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Ovillo de Eva

domingo 28 de noviembre de 2021 | 6:00hs.
Ovillo de Eva

No voy a empezar con el clásico “Había una vez” porque en este caso, sigue habiendo… o no, pero eso lo veremos más adelante.

Este es el caso de una tejedora que durante su vida, cuasi la Penélope fue tejiendo lazos, ambiciones, proyectos, sueños y realidades… día a día, ella iba tejiendo en su cabeza una especie de maraña de lo que hacía, de lo que le pasaba, incluso de lo que imaginaba… pero fue hasta que un día ella empezó a notar que dejó de saber con certeza si aquello que hilaba era la realidad, o un sueño que tuvo, o acaso una fantasía… ya era todo lo mismo para ella: así si un día decía que vio a una amiga, que en verdad hacía mucho ya había fallecido, o si otro día acaso pensaba que se olvidó de cerrar la llave del gas de aquella estufa de su infancia; la cual ya obviamente no tenía hacía años…

Se imaginarán que la mente de una anciana no siempre es lúcida como la de una niña de escasos diez años… pero lo que no sé si todos saben es que esta mujer ya “avanzada en edad” y con sus pasitos cortos, su postura gacha y su voz cada vez más ronca y apagada que cuando tenía dieciséis; ella no siempre estaba segura de que estaba en este tiempo, y al interlocutor le podría hacer dudar con esas cuestiones existenciales del “espacio – tiempo”.

¿Y quién tiene la verdad absoluta de que estamos viviendo el actual tiempo y no somos acaso producto del sueño de alguien o algo más? Era una de las paradojas existenciales que atormentaban los ovillos del hilo que fue tejiendo en su mente Eva que así se llamaba ella, o se llamó, o se seguirá llamando, porque nadie tiene la certeza del tiempo en sus manos.

ERA UNA MAÑANA CUALQUIERA…

Esa mañana “cualquiera”, muy parecida a las otras, se levantó Eva de su cama y espantando a Oliver: que es el gato casi dormido, más bien estirado, sobre la alfombra al pie de su cama, lo saluda como cada mañana, y el felino luego de su estiramiento corporal matutino y rutinario, maúlla un par de veces pidiéndole salir; dando vueltas por alrededor de sus pies haciéndola tropezar contra la cama, y menos mal que todavía pudo agarrarse del borde porque llegando al piso sería muy difícil levantarse. Se levanta entonces de aquel traspié casi accidental y hasta pudiendo ser trágico, pero no lo fue… aquí estaba ella, tomando la bata, anudándola en la cintura, se coloca las pantuflas viejas sin notar que las tenía al revés. Camina despacio hacia la puerta trasera de la cocina y llama a Oliver para que salga al sol y allí sale corriendo a la carrera con un grito espantado de ¡miau! Como si estaría realmente urgido en salir. ¿Será que dejó trámites urgentes por realizar, o alguna novia esperando? Se preguntó sonriendo Eva mientras cerraba la puerta y se disponía a ir hacia la cocina.

Enciende la radio vieja sobre aquel antiguo aparador; y se prepara una rodaja de pan con miel, y coloca el agua en la pava para tomar unos mates antes de que venga la visita… ¿quién vendría? Y… ¡uno no sabe quién puede aparecer! Se decía tanto la pregunta como la respuesta…

Eva se había acostumbrado a hablar sola; eran varios años los que llevaba de viuda, y sus hijos todos grandes, con sus trabajos, sus cosas, sus familias… hacía mucho que no venía ninguno a verla. Ella no sentía pena de abandono alguno; ya que entre su gato Oliver y su imaginación tan rica tejía en su imaginario un millón de situaciones, que luego no podía discernir si eran realidad o eran acaso solo producto de su imaginación tan voluminosa (como la llamaba ella). ¡Plash plash! alguien aplaude afuera.

Y en eso comienza a hacer ruido el agua de la pava, se apura en sacarla del fuego, y acude a la puerta.

-¡Pero qué alegría! ¡Roque!_ Exclama Eva. Y se tira en los brazos de aquel hombre que aplaudía en aquel portón. Casi trastabilla nuevamente, pudo haberse caído y sería la segunda caída de aquella mañana cualquiera, ¡pudo ser trágica! Pero a ella no le importó… ¡allí estaba él! ¿Acaso importaría si se hubiera caído al inicio del día, o en el escalón de entrada? Nada impediría que esté con su querido Roque.

