Pinceladas de historia

Maravillas naturales y tesoros culturales

domingo 07 de noviembre de 2021 | 6:00hs.

Las imponentes Cataratas del Iguazú fueron conocidas desde tiempos inmemoriales por los indígenas habitantes de este territorio y avistadas por el expedicionario español Alvar Núñez Cabeza de Vaca en su viaje terrestre desde la isla de Santa Catarina a Asunción. Esta caída de agua, la más importante de América del Sur, estuvo muchísimo tiempo vedada al ciudadano común. Sólo podía ser visitada por arriesgados viajeros, que han dejado notables y pintorescos relatos, producto de su asombro al contactarse con este fenómeno natural. También eran conocidas por algunas partidas de yerbateros que transitaban aquellas soledades en tiempos de cosecha de los yerbales naturales de la zona.

Lo que hoy constituye el Parque Nacional Iguazú fue parte de las tierras adquiridas por Jorge Gregorio Lezama en 1881, que se extendían entre los ríos Iguazú y Urugua-í. En su mente tenía la ilusión de fundar una colonia de inmigrantes en ese espacio, lo que nunca se concretó. En 1896, el gobernador del territorio nacional de Misiones, Juan José Lanusse (que había sido previamente intendente de la flamante ciudad de La Plata desde 1893), organizó una excursión fluvial con amigos a bordo del vapor “Cometa”. Pero los intransitables caminos les impidieron llegar hasta las Cataratas. Una de las viajeras, Victoria Aguirre, conocida por sus permanentes actos de mecenazgo, donó 5.000 pesos al gobierno misionero para la construcción de un camino desde el puerto hasta los saltos. Pedro Núñez y Lázaro Gibaja completaron el presupuesto y la obra fue culminada en 1902. En homenaje a doña Victoria, el puerto y localidad terminal llevó el nombre inicial de Puerto Aguirre.

La importancia del sitio llevó a que el gobierno misionero tomara algunas decisiones en vistas del atractivo turístico, como por ejemplo la contratación del paisajista Carlos Thays para el diseño del parque natural. En 1909 fue declarado Parque Nacional, el cual tuvo un intendente recién hacia 1934.

El acceso terrestre sólo era posible por caminos intransitables en tiempos de lluvias agravado por el desborde de ríos como el Piray Guazú o el Piray Miní. Recién en la década de 1960 la ruta nacional 12 fue pavimentada haciéndose más asidua la presencia de turistas a partir de la década de 1970. En la actualidad el moderno aeropuerto, una importante red hotelera y la conexión con el Brasil a través del puente Tancredo Neves permite ser uno de los destinos turísticos más importantes del mundo.

En 1984 las Cataratas y su selvático entorno de 47.000 hectáreas de un parque subtropical lindante con  el río Iguazú con sus 275 saltos a lo largo de casi 3 kilómetros, fueron declaradas patrimonio mundial de la Unesco y en 2012 una de las siete maravillas naturales del mundo.

La puesta en valor de los sitios históricos que formaron parte de las Misiones Jesuíticas también es tardía. Varios viajeros que recorrieron el Territorio Nacional de Misiones a fines del siglo XIX, como Adolfo de Bourgoing, Eduardo Holmberg o Juan Bautista Ambrosetti, entre otros, relatan con minuciosos detalles su estado de abandono. En 1901, el agrimensor Juan Queirel, quien mensuró la colonia de San Ignacio, indicaba que las ruinas de allí eran las que estaban en mejor estado y las que seguramente serían las más visitadas en el futuro.

No sólo estaban en estado de abandono esas imponentes ruinas, sino que los colonos que se iban instalando en sus cercanías utilizaban sus piedras y tejas como elementos constructivos de sus propias viviendas. Lo mismo había ocurrido en muchos lugares con pasado jesuítico como Apóstoles, Santo Tomé, Concepción, Candelaria, etcétera.

San Ignacio fue declarado reserva histórica nacional en dos oportunidades, en 1906 y 1922. En 1938, el arquitecto Mario Buschiazzo, integrante de la recién creada Comisión Nacional de Monumentos y Lugares Históricos, realizó un conciso informe sobre esas ruinas fundamentando la necesidad de una intervención para su preservación. Así, en 1940 se iniciaron los trabajos, declarándose al sitio como monumento histórico nacional en 1943. Desde 1941 hasta 1948 estuvo a cargo de las tareas el reconocido arquitecto Luis Onetto, a quien le correspondió la faraónica tarea de limpieza, relevamiento topográfico y consolidación de las ruinas sin perder su autenticidad histórica. Onetto restauró la hermosa fachada del templo y puso en valor el resto de los espacios del conjunto.

En 1984 San Ignacio fue registrada en el Patrimonio Histórico de la Humanidad de la Unesco, lo que se extendió también a otros pueblos como Loreto, Santa Ana y Santa María en territorio argentino y San Miguel, en Brasil.

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