El desarraigo

lunes 22 de noviembre de 2021 | 6:00hs.

Por Ramón Claudio Chávez Ex juez federal

Cuando hablamos del desarraigo, se nos viene a la mente la idea del fracaso, de la necesidad de buscar otros vientos y perder cierto estado de confort.

Desarraigo es el proceso de extraer una planta de raíz; expulsar o alejar a alguien de su lugar de origen, suprimir una costumbre o anularla. Esta misma noción se aplica para aquel que debe migrar de su tierra.

Nosotros tenemos los ejemplos de los inmigrantes que abandonaron su tierra en el período de post guerra. Se marcharon con lo que tenían, podríamos decir con nada, y llegaron a iniciar una nueva vida en este nuevo mundo.

A pesar de que nunca volvieron a su tierra, tampoco pudieron ver a sus familiares, tuvieron la hidalguía de reconocer que esta tierra les dio la posibilidad de un futuro, aunque para ello, debían realizar un gran sacrificio.

En las décadas del 50 y del 60 una gran migración interna se trasladó desde el interior a la ciudad de Buenos Aires primero, y luego al mismo conurbano.

Estos migrantes viajaban con la ilusión y el deseo de regresar a su tierra en un tiempo cercano, pero la historia demostró que se quedaron a vivir definitivamente en la gran urbe.

En estos dos casos, se aprecia lo que podíamos llamar el desarraigo necesario, los europeos sumergidos en la pobreza extrema, y nuestros provincianos buscando la salida de un futuro incierto, con la esperanza de lograr una mejor fortuna y pegar la vuelta.

Las necesidades básicas insatisfechas produjeron en la Argentina otro tipo de migración, la de los denominados ”chaqueños”, porque tomaban el tren en Resistencia y se afincaban en Santa Fe, o lo que hoy denominamos el gran Rosario.

Las capitales de provincia suelen ser el foco de atracción para muchos habitantes del interior, que no logran desarrollarse laboralmente, y lamentablemente terminan viviendo marginalmente en zonas alejadas del centro.

Indudablemente el ser humano termina adaptándose a su nuevo hábitat, muchas veces progresa, y con su familia prefiere vivir allí para que sus hijos estudien; ”para que no pasen lo que pasaron ellos”.

El tema ha sido abordado por los especialistas, que reconocen que el desarraigo produce soledades y tristeza, añoran su lugar de origen y suelen deprimirse por frustraciones y pérdida de autoestima.

Esta adversidad pone a prueba el temple de los hombres y mujeres que deben migrar, los que van a Buenos Aires entienden que tienen que luchar por su lugar, en el trabajo, en la vida diaria, en las relaciones sociales y en su propia superación.

Un santiagueño que trabajaba de mozo en un restaurant de la avenida Callao, durante 35 años, decía que se jubilaba y volvía al pago.

Cuando le preguntaban:

¿Porqué no lo hizo antes?

Respondía con cierta frustración:

– ¡No pude juntar el dinero para vivir tranquilo allá!

Existen otras clases de desarraigo temporal, para realizar estudios o formarse profesionalmente en otros países; son desplazamientos individuales o familiares; abandonan su cultura y se relacionan en una nueva vida en los tiempos modernos, donde la tecnología los mantiene comunicados por sus familiares de origen.

Si nos basamos en un estudio estadístico se puede probar que las personas que tuvieron éxito en la vida profesional o laboral, generalmente atravesaron el desarraigo y lograron sus logros abandonando el estado de confort.

Las oportunidades dicen los jóvenes están cerca o lejos; hay que buscarlas para triunfar.

Los grandes artistas, los músicos, pintores y empleados capacitados han tenido que sortear estos escollos viajando cerca o muy lejos para poder decir yo soy el dueño de mi propio destino.

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