Un incendio consumió su taller

El maestro que busca renacer de las cenizas

El reconocido luthier Milan Cardozo se enfrentó al fuego abrasador que el domingo atacó su espacio de trabajo y hoy, a pesar de que lamenta las pérdidas, se afirma en la esperanza de levantar un mejor lugar para continuar creando arpas y guitarras
martes 16 de noviembre de 2021 | 6:06hs.
El maestro que busca renacer de las cenizas
El maestro que busca renacer de las cenizas

En el barrio todo es calma ahora, los vecinos nos ven llegar y en el jardín de adelante Darío conversa con alguien por teléfono. Abre el portón y a medida que se avanza, el desorden resulta visible. Milan, con sus 80 y pico a cuestas, no puede esconder la tristeza tras sus pupilas, las mismas que se iluminaron en noches de música y enchamigamiento. “Son casi 60 años de trabajo lo que se perdió”, expresa. Y hace el recuento de lo que se quemó en un abrir y cerrar de ojos casi al mediodía del domingo de elecciones. Fue el perro negro que ahora nos recibe y saluda el que alertó sobre las llamas en el taller del fondo. “Yo pensé que venía a reclamar el almuerzo. Pero algunos vecinos comenzaron a gritar y al ir a ver qué pasaba nos encontramos con que todo era negro y un rojo fuego intenso”.

“Yo no comí más nada. Se me pasó el hambre. Por la noche no pude dormir. Hoy (por ayer), después de haber recibido la visita y las llamadas de varios amigos, me puse mejor”. Así cuenta Milan Cardozo, el luthier que concibe el incendio que arrasó con innumerables guitarras que esperaban su turno para lucirse en escenarios o simplemente en ronda de musical amistad, como la posibilidad de un nuevo comienzo. “Tres arpas tenía terminadas, listas para armar”, detalla.

Ahora, confiado en la palabra y promesas de los más próximos, cuenta que cuando empezó no tenía herramientas, que las fue obteniendo con el paso de los años. No tenía nada, como ahora. Se trata de un renacer con la esperanza renovada. “Vamos hacer ahora algo más lindo y más confortable”, alienta.

Quizás lo artesanal y pintoresco del taller ahora consumido por las llamas no dejaba ver el potencial que se desató el domingo y como el propio Cardozo dice, sea la posibilidad de hacer algo más seguro y cómodo para trabajar.

“Yo necesito un techo y retomar el trabajo, algunos instrumentos sólo necesitan un lijado, por ese lado puedo recomenzar”.

Joselo Schuap, músico y hoy ministro de Cultura, se comunicó y prometió ayuda. Por lo pronto, una cuadrilla va a proceder a la limpieza de los escombros y ruinas que quedaron de lo que era casi un hospital de guitarras e instrumentos de cuerdas.

En la boca de Milan siempre se pronuncia la palabra amigos. Cuenta que a lo largo de los años fue acumulando piezas, clavijeros, partes de instrumentos y cuando algún amigo musiquero acudía a él para reparar su instrumento y no tener que comprar uno nuevo, en ese catálogo de musipiezas siempre había algo apropiado para reemplazar lo roto.

Con el viejo médico de guitarras y arpas recorremos las cenizas, toma entre sus manos lo que él sabe que fueron herramientas con las que a las maderas les imprimió un alma musical. Masa derretida de plástico y metal para el observador, fuente de alegrías y sustento para el luthier.

Mayormente ataviado con instrumentos de madera, todo se redujo a cenizas. Foto: Marcelo Rodríguez
La madera carbonizada se deshace al pisarla, cruje. El arpista acaricia lo que fuera su mesa de trabajo. No hay palabras de consuelo que sirvan para aliviar lo que se ha perdido.

Darío Cardozo, nos ve dentro del taller quemado y recuerda que es peligroso estar ahí, ya que aún puede desmoronarse lo que queda de techo. Pero Milan vuelve a entrar. Al menos lo que se perdió es sólo material, no hubo que lamentar quemaduras ni heridas, reflexiona el hijo del maestro que apenas consiguió sacar unas pocas cosas del infierno desatado poco antes de la siesta.

Ojalá que tantas promesas hagan posible un taller más grande y funcional, con las adecuadas instalaciones para que las arpas no callen y las guitarras tengan una posta donde recobrar fuerzas y vigor, porque la música no puede parar de sonar.

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