-Pero pasa hombre, no te quedes allí. Acabo de hacer unos mates, entra por favor.

Y al ingresar a la vivienda, Roque que para este caso no sabremos si fue realmente el amado fallecido, o acaso un antiguo amor, el nombre de un hijo, o un amigo de su infancia… admito no saberlo, pero puedo estar segura que Eva se alegró mucho de verlo.

LUCES DE COLORES:

De apariencia un hombre alto, con cabello ondulado, un sombrero en su mano; atuendo antiguo: con camisa celeste, y pantalón marrón, un cinto viejo y unos zapatos negros; pero unos ojos azules intensos, que si no fuera el amor de la vida de Eva, habría sido al menos un gran galán en sus años mozos.

Eva no es una mujer llamativa, baja de estatura, algo de sobrepeso, con canas y unas cuantas arrugas que forjan símil surcos en su rostro las huellas que le han dejado los años. Pero de jovencita pudo haber sido muy bella, ya que en algunos antiguos retratos, lucía unos rulos maravillosos color castaños, y los ojitos redonditos como canicas de color miel; brillantes y picarones, le habrán dado un gran encanto.

Se preguntarán porque colocar “luces de colores” a esta sección del relato; pues verán: no sé con certeza si acaso las luces fueron reales, o un producto de esa nutrida imaginación que siempre ha tenido Eva; ¿o acaso fue una especie de ceguera prominente que de repente con la llegada de aquel galán a su casa, fuera milagrosamente curada?

El hombre, de paso firme, la sigue, sin decir una sola palabra, pero ella loca de la emoción, parlanchina con muchas más ansias de que le salieran más rápido las palabras; entre abrazos y risas, una que otra lagrima de emoción, lo lleva hacia la sala de aquella casa y el hombre sigue sin decir una palabra; solo se limita a seguirla detrás y a abrazarla en cada abrazo que ella le da, a mirarla con dulzura pero sin decir nada.

Entraron a la casa, y ella inmediatamente cierra la puerta, pero sin antes dejar visto hacia ambos lados, y le dice al cerrarla: es que en este barrio de chusmas, uno no puede recibir visitas sin que luego comente la gente. ¡Pero qué bueno que viniste! Exclama de nuevo por quinta vez… absorta y emocionada al punto del máximo placer que se pueda sentir en la vida; extasiada era poco decir… estaba sumamente emocionada por verlo.

¡Pero qué pena no haberme avisado antes que venías! ¡Al menos te hubiera esperado con mejores pilchas! Pero no importa eso; acá justo estaba preparando pan del que siempre elogiaste, con mucha miel. Casero, ¡justo como te gusta corazón! - exclama ella, y ahí recién nos damos cuenta que era una visión suya, de que venía su amado fallecido a visitarla, como otras mañanas, ella imaginaba que él llegaba de un viaje, como si acaso la muerte de su esposo solo había sido la despedida por un tiempo, por motivo de un viaje, porque él se habría adelantado a ella…

Pero no; parece que no es una ilusión, porque yo también lo veo, esta vez, yo lo veo. Aparte de esto, lo escucho: se levanta de aquella antigua silla de comedor, se coloca el sombrero que hasta el momento lo tenía en su mano; y la mira con dulce y pacífico mirar… acá estoy yo; observando esa escena, cuasi cinematográfica, más que mágica… mucho más que eso.

Se acerca a Eva, y le dice con una vos muy clara: -Siempre estoy con vos pequeña traviesa; jamás me he ido y lo sabes. Vine para que vengas a estar con nosotros. Porque tu hora también ha llegado.

-¡Pero cómo se te ocurre Roque! Yo no puedo dejar a Oliver, tampoco dejaría sola a la pequeña Lucy ni a Nicolás. (Dice casi de pronto ofuscada, con enojo, como si aquella emoción de verlo, fuera de repente transformada en un solo instante en furia de león, como si lo quisiera echar de su casa, por tener acaso el atrevimiento de proponerle dejar a sus hijos pequeños, a su gato solos)

-Ella, incluyendo a Oliver, están conmigo, y estarás hoy con nosotros; te ha llegado la hora, y yo vine a buscarte.- le dice el hombre que de repente se torna luminoso; como con rayos de luz todo alrededor de su cuerpo… y de pronto toda la habitación se llena de luces de colores, y una sensación de inmensa e indescriptible paz que jamás pudiera colocar en una descripción con palabras…

¡AGUARDEN! ¡YO LO SENTÍ TAMBIÉN!

