La final

(25/06/78 Argentina 3- Holanda 1)
domingo 24 de octubre de 2021 | 6:00hs.

Entraron a la casa todos juntos, le hicieron varias preguntas mientras lo insultaban, con el caño de un revolver apoyado en su garganta. Le vendaron los ojos y ataron sus manos a la espalda, lo subieron al auto obligándolo a acostarse en el piso del asiento trasero. Cuando llegaron a un lugar, luego de varias vueltas lo sentaron en el piso de lo que le pareció un patio, al rato se sintió rodeado por varios pares de piernas.

-Levantate basura. - le decían mientras le daban patadas.

Se puso de pié entre la lluvia de golpes que lo hacían ir y venir en un círculo que todo el tiempo gritaba.

-Sos una bosta.

-Ahora que te chupamos no sos nada, nadie se acuerda de vos.

-No existís, nosotros somos todo ahora.

-La justicia somos nosotros, somos Dios para vos.

Lo dejaron tirado en el patio, ensangrentado, hasta que un tiempo después dos hombres lo arrastraron por los hombros a una sala muy pequeña que tenía un fuerte olor a orina, ahí se dio cuenta de que había otros más.

-¿Qué número te pusieron?

-571 me parece.

-Acordate bien de eso, ahora te llamás así.

-Pero yo me llamo Alberto.

-Te llamabas pibe.

Nunca supo cuanto tiempo había pasado hasta que lo volvieron a buscar, le hicieron subir escalones, bajarlos y dar vueltas sobre sí mismo hasta que lo dejaron parado al lado de una mesa.

-Poné las manos ahí arriba- dijo uno de ellos tomándolas y apoyándolas en el borde.

El golpe le hizo sentir como si sus nudillos se desprendieran del lugar, retiró la mano dando un grito.

-Desvestite....desvestite te dije, apurate.- Y le propinaron varias patadas como para que supiera que era a él al que hablaban.

Se desvistió y lo acostaron en una cama metálica que le enfrió la espalda dolorida por los golpes, estaba mojada. Le pusieron dos cables en la venda, junto a las sienes y lo ataron a las esquinas de pies y manos.

-¿Cual es tu nombre de guerra?

-No sé de que está hablando.

El dolor fue indescriptible, sintió su cabeza estallar por la descarga y su cuerpo se arqueó sobre la cama.

-¿Qué cargo tenés en la orga?

-No entiendo de que me hablan ¿Qué es la orga?

Esta vez las descargas fueron varias seguidas, como para que supiera que hablaban en serio. Durante largo rato se entretuvieron insultándolo y aplicándoles descargas eléctricas en todo el cuerpo. Sus lugares preferidos eran el ano, los genitales y los dientes, aunque no necesariamente en ese orden.

-Vos organizaste el cope del Rim, así que más vale que empecés a hablar.

-Les juro que no se nada- les decía sollozando- no sé de que me hablan.

-Del copamiento al Regimiento, no te hagás el boludo o no salís vivo de la parrilla, mirá que a mi me gusta dar máquina a giles como vos.

Horas, días o meses habían pasado, no podía saberlo y la venda en los ojos le hacía perderse en un mundo donde estaba ciego, a merced de esos captores a los que ni siquiera entendía.

En una de las celdas, otro prisionero le dijo que a veces algunos quedaban locos por las torturas y cantaban cualquier cosa, alguien habría hablado de él y del ataque a algún regimiento, era lo único que tenía algún sentido.

Lo llevaron a la sala de torturas incontables veces para darle sesiones de picana y cada vez aplicaban nuevos procedimientos. Le despellejaron los pies arrancando la piel a tiras con alguna herramienta, lo quemaron con objetos calientes que no podía distinguir y un día sujetaron sus testículos y los estiraron hasta que sintió que un hilo de nylon arrastraba todos los órganos desde su garganta, comprimiéndolos como si fueran a salir de su cuerpo. Y en un momento lo deseó, para que todo terminara.

El siguiente miércoles estaban llamando a los que iban a ser trasladados, todos sabían que esos traslados eran solamente la orden para ejecutarlos. Los números eran cantados en el patio con voz firme por uno de los hombres, que se hacía llamar comandante.

-A mi, al 571...por favor llévenme a mí, soy el 571- se escuchó entre sollozos.

Desde ese día dejaron de torturarlo y casi no lo pateaban cuando estaba sentado en el suelo, parecía que ahora les era indiferente, ya había sido vencido.

Una tarde lo envolvieron en algo que creyó una alfombra y lo volvieron a poner en el piso del auto, a pesar de que había deseado lo inevitable no podía parar de temblar. Lo bajaron y le hicieron poner de rodillas, uno de los hombres acercó un tarro con un líquido a su nariz.

-¿Conocés este olor?

-Es solvente- alcanzó a decir mientras sentía que todo el cuerpo se le iba mojando con el líquido que otro de ellos tiraba.

-Y bueno, ahora todo se termina- le dijo el del tarro poniéndose de pie.

Escuchó el ruido de un fósforo encenderse y un papel que se iba arrugando, se tiró al piso y quedó en posición fetal gimiendo. Los hombres rieron y subieron al auto, que arrancó haciendo chillar los neumáticos.

Quedó solo, tirado en el piso mojado, se movió cuando escuchó unas bombas de estruendo un poco después. Se quitó la venda y sus ojos parpadearon varias veces en la tarde que se iba oscureciendo, casi no podía distinguir nada, solamente percibía los bultos de los transeúntes que comenzaban a poblar las calles y escuchaba las bocinas de los autos. Alguien pasó cerca de él y lo sujetó de la ropa.

-¿Qué está pasando, cayeron los milicos?

-No, que van a caer ¡Estamos festejando que salimos campeones mundiales papá! ¡Tres pepas les pusimos a los holandeses! ¿No viste el partido?

-...No, no pude... ¿Qué día es hoy?

-Domingo, 25 de Junio.

-A mi me llevaron antes de navidad... - dijo como para sí

-¿Cómo decís?

-¿Qué barrio es este?

-Burzaco pibe ¿De dónde saliste vos?

-Me largaron... puedo ir a mi casa.

-¿Y dónde queda tu casa?

-En Capital.

-Nosotros vamos para allá, a festejar al Obelisco, si querés te llevamos.

Lo ayudaron a subir a la parte de atrás de una camioneta, rodeado de hombres que cantaban y gritaban agitando banderas. Todo el camino lo recorrieron en una caravana enardecida, que festejaba un triunfo deportivo con toda la alegría tanto tiempo contenida.

Cuando llegaron al lugar del festejo lo ayudaron a bajar y lo llevaron abrazándolo hasta el pie del monumento de los porteños. Ya se había convencido de que nunca más iba a poder ver eso que tenía enfrente.

Y allí rodeado del bullicio de miles de personas que festejaban y cantaban, él envuelto en una bandera argentina, lloró de alegría.

Jorge Lavalle

Del libro Argentina 78, el otro mundial. Lavalle tiene publicado los libros Releyendo mitos (cuentos), Sarita (novela), Andrés y la Melchora (novela), entre otros

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