante y hacia atrás como solo los picaflores pueden hacerlo. Luego ambos pajarillos libaron de las flores y se fueron.

Por la tarde, movido por un impulso casi incontrolable, Luis regó las plantas, sacó las hojas secas y puso particular empeño en la lavanda. Sin darse cuenta estaba arreglando el jardín, o al menos eso parecía. Por primera vez en mucho tiempo el hombre se sentía motivado.

A la mañana siguiente fue hasta un vivero cercano. Se había informado que los geranios, las rosas chinas y la consabida lavanda eran las flores preferidas de los colibríes. Compró unos ramilletes de cada una y dos bebederos que llenó con agua debidamente azucarada.

Animado, Luis desplegó ordenadamente en el jardín las plantas adquiridas. Se propuso madrugar al día siguiente. Deseaba que sus amiguitos se sintieran cómodos y volvieran. Le alegraban las horas.

Por la mañana volvió a su patio. Mate en mano antes de sentarse tomó una pequeña ramita de lavanda y la sostuvo en el apoya brazos de la reposera.

Los colibríes no tardaron en aparecer. Ahora eran tres. Dos jugueteaban entre geranios y rosas chinas pero el tercero, sin temor al hombre se posó en la ramita, muy cerca de Luis. Cuando volaba, subía y bajaba, iba de derecha a izquierda, de arriba a abajo.

Luis no se movía. Quería sentir a ese pequeño picaflor muy cerca y temía que algún movimiento lo espantara, pero el animalito volaba cerca y volvía.

Aún hoy el hombre se pregunta que fue lo que le hizo hablar. A sabiendas que estaba solo y nadie lo escucharía dijo: ¿Sos vos Silvita? El colibrí se quedó muy quietecito. Desplegó sus alitas y las movió más rápido que de costumbre. Fue hasta uno de los bebederos y volvió. Como mirándolo a los ojos, subió y bajó en repetidas oportunidades. Luis estaba estupefacto. Una leve sonrisa se dibujó en su rostro y dos lágrimas rodaron por sus mejillas.

Cuando el pajarillo voló el hombre alzó su mirada a cielo y dijo… ¡Gracias!

Desde ese día los colibríes son los amigos de Luis. Van y vienen. El jardín recuperó su lozanía y a la casa retornó la alegría.

Guillermo Reyna Allan

Inédito. Reyna Allan reside en Posadas. Blog del autor: Poedismo

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