Servicios púbicos

domingo 07 de noviembre de 2021 | 6:00hs.
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El viejito que vive en la esquina de la calle San Martín atendió a más señoras que un ginecólogo.

Razón aparente por la que hoy, a su avanzada edad, se encuentra solo.

Exceptuando alguna esporádica visita de dos mujeres adultas, que nunca lo hacen en simultáneo (a pesar de ser sus hijas). Don Juan no tiene más compañía que un perro de la calle que simpatizó con él y se quedó a su lado.

Me entrevisté con algunas de sus ex y todas sostienen que si bien, en la plenitud de sus años supo ser un prodigioso amante y un amoroso compañero, su carácter de extrema, expresiva e incontenible promiscuidad hacían intolerable mantener una relación con él, por más liberal que se fuera.

Cuentan quienes han tenido vidas sexuales notablemente activas, que llegado cierto momento de la vida, donde la belleza va menguando y las energías ya no son las mismas, crece el deseo de bregar por un compañero. Alguien con quien poder empezar a construir los cimientos de una vejez que no se vea atravesada por la soledad.

Me han dicho que en eso, las mujeres son mejores jugadoras que los hombres, saben cuándo parar y con qué artilugios envolver al hombre con el que sentarán cabeza.

Se trata de conseguir que aquella reputación de un pasado de excesos devenga en una alquimia de vergüenza social a orgullo por ser -el hombre capaz de romper con ese estilo de vida reprochable- el único que tiene -lo que ella necesita-. Una mentira bastante reconocible pero no aceptada en virtud de conseguir algo de cordura.

No parece aplicarse el mismo método con los hombres, que luego de ser identificados, catalogados y descartados como “engañadores seriales” quedan irremediablemente solos. Sobre todo, y esto es excluyente, si han sido incapaces de incrementar su peculio.

Juan trabajó en el sector de Servicios Públicos de la Municipalidad, pero en la ciudad su verdadera trayectoria es la de “Servidor Púbico”. A estas alturas se ha hecho indemostrable la identidad de quien profirió el ingenioso título por primera vez, la nomenclatura que tanto enorgullece a nuestro Don Juan (otra ironía).

Nunca trabajó más de lo que le garantizara mantener su sueldo y dejó escapar siempre cualquier oportunidad de ayudar al prójimo.

Invitado a algún asado y después de varias copas de vino a temperatura ambiente (40º a la sombra en Misiones) nuestro protagonista da inicio a sus heroicos relatos. Un listado de esposas infieles, el buen uso de la lengua, los dedos y ¡qué hablar del miembro! fálica fuente de felicidad portada por un servidor de las eróticas causas del colectivo femenino.

Entre ¡fuaaas! y risotadas, algunos adolescentes sacan el celular para filmar el testimonio de las hazañas del pintoresco personaje.

Videos que suelen llegar a grupos de whatsapp donde algún traicionado se muerde los labios lleno de odio. Porque ya sabemos lo que se dice del mundo y el pañuelo.

A Juan le gustaba mucho contar sobre una amante en particular, que por la jerarquía social de quien fuera su esposo representaba su más importante conquista: Rosana, la señora del intendente de aquel año 98.

Más de una década después, Juan parece sentirse inimputable en su condición de viejito charlatán, porque narra con pelos y señales detalles tan íntimos que harían sonrojar a la propia Cicciolina.

Aquel romance le costó a Rosana su matrimonio y envió al hoy ex intendente a Buenos Aires en un avión propulsado por las turbinas del irreductible oprobio.

Un soleado domingo de febrero fue el último asado de Juan, por la fatalidad de coincidir en tiempo y espacio con el ex intendente que llegó a mitad del encuentro y sin llamar la atención se ubicó en la ronda que habían armado algunos de sus conocidos. Su oído pudo distinguir con claridad el nombre de Rosana en la voz de tabaco del prodigioso y despreciable narrador. Un intenso calor nació de su pecho y fue tomándole toda la cara. Su cintura en perfecto y consciente tacto de su cuchillo lo invitaba con urgencia a concretar la venganza que motivó su regreso a la ciudad.

-En algún momento va a tener que ir al baño este hijo de mil puta - repetía en su mente mientras su rostro, inexpresivo, fingía escuchar las novedades que le daban sus interlocutores.

Riendo y tambaleándose, Juan finalmente recibió el llamado de la naturaleza que lo dirigió al baño. Teniendo entre sus manos al motivo de su desgraciado final, un chorro tibio, que no era orina, empapó su camisa al momento que se retiraba una gruesa hoja de cuchillo de entre sus costillas y una voz penetrante, conocida y firme emitió las últimas palabras oídas antes de que todo oscureciera: “Ahora andá a contar tus historias en el infierno”.

Inédito. Silva publicó en 2016 Pasiones reveladas (poemas). Actualmente es presidente de la Sade Misiones.

Belén Silva

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