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Estudiantina muy especial y con sabor a desahogo. Mirá las fotos de la primera noche

La Estudiantina retomó la Costanera posadeña ayer, en una edición sin competencia, pero con el mismo sentimiento de expansión juvenil intacto y el entusiasmo de celebrar de nuevo

sábado 06 de noviembre de 2021 | 5:30hs.
Estudiantina muy especial  y con sabor a desahogo. Mirá las fotos de la primera noche
Fotos: Marcelo Rodríguez / Nicolás Arce
Fotos: Marcelo Rodríguez / Nicolás Arce

Remeras pintadas, tutús, vinchas, purpurina, coronas, fueron detalles que encontraron los estudiantes para resaltar entre la multitud en una Estudiantina especial, que a tono a estos tiempos, se armó con poca antelación y tuvo al ingenio como su gran aliado. A pesar de no haber competencia, trajes súper elaborados y ritmos aceitados desde meses, la gran fiesta de los jóvenes posadeños tuvo todo el brillo y la emoción de siempre, quizás aún más en este desahogo tras un año sin tambores.

Acompañados por un séquito de familiares, amigos, profesores y más, cada grupo se fue luciendo a su turno, con cantitos propios, ritmos legendarios y pasos nuevos. El cronograma se fue respetando con precisión y sin sobresaltos y la mayoría de los participantes resaltaron el cúmulo de emociones encontradas con las que salieron nuevamente a la calle.

“Solamente pensar que hace un año no podíamos hacer nada, ni ruido, se me caen las lágrimas y estar acá, se me eriza la piel. Es una sensación única, estoy muy emocionado por volver a ocupar las calles”, subrayó Gabriel Irala en su tercer año de Estudiantina, esta vez como director de banda de la Comercio 18.

Podrán llamarnos inmaduros, pero todos podemos ser héroes, instaron desde el Instituto Inmaculada Concepción con remeras bordadas con los logos de Superman, La Mujer Maravilla y otros héroes que estiman tienen el superpoder de ser esperanzadores.

‘‘Difícil, emocionante’’, definió la fecha Agostina Gómez Da Luz, directora de baile del Roque González. ‘‘Son un montón de sentimientos encontrados, volver a bailar, preparar todo con poco tiempo, la euforia del momento de querer que todo salga lindo... pero contentas de volver, más fuertes que nunca’’, sostuvo la joven.

Con el sol saliendo para dar aliento y tal como exclamaron algunas madres, por tanta buena onda que aportaron, alrededor de 450 alumnos del Roque salieron a dar todo. Sabiendo que -tras la denuncias por acoso entre compañeros- serían más observados que nunca.

Más allá de esa presión, los varones de la banda de música celebraron que se haya dado voz a sus compañeras y que las cosas pudieran tomar su curso. En esa línea confesaron que hoy se repiensan las masculinidades y que eso los llama a tomar más conciencia antes de actuar.

Felices de poder disfrutar de la jornada, reconocieron que fueron muchos más los que se sumaron después de un año de encierro y poca vida social. “Este año no se pensaba que iba a volver la Estudiantina, pero cuando todo comenzó a mejorar y vimos que salía, que éramos la misma mayoría que años anteriores o más, fue una felicidad para todos’’, manifestó Luciano Cabrera en su último año del Roque. “Fue difícil organizarnos porque tuvimos poco tiempo, para hacernos la capa por ejemplo, fue bastante difícil. Y también los ritmos, enseñar a 70 chicos que nunca tocaron un instrumento, fue todo un desafío”, completó Felipe Giudice.

La Estudiantina se vive desde adentro con pasión, desde afuera con nostalgia. Con más de 70 años en curso, la fiesta sigue vibrando juventud en cada esquina y ayer con 22 grupos engalanó la costanera posadeña una vez más.

Sin la presión de la competencia, los chicos se dedicaron a disfrutar fuerte. Así lo entendió Rosario del Bachillerato Humanista que está en su último año y la charla alentadora previa que dio la directora del Pedro Goyena.  “Sonrían, disfruten cada momento, cada segundo, cada minuto y mañana el doble”, recomendó entre otras cosas la decidida joven.

Con larga trayectoria, en algunas instituciones, el sentimiento de pertenencia va más allá de quienes bailan en el presente.

Así, un grupo de mamás aguateras desataron todo un entramado de amor al grupo que apoyan y alientan. “Vivimos cerca de la Indu y la pasión la traen del barrio. Salimos al Brete y ven siempre los ensayos”, sostuvo Florencia Paniagua, mamá de Camila que si bien debe rendir el ingreso para sumarse oficialmente como alumna de la Epet Nº 1, ya tiene puesta la camiseta y tira pasos en esta edición especial, como adherente.

“La Indu es una gran familia, desde que uno ingresa, todos nos ayudamos”, sumó Roxana que hace varios años acompaña a su hijo Facundo Santillán, quien a pesar de haberse quebrado el brazo, no quiso perderse su última fiesta.

Habiendo bailado y tocado para representar a la escuela, Alejandra Escalante era otra apasionada aguatera haciendo el aguante a sus hijos Felipe y Emiliano y su ahijada Martina Cabral, cuarta generación de alumnos de la Indu.

Sin embargo, ‘la banda del Tajamar’ no fue la única que recordó la efervescencia estudiantil en los mayores. Unos pasos atrás en la grilla, el Colegio Martín de Moussy,  también sumó algunos egresados en sus filas y recibió el ánimo de varias generaciones.

Franco Ortiz, director de la banda del ‘Nacio’, no quiere dejar de ser parte de la Estudiantina y siente que representar a su colegio es lo más lindo, porque allí ya pasó la mitad de su vida.  “Todo estamos por la misma pasión y por el mismo motivo”, resumió el sentimiento de sus pares. “Valió la pena todo el esfuerzo venir caminando, cada día de ensayo, con lluvia, cuando se nos rompía la chancha y teníamos que llevarla al hombro... Soy director pero soy uno más”, refirió al dar cuenta todo el trabajo independiente, autogestionado que realizan con el foco en el amor a su escuela y a la fiesta.

Estamos resucitando del más allá, no tengan miedo somos del Nacional, se leía en las remeras de los alumnos, que en parte podrían  abreviar el sentido de expansión de toda esta juventud desfilando. Los chicos están de vuelta y más fuertes que nunca. La estudiantina cumplió siete décadas, pero estos pibes claman por 300 años más. Por mantener intacto un espíritu disruptivo, sagaz, vibrante eternamente. 

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