Para esta gran exclamación, ¡solo tengo una gran respuesta! Estoy en el cuento, o esto no es un cuento, o acaso soy parte de esta historia en lugar de solamente ser quien la cuenta; como aquella vez que un cuentista se quedó atrapado en una historia… menuda duda me llegó a colmar luego de notar que yo también lo pude ver, sentí esa misma paz que inundaba la cocina de Eva… es más, hasta vi los destellos de colores que bailaron alrededor, de nosotros.

No es justo sentir lo que sienten los personajes, porque soy solamente la narradora esta historia, no puedo estar entre los hilos de aquellos tejidos confusos de la mente de Eva, no puedo mimar a Oliver, tampoco debería estar sintiendo esta sensación de poder flotar, ser solamente un trozo de aire, una pluma, una simple ventila de oxígeno que baila, que brilla con todos los colores del universo como rodeando destellos de preciosa e infinita paz; luz y paz; luz y más paz… más luz y así… hasta el infinito.

Eva dice sin entender, o entendiendo pero no creyéndolo: -¡Roque! ¿Acaso estoy muerta?

A lo que Roque responde amorosamente: - ¡Jamás estaremos más vivos que ahora; porque ahora realmente estamos vivos!

La abrazó tan fuerte como cuando eran chiquillos, y se unieron en esa misma gran bola de luz que se fue y como volando hacia el cielo, salió cuasi en barrilete imaginario hacia lo más elevado del pueblo…

Se veía desde allí todo el pequeño poblado; la avenida principal y los niños jugando en la canchita de aquel club; vieron también a su nieta jugando con el perro en el patio de su casa, y a su hijo corriendo con el maletín del trabajo bajo el brazo, tratando de alcanzar aquel tren… tren que avanzaba y ese sonido de las ruedas con las vías tan característico, fue como excesivamente nítido en ese momento…

DESDE AQUELLA ALTURA SE VIO Y SE SINTIÓ TODO MUY CLARO:

Conversaron sobre la vida, sobre cuando criaban a aquellos hijos, cuando nacieron sus nietos, cuando estaban tan preocupados por llegar a finales de mes, cuando se enfermaron y cuando progresaron… de pronto se vieron ambos recordando muy nítidamente la vida: cada momento alegre y triste, cada tragedia y cada logro fue pasando como una serie de imágenes muy nítidas en sus mentes, y su diálogo fue más fluido, más ágil, más rápido, como si se estuviesen leyendo la mente en lugar de pronunciar las palabras, antes de que salieran de sus labios, ya el otro estaba respondiendo y así…

La conexión fue más que mágica, fue literalmente de otro nivel, como elevado para cualquier conexión que hayan tenido antes, y que en vida era casi telepática, casi instantánea entre ellos por la fluidez que había, pero en este caso, desde aquella altura donde todo lo veían, donde se hablaban sin pronunciar palabra, donde hasta la conexión era más que instantánea y mágica, sino que milagrosa.

Mirando hacia abajo se pudieron ver hilos de colores que salían de las personas, y se elevaban hasta donde estaba ella, Eva de pronto se puso triste, y una amargura y gran dolor en su pecho hizo que lo viera a Roque, y le pregunte con esa telepatía de no hablarse, pero yo supe que fue lo que dijo Eva en ese momento: - Roque, corazón mío, ¿por qué siento acaso este dolor y tristeza en mi pecho si es que estoy a tu lado en el paraíso? A lo que Roque responde: - No estamos en el paraíso querida mía, vine a buscarte, para llevarte conmigo allí; porque es necesario que termines de ovillar los hilos que te atan a cada momento, a cada persona con tu alma. Vayamos; donde de verdad quiero estar toda la eternidad contigo amada mía… pero no estamos en el paraíso, porque aún no soltaste los hilos con esas personas que vez allí abajo ni perdonaste los dolores causados, ni entregaste las luchas que tuviste.

¡YO TAMBIÉN SIENTO HILOS ENREDADOS EN MI CUERPO! ¡Y SOFOCADO EL PECHO PORQUE EL AIRE YA NO ME LLEGA A LOS PULMONES, PORQUE HASTA DENTRO DE MIS VÍAS RESPIRATORIAS SIENTO TROZOS DE HILOS QUE INUNDAN TODO MI SER, POR DENTRO Y POR FUERA! ¿Acaso yo soy algún ser que está atado con uno de esos hilos a Eva? Bien; seguiré narrando, que esta función de narrar es la mía.

