Ñande Reko Rapyta (Nuestras raíces)

Cartas, postas y correo

viernes 29 de octubre de 2021 | 6:00hs.

L
as cartas, como una de las formas de comunicación, tienen su origen en los tiempos más remotos de la humanidad, acto seguido a la aparición de la escritura, según parece; hay certeza que circuló correspondencia en el Antiguo Egipto, en Grecia, luego en el Imperio Romano y a medida que el mundo civilizado “creció”, este sistema se fue perfeccionando.

Fueron indispensables para transmitir órdenes, rendir cuentas, ejercer poder, dar a conocer pensamientos y preceptos religiosos, generar intercambios y forjar vínculos institucionales y personales.

Las palabras del medio francés courir y lieu –correr y lugar respectivamente– dieron lugar al término corlieu, que definía a los “correlugares” o personas dedicadas a llevar y traer correspondencia; en algún momento se unió a la palabra latina postum castellanizado como posta, denominación dada a una especie de puestos fijos en los caminos, donde los mensajeros o correlugares descansaban, alimentaban al animal en que se trasladaban –o lo cambiaban por otro descansado– y retomaban el trabajo.

En América se encontraron pictografías pertenecientes a la Cultura Mochica que dan cuenta de un rudimentario sistema de correspondencia; este pueblo también conocido como Moche habitó en antiguo Perú entre los siglos II y VII, en las riberas del río del mismo nombre; los Incas tuvieron un sistema de postas que resultó ser fundamental para semejante imperio, organizados a través de los tambos, los hatun chasqui y los churo mullo chasqui garantizaron las comunicaciones en tan vasto territorio.

De acuerdo a su origen fueron llamados también paynanis -o corredores ligeros- y/o iciuchcatitlantis -o mensajeros que van de prisa-, atento al tipo de servicio que brindaban y las distancias que cubrían.

Las postas aztecas se denominaban techialoyan y estaban a unos nueve y medio kilómetros entre sí - aproximadamente -, el primer corredor llegaba a la primera posta y comunicaba o entregaba el mensaje o informe al segundo corredor que, inmediatamente, se dirigía a la siguiente posta y el método se repetía hasta llegar al destino indicado; estas personas se preparaban desde niños para cumplir con la tarea y eran educados por los guías espirituales de cada pueblo.

Cuando los conquistadores españoles llegaron, en este rubro no trajeron nada nuevo, los aztecas, mayas, tarascos, mixtecas, zapotecas y tlaxcaltecas - a modo de ejemplo-, tenían sus sistemas de postas, mediante ellos se comunicó la presencia y avance en el territorio americano de los colonialistas, y fueron muy útiles para la organización de los movimientos de resistencia posteriores.

Cuando los jesuitas fundaron los pueblos de indios llamados “reducciones”, la comunicación entre ellos fue sumamente necesaria, implementaron un sistema de postas - a la usanza americana – que, a través del Paso de Itapúa, ubicado en el río Paraná donde actualmente se encuentran las ciudades de Posadas y Encarnación (Paraguay), aunque hasta la fecha no se conoce su ubicación exacta, unía epistolarmente  a las Misiones de San Ignacio Miní, Loreto, Santa María La Mayor, Candelaria, San Miguel y San  Borja - por citar algunas - con sus pares en la otra orilla del río y regularmente desde Candelaria se enviaban los informes anuales a Córdoba.

Las postas estaban organizadas como oratorios también; cuando la orden religiosa fue expulsada, la correspondencia de estos pueblos se enviaba a la ciudad de Corrientes y desde allí se remitía a Buenos Aires y viceversa; siempre hablando de cartas “oficiales”.

Al finalizar la Guerra de la Triple Alianza, el Departamento de Candelaria tuvo, a partir el año 1871, trece postas entre Trinchera de San José y la ciudad de Corrientes, cubiertas a caballo, en diligencias o galeras y barcos, en 1875 se abrió la primera “Oficina de Correo” dependiente del Correo Nacional, en la capital del Departamento; cuando Misiones fue organizada como Territorio Nacional el sistema se reestructuró.

En 1923, la dependencia nacional se denominaba Sub-Distrito Postal y Telegráfico Misiones, con cabecera en Posadas, llamada Sucursal Uno y oficinas o estafetas en Candelaria, Santa Ana, San Ignacio, Corpus, Bonpland, L. N. Alem, Yerbal Viejo, San Javier, Itacaruaré, Concepción de la Sierra, Barra Concepción, San José, Apóstoles, Colonia Aurora, Azara, Colonia Finlandesa, Caá Porá, Colonia Oro Verde, Derendinger, Estación Apóstoles, Garupá, General Belgrano, Ingenio San Juan, Miguel Lanús, Parada Leis, Puerto Cazador, Puerto Aguirre, Puerto Montecarlo, Puerto Mineral, Puerto San Alberto, Puerto Eldorado, Puerto Gisela, Puerto Delicia,  Puerto Bemberg, Puerto Caraguatay, Puerto Morandi, Puerto Mbopicuá, Santa María y Santo Pipó más Garruchos, San Carlos y Playadito, en el norte correntino que dependían de Misiones por entonces.

A mitad del siglo pasado y en el contexto de la provincialización de Misiones se proyectó un importante edificio para Correos y Telecomunicaciones en Posadas, enmarcado en el Segundo Plan Quinquenal Nacional, la propuesta pensada por el arquitecto Walter Finkbeiner quien se desempeñaba en la Dirección de Arquitectura de Correos y Telecomunicaciones, en Buenos Aires; el resultado fue la obra que se puede disfrutar hasta la fecha icono del Movimiento Moderno.

Un servicio que se volvió parte de nuestra idiosincrasia fue el brindado por el cartero, con su vestimenta tan característica y la gran bolsa de cuero colgada en su espalda; por décadas recorrieron cada rincón, cada picada de Misiones, con andar ágil y “responsabilidad garantizada”; cuando la década de 1990 trajo la desregulación de los servicios públicos en nuestro país, el sistema postal se vio afectado, nacieron los “correos privados” y ya en el siglo actual, el avance de las comunicaciones imprimieron una nueva dinámica al “alcance la mano”.

La popularización de los teléfonos celulares hizo el resto.

Actualmente casi nadie despacha una carta por el antiguo sistema, los buzones desaparecieron y sobreviven un puñado de carteros motorizados.

¡Hasta el próximo viernes!

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