Junto a su concubina Ana reside en el barrio Santa Rosa

Una bala rozó su frente y San Pedro le cambió la vida

Eduardo Calo (72) dejó Buenos Aires hace 17 años, cuando un hecho de inseguridad casi le cuesta la vida. “La tranquilidad que tenemos acá es impagable”, expresó
domingo 28 de noviembre de 2021 | 6:04hs.
Una bala rozó su frente y San Pedro le cambió la vida
Una bala rozó su frente y San Pedro le cambió la vida

Eduardo Calo (72), oriundo de Buenos Aires, es una de las tantas personas víctimas de una inseguridad que a nivel país cada vez se torna más violenta y que se vio obligada a cambiar de rumbo para encontrar tranquilidad.

“Antes te asaltaban, pero no te mataban por una zapatilla, hoy difícilmente salís vivo”, graficó, crudamente, el carpintero que hace 17 años y luego de varios asaltos encontró una tranquilidad impagable en San Pedro, donde si bien existen hechos delictivos, no se compara con la realidad trágica de las grandes ciudades.

El jubilado, quien escoge seguir trabajando ya que los haberes de una jubilación no alcanzan para subsistir, junto a su pareja Ana María Naccarato viven en barrio Santa Rosa y a casi dos décadas de haber huido de la violencia delictiva de Buenos Aires no padecieron ningún asalto en la tierra colorada. “Toco madera, pero jamás nos faltó nada, la tranquilidad que tenemos acá es realmente impagable”, reconoció Calo.

La pareja tiene una sola hija que se quedó en Buenos Aires y fue protagonista de uno de los robos más grandes que sufrieron.

“Un día luego de que descargamos mercadería en el emprendimiento que teníamos, mi hija agarró el auto para ir hasta el departamento que estaba a la vuelta, fue asaltada. La amenazaron con arma y se llevaron el auto. A la semana se recuperó y sólo le faltaba el estéreo”, recordó Eduardo, quien se desempeñó durante más de 15 años como canillita y recorría 14 kilómetros para llegar al trabajo, pasando por zonas calientes, donde debía ampliar esos kilómetros, buscando nuevas calles para evitar darse de frente con los delincuentes.

Siempre se movilizó en automóvil y hasta hoy jamás tuvo noticias de un Citroën que también se lo robaron en 1987. Pero ese fue tan solo uno de los innumerables hechos de inseguridad que padeció a lo largo de su vida en Buenos Aires. Todo seguía y seguía, hasta que un día ocurrió un hecho que puso en evidencia la gravedad a la que llegó la situación, lo cual además quedó marcado en el parante delantero, en el lado del acompañante de su automóvil.

El hecho que marcó su vida

 “Voy a pasar un lomo de burro, cuando bajo la velocidad se me cruza uno adelante, y ahí dije a ‘mí no me asaltan más’. Puse cambio, me tiré al asiento del acompañante y aceleré. El tipo pegó el salto y disparó, si no me agachaba me pegaba en medio del pecho. Después otro pibe a unos 5 metros engatilló como cinco veces, pero no salió la bala, desde ahí notamos que el problema era grave, ya no podía salir tranquilo, era una intranquilidad constante, temíamos por nuestra vida, fue cuando decidí venirme a San Pedro”, señaló Calo.

Una de las zonas más complicadas en ese entonces era Avellaneda, provincia de Buenos Aires, pero hasta ese entonces los asaltos no se llevaban una vida.

La situación comenzó a complejizarse, las modalidades pasaron de asaltar por dinero, a robo de vehículos, pero siempre a mano armada, intimidando por la espalda, movilizados en camionetas y también en motocicleta. En cuanto a la cantidad de hechos y la violencia, se fue intensificando entre los años 1985 al 2004, cuando la situación se tornó insostenible siendo los robos de celulares moneda corriente para los delincuentes.

En San Pedro, para ese entonces ya vivía su hermano, quien de cierta forma le brindó la seguridad de mudarse y encarar nuevos emprendimientos, siendo la tranquilidad uno de los principales anhelos por aquellos días.

Una vez en la localidad comenzó con la carpintería; sin tener conocimiento previo, supo darle vuelta a la situación y hoy sus trabajos se lucen en obras importantes de San Pedro, donde la vivencia lo hace viajar a los tiempos de la infancia donde vivía en el campo.

“Cuando vine para acá recordé mi infancia, esa tranquilidad no me era extraña. En Buenos Aires prima el apuro, nadie se detiene para conversar. Acá es otra cosa, yo considero que esta paz y seguridad que tenemos estando en este pueblo que tanto nos gusta, es impagable, hoy día es muy difícil conseguirla e incluso en las provincias la inseguridad está aumentando en las grandes ciudades”, culminó el hombre. 

 

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