Eva mira hacia abajo, y se concentra en cada uno de esos hilos, descubre que todos ellos forman un ovillo el mismo, aparece casi mágicamente entre sus manos. Lo toma, y comienza  a hilarlo… vuelta tras vuelta, suben hacia su mano hilos de diferentes colores, anudados, otros sedosos… suaves, ásperos, lisos, brillantes… de todos los estilos que se pueda uno imaginar, con toda esa gran variedad de hilos, eran los que subían con cada vuelta a la ya bola entre sus manos.

Con cada vuelta de ovillo, Eva recordaba una situación o una persona. Entendió que una vez  había llorado en silencio sin contar esa pena tan amarga que sintió cuando su hijo, enojado con ella, le dijo que la mamá de su amigo era mejor que ella; también rió cuando una de esas vueltas de ovillo ese mismo hijo le dijo a ella con un abrazo de esos que llenan el alma “te amo, sos la mejor mamá del mundo”; una sonrisa suave y tenue se le dibujó en su rostro con ese recuerdo de gran amor, del más grande amor que sintió que fue por ese hijo al verlo por primera vez en sus brazos…

Una carcajada lanzó de repente Eva al recordar a sus nietos, cuando los veía jugar con Oliver, o cuando por travesuras de niños volvían a sus brazos con las narices y los cachetes llenos de crema, por haber “robado” algo dulce de la cocina, o tal vez con sus manitas y rodillas sucias; luego de haber hecho travesuras en la tierra… tantas cosas lindas, tantas cosas tristes, cosas de todos los estados de ánimo, fueron siendo de pronto recuerdos en ella, a medida que hilaba y seguía hilando, esos recuerdos se liberaban y volvían al corazón de las personas de donde salían los hilos.

Sintió de repente una puntada como si un puñal frío de espada le atravesara el alma, y era el momento en que su hija había fallecido. Revivió la pena inconmensurable de su partida, el olor a los jazmines el día del funeral, y el sonido tétrico del manojo de tierra que lanzó al ataúd…

Dio unos giros más al hilo… y se quedó sin poder seguir.

¡¡¡ AY DIOS!!! Exclamó Eva, y exclamé yo lo mismo al mismo tiempo. Aquella punta de hilo era la que estaba en mi pie; como dando vueltas alrededor mío. De repente, me acerco a ella, desato también esas vueltas del hilo en mis tobillos, lo armamos juntas a aquel ovillo que para ese momento ya estaba formado, lo que empezó siendo ovillo, una gran pelota de hilos. Ambas lo entregamos a aquel pesado bodoque de hilos…

Y DE PRONTO ENTENDÍ TODO:

No era una mañana cualquiera, tampoco era una de esas jornadas donde yo miraba lo que hacía Eva, y ella sin notar mi presencia se imaginaba miles de mundos, los cuales narraba tan maravillosamente que yo me quedaba fascinada con cada relato…

Este no era un día cualquiera, de esos que ella recibía visitas imaginarias ni tampoco era esa clase de días en los que no pasaba nada nuevo, y simplemente ella tejía mantas en su sillón.

Entendí que Roque dejó de ser solo esa alucinación de Eva; tampoco era una visita de un señor que de joven fuera elegante, y de mirada llamativa… no, este día era el día en que cada hilo volvería a su sitio, cada sentimiento y cada sensación fuera liberada para liberar a Eva, y para liberarme a mí. Que quedé atada a mi madre, desde aquel momento en el que me dormí… en aquel momento en el que ella no pudo soltarme, yo aquí me quedé.

Yo soy Lucy y, ella es mi madre. Roque es mi padre. Y ha venido a buscarnos, no solo a Eva, sino a las dos.

Entendí todo esto en un solo instante, en un micro segundo donde de pronto noté que yo tampoco me había podido desprender, porque seguía atada a mi madre, a un hilo que no cortaba, y elevándonos a un mundo que se abría, lleno de magia, allí partimos los tres: envueltos en tonos de luz radiante, como si fueran rayos de colores, que nos arrastraban hacia el infinito; como si acaso la muerte solo fuera la apertura de una gran puerta hacia el universo que avecinaba y se tornaba la visión más maravillosa, de inconmensurable belleza que no existen palabras para describirla, simplemente gozo, paz, y luz.

Inédito. Martini reside en Puerto Rico, es abogada y docente. Ganadora (2004 y 2005) del concurso literario “los jóvenes cuentan”.

Aidee Jéssica Martini

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