Empoderando a la mujer rural

martes 19 de octubre de 2021 | 6:00hs.
Empoderando a la mujer rural
Empoderando a la mujer rural

A diferencia de otras zonas agropecuarias de nuestro país, en donde el monocultivo de soja abunda y el glifosato ataca directamente la salud de las personas y del suelo, en Misiones la chacra, una unidad productiva de subsistencia familiar, se impone como un espacio ideal para la siembra orgánica, esa que deja de lado los agroquímicos, y la permacultura, aquella donde la diversidad de cultivos enriquece la vida y respeta el ambiente. 

En los países de Asia, las mujeres representan al 50% de los trabajadores rurales, mientras que en Latinoamérica alcanzan al 40%. En nuestra provincia, uno de cada cuatro misioneros vive en estas zonas rurales, por encima de la media de América Latina y el Caribe, donde es del 21%. En la Tierra Colorada el trabajo en la chacra es arduo y se caracteriza por la gran diversidad de tareas. Por lo tanto, el rol de la mujer aquí es imprescindible, no sólo para las comunidades locales, sino también para una mejor calidad de vida de todos aquellos que vivimos en las zonas urbanas y nos alimentamos de esas cosechas. 

Desde la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura ratifican desde 2008 que el rol de la mujer rural es clave para que el mundo alcance las metas de desarrollo sostenible hacia 2030, y por eso el pasado 15 de octubre se celebró en todo el mundo el Día de la Mujer Rural.

El lema de este año fue “Las mujeres rurales cultivan alimentos de calidad para todas las personas”. Es que, adaptándonos a los nuevos métodos de trabajo que exige la crisis climática, desde la chacra podríamos, sin dudas, alcanzar la tan ansiada soberanía alimentaria con la que sueña nuestra provincia. 

Curiosamente, cuando analizamos la situación dominial de las propiedades en el campo, según ONU Mujeres, en 2018 apenas el 13% de las tierras están a nombre de una mujer. El incansable trabajo de la mujer rural, muchas veces desde la informalidad, y que realiza en simultáneo con las tareas que demanda el hogar, se desdibuja, no puede medirse en jornales y es lamentablemente subestimado.

Con su labor invisibilizada, a las mujeres agricultoras se le dificulta poder acceder, no sólo a escrituras, sino también a créditos, materiales y herramientas de trabajo, o a los insumos necesarios para poder sacar adelante su trabajo rural. Incluso hay estadísticas en la que indican que las plantaciones lideradas por mujeres tienen menos acceso a las tecnologías del riego. De la misma manera, en nuestra región las mujeres rurales no tienen un acceso igualitario a la educación o a la atención sanitaria, por ejemplo, cuando esperan familia. 

Las mujeres rurales necesitan capacitarse y adquirir nociones básicas sobre nuevas tecnologías, al igual que aspectos contables, veterinarios o forestales. Concretamente, poder acceder a una formación moderna. La mayoría de las personas se dedican plenamente a la producción, pero hoy la comercialización, la publicidad o el marketing son también igual de necesarios, por lo que en ciertas cooperativas encontramos que al menos el 1% de los trabajadores debe dedicarse tiempo completo a atender estas cuestiones. 

Por último, de los 330.000 establecimientos productivos que existen en el país, sólo 27.000 son dirigidos por mujeres, por lo que es imperativo que la sociedad le permita a la mujer rural acceder a los puestos decisores y a cargos de liderazgo en nuestro campo. La equidad salarial y el trato igualitario deben verse reflejados en todos los niveles de mando, de manera que puedan diseñar leyes, estrategias y políticas. 

En conclusión, la chacra no es cosa de hombres, la chacra es una pieza clave de nuestra producción económica, el hogar de muchos y la fuente de alimentos saludables para todos. Las mujeres enriquecen el trabajo que allí se realiza, con su esfuerzo, su conocimiento y su experiencia, por lo que deben ser escuchadas para materializar la gobernanza.

La mujeres rurales, asociadas y unidas, son un agente de cambio que transforma antiguos procesos en el campo para que empiecen a hacerse de una manera más sustentable, acelerando la resiliencia, y -empoderadas por los gobiernos locales- nos guiarán para avanzar por los caminos de la agroecología.

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